Julio Cozzi, un emblema de Platense

El baúl de los recuerdos. Fue uno de los mejores guardavallas de la historia del fútbol argentino. Ídolo de los calamares, en Colombia lo conocen como “El arquero del siglo” por sus grandes actuaciones en Millonarios.

Hoy, cuando en Platense todo es alegría, se habla de los héroes que hicieron posible el primer título en el profesionalismo. Muchos de ellos tendrán más temprano que tarde un lugar bien ganado en la galería de ídolos del club, tal como ocurre con Marcelo Espina, Daniel Trapito Vega, Santiago Vernazza, el goleador Vicente Sayago y Julio Cozzi… ¡Cozzi era un arquerazo! Está entronizado como el máximo referente calamar y la tribuna visitante del estadio Ciudad de Vicente López lleva su nombre. Es mucho más que un ídolo. Es un emblema.

Su inmensa figura no solo está vinculada con Platense, sino que también se lució en la Selección argentina y brilló con luz propia en el espectacular equipo de Millonarios que dominó el fútbol colombiano en los años 50 y quedó en el recuerdo como El Ballet Azul. En ese país Cozzi fue reconocido como El arquero del siglo. Esas pomposas denominaciones se antojan, a veces, ensoñadas exageraciones. Sin embargo, en este caso no hacen más que poner en su justa medida la labor de un futbolista que marcó una época.

“Sin dudas es el mejor arquero que vi en mi vida. De aquí y de Europa, donde también pude juzgar a muy buenos guardametas. Lo de Cozzi me entusiasmó. Es fuerte en todo, incluso en la manera de servir la pelota a sus compañeros… Porque allí también juega el arquero”. Este testimonio pertenece a Américo Tesoriere, una figura fundamental de Boca y la Selección argentina en los lejanos años del amateurismo. Mérico no dudaba. Tampoco lo hacía Amadeo Carrizo, el número uno entre los números uno: “Si yo hubiese jugado en Platense, estoy seguro que hubiera sido suplente de Julio, porque él era mejor que yo…”.

Como todas las estrellas de la época, Cozzi apareció en la tapa de El Gráfico.

Si dos próceres como Tesoriere y Amadeo coincidieron en el diagnóstico, las discusiones no tienen sentido: Cozzi fue un fenómeno. Aunque se destacó en un equipo como Platense, que miraba desde lejos los éxitos de los clubes más poderosos del fútbol argentino, sus desempeños le abrieron paso al arco de la Selección. Y lo hizo en tiempos en los que actuaban nada más y nada menos que el propio Carrizo en River, Claudio Vacca y Juan Estrada en Boca, Miguel Rugilo en Vélez, Gabriel Ogando en Estudiantes y Héctor Ricardo en Rosario Central, entre tantos otros.

Una de las mayores virtudes de Cozzi era su intuición para atajar penales. Tener a un rival listo, a doce pasos de distancia y casi sin defensa en ese espacio de 7,32 metros de ancho por 2,44 de alto, no representaba un problema para él. Todo lo contrario. A lo largo de su carrera les contuvo remates a los grandes especialistas como Ángel Labruna (River), Oreste Corbatta (Racing), el vasco Isidro Lángara (River) y Ángel Perucca (Newell´s). También cortaba bien los centros y hasta estudiaba a los rivales viendo los cortos de Sucesos Argentinos, un noticiero que se difundía en los cines.

Por si fuera poco, cuando actuaba en Millonarios se convirtió en el primer arquero en marcar un gol de penal en el fútbol colombiano. Ocurrió en circunstancias muy particulares, ya que al Ballet Azul había tenido dos oportunidades y recién anotó en la tercera. Antonio Báez, antiguo compañero suyo en Platense y antes suplente de Labruna en La Máquina de River, era el encargado de patear. Lo hizo dos veces y en ambas se adelantó el argentino Julio Asciolo, del Deportivo Cali. Hubo que repetir nuevamente la ejecución.

Una de sus especialidades: atajar penales. En la imagen, cuando actuaba en Independiente le ganó el duelo al Loco Corbatta, de Racing.

