EL RINCON DEL HISTORIADOR

José Guth y la gran exposición de dibujos en Buenos Aires

La Gaceta de Buenos Aires del 26 de abril de 1817 daba a conocer que “José Guth, últimamente llegado de París, profesor de dibujo, pintura histórica y retratista al óleo, tiene el honor de participar al público que vive en la calle de la Catedral, de la plaza dos y media cuadras para el Retiro, a mano izquierda, en los altos de la casa de la Sra. María Thomson. Le lisonjea que desempeñará con la mayor exactitud y esmero las funciones de su arte en obsequio de las personas que tengan a bien ocuparlo, también dará lecciones de dibujo en casas particulares”.

No le fue difícil encontrar trabajo, su mérito lo precedía. Ya fue uno de importancia el que obtuvo cuando el Consulado en su sesión del 2 de agosto “nombró Director de la Academia de Dibujo a D. José Hull (así lo escribieron), de nación suiza, de conformidad con los señores de la Junta de Gobierno extrajudicialmente en 100 pesos de sueldo al mes por la grave necesidad que tenía de él para el adelantamiento de la Academia, que se acordó continuase, dándose cuenta a S.E. para su aprobación, y que los dos maestros actuales D. José Ledesma y D. Vicente Muñoz queden en clase de ayudantes, con 25 pesos mensuales el primero, y el segundo con 12, desde el primero del corriente”.

Contaba por entonces unos 30 años, se domiciliaba en los cuartos que alquilaba en los altos de su casa Mariquita Sánchez de Thompson, lo que indudablemente lo vinculó a la mejor sociedad porteña, junto con sus condiciones artísticas y personales.

Hombre de talento e innovador organizó la gran exposición de dibujos de sus alumnos en el salón del Consulado desde el 17 al 20 de enero de 1818, que el público podía visitar de 10 a 12 y de 17 a 19. Podemos afirmar que fue la primera gran muestra realizada en nuestra ciudad, ya que un mínimo intento con la mejor voluntad lo había hecho fray Francisco de Paula Castañeda en su escuela de la Recoleta, dos años antes.

UNA EDUCACION LIBERAL

La inauguración se realizó con el boato correspondiente, presidida por el director Pueyrredon, las corporaciones, funcionarios, oportunidad en la que el secretario del Consulado José Manuel Báez según los diarios de la época expresó: “Los políticos se afanan en buscar esa deseada balanza en que se equilibren los poderes, que consideren como ímprobas sus tareas si no reputan que la verdadera solución del problema es sembrar la semilla de una educación liberal para recoger los frutos sazonados del estudio y los talentos; que contemplando los adelantamientos que ha hecho la juventud argentina