Alfredo Di Stéfano, a quien le faltaba poco para convertirse en leyenda del Real Madrid, y Francisco Zuluaga, integrante de la selección colombiana, le pidieron a Cozzi que dejara su puesto y enfrentara al Loco Asciolo. Sabían que le pegaba muy fuerte a la pelota y que Adolfo Pedernera, jugador y técnico de Millonarios, lo hacía practicar en los entrenamientos. Cozzi se paró delante del balón y decretó la victoria por 2-1 con un disparo a la derecha de su colega de Deportivo Cali.

TALENTO PRECOZ

Se podría decir que Cozzi y Platense estaban destinados a estar juntos. Su padre trabajaba como intendente del club en los tiempos en los que la histórica cancha de Manuela Pedraza y Crámer cobijaba los partidos de los calamares. El entonces pibe, que había nacido el 14 de julio de 1922, iba todos los días para ver en acción a los deportistas de la entidad. Lo apasionaba el ciclismo y, si bien jugaba al fútbol en equipos de barrios, no pensaba en sumarse a las filas de la institución enclavada en Núñez.

A fines de 1937, dos amigos lo engañaron con el pretexto de jugar con ellos un partido y, sin darse cuenta, terminó en una prueba en Platense. Lo incorporaron de inmediato y un año más tarde salió campeón de Quinta División y doce meses después festejó el título de Cuarta. El comienzo no pudo haber sido más promisorio. Pero, sin que él lo supiera, lo mejor estaba por llegar.

El 25 de mayo de 1941 el equipo debía vérselas con Atlanta, por la 9ª fecha del torneo. El destino le hizo un guiño cómplice al arquero de 17 años: no estaban disponibles Miguel Ángel López y Felipe Marrero, los otros guardavallas. Salió a la cancha junto con Carlos Aldabe, Osvaldo Corral; Gregorio Esperón, Norberto Toledo, Norberto Galvagni; Alberto Salvado, Eduardo Oviedo, Ricardo Cisterna, Enrique Amiano y Roberto Torielli. Platense, que ese día celebraba el 36º aniversario de su fundación, ganó 2-0 con goles de Amiano y Toriello. Cozzi cumplió una buena actuación y empezó a ser tenido en cuenta para alternar con López.

El emblemático arquero de Platense marcó una época en el fútbol argentino.

En la 16ª jornada se encontró con Ferro, cuyo arquero era Sebastián Gualco, una figura surgida en Platense que había pasado por San Lorenzo y por Chacarita y era el custodio habitual de la valla de la Selección. No bien lo vio en acción, su experimentado colega se sintió asombrado por las condiciones del muchacho. Por eso a nadie le sorprendió demasiado que Cozzi jugara con bastante frecuencia ni que el 17 de agosto le atajara un penal nada más y nada menos que al vasco Lángara, figura de San Lorenzo.

Platense igualaba 3-3 con El Ciclón cuando, a un minuto del final, el árbitro Ubaldo Ruiz sancionó una mano de Aldo Herreras, del Calamar, en el área. Lángara, que había jugado para España el Mundial de 1934 y había llegado a la Argentina escapando de la Guerra Civil, perdió en el mano a mano con Cozzi. “Tan jovencito y ya sabés tanto”, contó el propio arquero que el goleador le dijo en ese momento. Un mes más tarde, fue Perucca, centromedio de Newell´s y de la Selección, el que perdió el duelo desde los doce pasos con él.

Cozzi cerró su primer año como profesional con 14 partidos y dos penales atajados. La carta de presentación había sido muy buena, pero en 1942 apenas dio el presente en tres ocasiones y se mantuvo en el arco de la Reserva. La situación no se modificó en 1943, ya que solo actuó en dos partidos. Recién en 1944 se afianzó y le terminó ganando el puesto al peruano Juan Honores, quien había llegado procedente de Newell´s. Volvió a lucirse contra el Ferro de Gualco y le atajó un penal a Joaquín Corvetto.

Siempre llamó la atención por sus increibles reflejos.

Se hizo insustituible en 1945, cuando estuvo en las 30 fechas del certamen. Su seguridad debajo de los tres palos, su firmeza en los centros y la lectura del juego para salir con perfectos pases para sus compañeros comenzaron a ser ponderadas por los cronistas de la época. Los elogios se hacían recurrentes para Cozzi, quien ese año le contuvo el primero de los tres penales que le atajó a Labruna en las cinco oportunidades que estuvieron cara a cara.

Aunque no era protagonista estelar de los torneos, pues, de hecho, los éxitos en el fútbol argentinos estaban reservados para los equipos grandes, Platense se transformaba en un rival cada vez más duro. Terminó en la mitad de la tabla en el 45 y en el 46, en un torneo en el que Cozzi volvió a tener asistencia perfecta y venció en el mano a mano desde el punto penal a Juan Carlos Salvini en un partido en el que los calamares le ganaron 3-1 a Huracán. Y, por supuesto, además de las condiciones que se le reconocían al arquero, también se hacía hincapié en su capacidad para responder ante los disparos desde los doce pasos.

En tiempos en los que, aunque en la Argentina hacía rato que los equipos apelaban al esquema táctico como WM (se podría traducir como 3-2-2-3 o 3-4-3), el periodismo insistía en presentar a los equipos con la antigua formación del 2-3-5 surgida en 1880 en Inglaterra y que en estas latitudes permaneció vigente hasta bien entrada la década del 30. Por eso, a Cozzi se lo presentaba acompañado por duplas de zagueros como Domingo Boero y Carlos Aldabe, Boero y Osvaldo Corral, Corral y Aldabe, José Piano y Antonio Iglesias y Víctor Gallardo y Juan Carlos Menéndez. Se hablaba de férreos tríos defensivos…

Con José Piano y Antonio Iglesias, dos de sus compañeros en la retaguardia de los calamares.

CAMPEÓN CON LA SELECCIÓN

Más allá de los nombres que lo acompañaran, Cozzi siempre sobresalía. Intocable en la valla de Platense, se quedó con dos de los tres penales que le ejecutaron en 1947: atajó los de Juan José Pizzuti, de Banfield, y Héctor Tablada, de San Lorenzo, en dos partidos en los que sus desempeños posibilitaron que su equipo empatara 2-2 en ambas ocasiones. No había dudas: el guardavalla del elenco de Núñez era uno de los mejores del país.

El fútbol argentino atravesaba un período espectacular en las competiciones internacionales. La Segunda Guerra Mundial cubría de sangre el territorio europeo, pero la pelota no se detenía en el extremo sur de América. La Selección dirigida por El Filtrador Guillermo Stábile se quedó con las ediciones del Campeonato Sudamericano -antigua denominación de la Copa América- de 1941, 1945 y 1946. Al técnico le sobraban las figuras y debía hacer equilibrio para formar planteles cuyas estrellas brillaban con un fulgor descomunal.  Tenía mil y una variantes para cada puesto y, obviamente, lo mismo ocurrió con los arqueros.

Gualco, Estrada, El Inglés Isaac López (Chacarita), Ricardo, Fernando Bello (Independiente), Ogando y Vacca fueron algunos de los que custodiaron la valla albiceleste en esos días. Para afrontar la Copa América de 1947 -la primera con esa denominación- en Ecuador, Stábile decidió que era tiempo de premiar las excelentes faenas de Cozzi. Así, el arquero de Platense recibió la convocatoria para atajar en ese certamen en el que Argentina hilvanó su tercer título consecutivo.  Su suplente fue Obdulio Diano, de Boca. 

La Selección que ganó la Copa América de 1947 tuvo en el arco a Cozzi.

El 2 de diciembre le tocó el turno a Cozzi de debutar en el Seleccionado. Fue en una goleada por 6-0 sobre Paraguay en Guayaquil. Lo acompañaron el capitán José Marante (Boca) -fue reemplazado por Juan Carlos Colman (Newell´s)-, Juan Carlos Sobrero (Newell´s), Norberto Yácono (River), Perucca (Newell´s), Natalio Pescia (Boca), Mario Boyé (Boca), Norberto Tucho Méndez (Huracán), René Pontoni (San Lorenzo), El Charro José Manuel Moreno (River) y Félix Loustau (River). El triunfo se gestó con tantos de Pontoni (tres), Moreno, Loustau y Méndez.

Apenas 48 horas después integró la formación que aplastó 7-0 a Bolivia. Dos conquistas de Boyé, otras tantas de Tucho Méndez y una de Pontoni, Di Stéfano -que ese día debutó en la Selección- y Loustau consumaron el contundente triunfo. Cozzi, por su parte, volvió a conservar la valla invicta. Su arco recién fue vencido el 11 de diciembre, cuando Carlos Gómez Sánchez y Valeriano López marcaron los goles de Perú, que cayó 3-2 a manos de Argentina. Moreno, Boyé y Di Stéfano anotaron para los de Stábile.

El único punto que cedió el elenco albiceleste en ese torneo fue en el 1-1 con Chile. La futura Saeta Rubia del Real Madrid abrió la cuenta para el Seleccionado nacional y Fernando Riera -como DT llevó a su país al tercer puesto en el Mundial 62- doblegó a Cozzi. Tras esa igualdad, se produjo otra arrolladora victoria: 6-0 contra Chile con goles de Mario Fernández, Di Stéfano (tres), Boyé y Loustau. El arquero de Platense faltó en el 2-0 sobre Ecuador saldado con tantos de Moreno y Méndez y en esa ocasión le tocó debutar a Diano.

Fenómenos como Américo Tesoriere, Amadeo Carrizo y Sebastián Gualco no ahorraron elogios para el arquero de Platense.

El principal rival de Argentina en esa Copa América fue Paraguay, que se mantuvo hasta el final en una posición expectante. Sin embargo, los de Stábile se alzaron con el título gracias al éxito por 3-1 contra Uruguay. Dos festejos de Méndez y uno de Loustau definieron el pleito en el que los celestes descontaron por intermedio de Julio César Britos. Las estrellas de Stábile redondearon una brillante campaña que incluyó seis triunfos, un empate, 28 goles a favor y cuatro en contra. Se consagraron con dos puntos de ventaja sobre los albirrojos, a quienes habían vencido en su primera presentación.

La edición del clásico rioplatense que consagró a Argentina en tierras ecuatorianas se desarrolló el 28 de diciembre y le puso el punto final a la trayectoria internacional de Cozzi. Fue su sexta y última presentación en el Seleccionado y su registro vestido de celeste y blanco terminó siendo impecable: seis partidos jugados, cinco ganados y uno empatado y recibió cuatro goles. El día de su despedida compartió la alineación titular con Marante, Sobrero, Yácono, Néstor Pipo Rossi, El Leoncito Pescia, Boyé, Tucho Méndez, Pontoni, El Charro Moreno y Loustau. Luego ingresaron Mario Fernández, Di Stéfano y El Turco Ezra Sued.

EL ARQUERO DEL SIGLO

El final de la unión de Cozzi con la Selección no se debió a que su nivel haya bajado drásticamente. Todo lo contrario. Tuvo relación directa con un momento crítico del fútbol argentino que empezó a manifestarse en 1948. El torneo parecía desarrollarse con absoluta normalidad, Platense se acomodaba en la mitad de la tabla y su arquero volvía a dar pruebas de su imbatibilidad en los penales al contener los de Enrique Cerioni (Huracán) y Marante (Boca). Sin embargo, una tormenta devastadora se avecinaba sobre todas las canchas del país.

Su dimensión de figura lo llevó a ser capitán de Millonarios.

Hacía bastante tiempo que los jugadores exigían mejoras en sus condiciones laborales. Sus ingresos eran insignificantes en comparación con las ganancias de los clubes. Encabezados por Fernando Bello -en ese entonces ya retirado-, Oscar Basso (San Lorenzo) y El Maestro Pedernera (se desempeñaba en Huracán), los futbolistas se hartaron y cuando faltaban cinco fechas para la finalización del torneo se declararon en huelga. Fue la primera medida de fuerza que enfrentó el gobierno de Juan Domingo Perón.

La Asociación del Fútbol Argentino (AFA) no tomó dimensión de la fuerza de la iniciativa y decidió terminar el certamen con jugadores amateurs. El título quedó en manos de Independiente, pero no hubo demasiado para festejar. Presionados por el Gobierno nacional, los dirigentes aceptaron las demandas de los futbolistas. O, al menos, eso parecía. Pocas fechas antes del inicio del campeonato del 49, ante las promesas incumplidas, se desató otra huelga de piernas caídas. Los clubes no tuvieron más opción que satisfacer las exigencias y la calma se reestableció. Bueno… no del todo.

Liderados por una figura como Pedernera, no solo un fenómeno dentro de la cancha, sino, además, un referente en la lucha por los derechos de sus colegas, muchos lo siguieron en un camino que desangró al fútbol local. El Maestro encabezó un éxodo de jugadores que partieron hacia ligas como la de Colombia y México, que ofrecían suculentos contratos. El antiguo centrodelantero de La Máquina de River en los años 40 fue el primero que partió y en los meses siguientes lo acompañaron las principales figuras.

La formación de Platense que compartió el segundo puesto con River en 1949.

Pese a ese marco de tumultuosa conflictividad, la pelota seguía rodando. Platense sorprendió con una campaña increíble y al final del torneo del 49 compartió el segundo puesto con River, ambos con 43 puntos, seis menos que Racing, que obtuvo su primer título de la era profesional luego de haberse visto perjudicado por la huelga del 48, cuando se perfilaba para ser campeón. Se dispuso que calamares y millonarios disputaran dos partidos para decidir quién era el escolta de La Academia.

Increíble, pero real, Platense no estaba al tanto de que debía vérselas con los riverplatenses y envió a su equipo a una gira por La Rioja. Según contó Cozzi en el libro dedicado a los 75 años del club, debieron viajar de apuro en tren para los duelos con sus vecinos de Núñez: perdieron 2-1 en el primer encuentro y 4-0 en el segundo. Esas derrotas fueron una gran decepción para un notable conjunto que salía a la cancha con Cozzi; Menéndez y Gallardo; Raimundo Sandoval, Manuel Rodríguez y Adolfo Mammana; Guito Vernazza, Báez, Federico Geronis, Francisco Rodríguez y Sayago.

Pedernera se había incorporado a Millonarios, de Colombia, en junio del 49. Poco a poco, se sumaron otras estrellas argentinas a ese equipo de Bogotá. Los primeros fueron los riverplatenses Pipo Rossi y Di Stéfano y luego llegaron Cozzi y su compañero Báez, de Platense; Hugo Reyes y Felipe Stemberg, quienes habían jugado con El Maestro en Núñez; Reinaldo Mourin, de Independiente, Oscar Corso (Huracán) y Adolfo Benegas, de San Lorenzo. Más tarde los imitaron Oscar Contreras (Atlanta), Roberto Martínez (Newell´s), Julio Stuka Ávila (Unión y luego Deportivo Cali). Con la incorporación de algunos uruguayos se completó una formación fantástica.

El Ballet Azul de Millonarios, un equipo único e irrepetible.

Millonarios revolucionó el fútbol de esa tierra. No jugaba partidos, daba funciones de gala dentro de la cancha. Se lo conoció como El Ballet Azul por sus extraordinarias actuaciones. Pedernera se erigió en la figura estelar. De hecho, aún hoy se lo considera el padre de ese deporte en Colombia. Entre 1949 y 1953 se alzó con el certamen de ese país en cuatro ocasiones. Sus presentaciones eran seguidas por una multitud que se enamoró del juego majestuoso de un equipo que fue el máximo símbolo de un período fabuloso en ese país que tuvo nombre propio: El Dorado.

Colombia se había convertido en lo más parecido a La Meca del fútbol. No solo Millonarios había nutrido sus filas con los mejores jugadores argentinos, ya que cerca de medio centenar de compatriotas de Pedernera, Di Stéfano, Rossi, Báez y Cozzi se repartieron por los diferentes equipos de ese país. El Ballet Azul fue el más exitoso de ese período con una alineación en la que convivían Cozzi; el paraguayo Julio César Ramírez (venía de Huracán), el uruguayo Raúl Pini, Corso, el peruano Ismael Soria; Báez, Pipo Rossi, el colombiano Zuluaga; Pedernera o Reyes, Di Stéfano y Mourín.

Fue en ese tiempo inigualable en el que Cozzi marcó su gol de penal al vencer en el mano a mano el duelo con su compatriota Julio Asciolo, del Deportivo Cali. La fama de Millonarios trascendió las fronteras colombianas y llegó hasta Europa, en particular a España. El 31 de marzo se midió con Real Madrid, que lo había invitado para celebrar sus 50 años de existencia. El conjunto bogotano se impuso 4-2 con una exhibición maravillosa de Di Stéfano, quien subyugó a los dirigentes merengues.

Con el colombiano Gabriel Ochoa Uribe, su suplente en Millonarios.

La historia es conocida: el argentino se sumó a ese equipo, se convirtió en uno de sus jugadores más célebres y quedó inmortalizado como La Saeta Rubia. Lo cierto es que Real Madrid no solo había depositado sus ojos en Di Stéfano, dado que también buscó contratar a Cozzi y a Rossi, pero esas transferencias no llegaron a concretarse. El guardavallas permaneció en Colombia hasta 1954 y se ganó el reconocimiento unánime en ese país, donde se lo recuerda como El arquero del siglo.

SIEMPRE CALAMAR

El éxodo del 49 se había dado en condiciones totalmente anómalas porque los jugadores abandonaron a sus clubes en busca de mejores posibilidades económicas sin importarles que tuvieran contratos firmados. En 1951 se tomó una medida para remediar esa situación: se firmó el Pacto de Lima, que obligaba a los futbolistas a regresar a las entidades dueñas de sus pases a partir de 1954. Ese fue el recurso para tratar de sanar las heridas de un deporte que había sufrido un impacto muy fuerte por la abrupta partida de gran parte de sus principales exponentes.

Para entender qué significó el éxodo bastaría con indicar que Argentina no concurrió al Mundial de 1950 en Brasil porque no tenía la certeza de poder conformar una Selección capaz de hacer un buen papel. La versión oficial de la ausencia indicó que estaban rotas las relaciones con las autoridades futbolísticas del país vecino por los incidentes en la definición de la Copa América de 1946. Sin embargo, los albicelestes faltaron porque la AFA no tuvo más remedio que admitir ante las exigencias de triunfo del presidente Perón que no había chances de ganar el título.

Su gol de penal contra Deportivo Cali.

Sea como fuere, el Pacto de Lima se respetó y Cozzi -al igual que sus colegas- debieron emprender el regreso. El arquero se reincorporó a Platense, al igual que Báez. Les tocó volver en 1955, un año en el que los calamares cumplieron una pobre campaña y descendieron por primera vez. A los 32 años, compartió la custodia del arco con Valentín Domínguez, quien había debutado justamente en su reemplazo durante la huelga del 48. Apenas jugó 11 partidos y debió alejarse del club que amaba con el alma porque los dirigentes decidieron no renovarle el contrato a cambio de que perdonara una deuda que tenían con él.

Firmó con Independiente mientras Platense sufría el inicio de una larga década en la que no formó parte de la elite del fútbol argentino. Atrás habían quedado 193 partidos entre los tres palos del equipo que lo había visto nacer. Arribó a Avellaneda en compañía de Jorge Maldonado, quien también había iniciado su carrera en El Calamar durante la huelga y que con el paso del tiempo se aseguró un lugar en la historia de los Diablos Rojos: creó el saludo con los brazos en alto que identificó al equipo en sus primeras gestas coperas de la década del 60 y se extendió por mucho tiempo.

También se reencontró con un viejo camarada de los días felices en Millonarios. El técnico de Independiente era nada más y nada menos que Pedernera, quien se había retirado poco después de su reincorporación a Huracán en 1954 y del otro lado de la línea de cal compartía con sus dirigidos sus amplios conocimientos de fútbol. Y de fútbol, pocos sabían más que Pedernera… Por algo le decían El Maestro.

Un póster de El Gráfico del Independiente de 1957 con Cozzi como guardavalla.

El 17 de junio de 1956 actuó por primera vez en su nuevo equipo en el empate 0-0 con Tigre en el antiguo estadio de La Doble Visera de Cemento, hoy reformado y convertido en el Libertadores de América – Ricardo Enrique Bochini. Los once del Rojo fueron Cozzi; Maldonado, Jorge Mousegne; Alberto Britos, David Acevedo, Jorge Urriste; Rodolfo Micheli, Carlos Cecconato, Ricardo Bonelli, Ernesto Grillo y Osvaldo Cruz. No eran días felices para Independiente, que contaba con una famosa delantera que solía trasladarse íntegra a la Selección.

Por si hacía falta ratificar que sus virtudes estaban intactas, ese año Cozzi le atajó un penal a Orlando Nappe, de Argentinos. En 1957 sumó otra contención contra José Bolaña, de Ferro. Él todavía se destacaba, pero a Independiente no le iba bien, al punto que por segundo torneo consecutivo terminaba perdido en la mitad de la tabla. Nada cambió doce meses más tarde: otra vez lejos de la punta y también de las posiciones de retaguardia y el arquero le negó una conversión desde los doce pasos al Loco Corbatta, un especialista en la materia.

Cuando Pedernera dejó su puesto lo sustituyó Alejandro Galán, un entrenador de un carrera cuanto menos curiosa. Había sido boxeador y, tras un comienzo no del todo feliz en los rings argentinos, se mudó a Brasil y adoptó el nombre de Jim Lópes. Ese deporte fue prohibido por el gobierno del presidente Getulio Vargas y Galán / Lópes optó por dedicarse a la preparación física. Luego devino en técnico y fue campeón con Palmeiras y San Pablo. Esos títulos le abrieron la puerta en Independiente. Lo primero que hizo cuando depositó sus pies en Avellaneda fue prescindir de Cozzi.

Sus últimos años en el fútbol lo llevaron a defender la valla de Independiente de Mar del Plata. 

Ya con 37 años, el arquero se despidió del fútbol grande y aceptó una propuesta de Banfield, que estaba en la Primera B. Jugó una decena de partidos y uno de ellos le dolió en el alma: el que lo enfrentó con Platense. El Taladro perdió 4-2, pero Cozzi sufrió por duplicado: por la derrota y por tener enfrente al equipo de toda su vida. Corría el tiempo y debía pensar qué destino darle a su último tramo como profesional dentro de la cancha. Partió en 1960 rumbo a Tres Arroyos para atajar en Oriente y poco después en su camino apareció un viejo conocido.

En 1961 volvió a Millonarios, que lo contrató como futbolista y técnico. Su gestión como entrenador no duró demasiado porque lo sustituyó Gabriel Ochoa Uribe, que había sido suplente suyo en El Ballet Azul. Atajó 12 veces y dejó Colombia con otro título debajo del brazo. Un año más tarde, ya con cuatro décadas de vida, pasó por Independiente de Mar del Plata. Sintió que no tenía nada más para hacer y colgó los guantes. Había hecho demasiado por el puesto.

Trabajó, como no podía ser de otro modo, en las inferiores de Platense y también aceptó ser técnico interino de la Primera en 1966. Hasta su muerte, el 25 de septiembre de 2011 a los 89 años, casi no faltó a los partidos en la cancha de Vicente López. Se sentaba en la platea y charlaba de fútbol con los viejos hinchas que lo reconocían y que les contaban a sus hijos o nietos que ese señor de cabellos blanquecinos había sido el mejor arquero de la historia del club. Más que eso: había sido un emblema del Calamar.

No se perdia un solo partido de Platense.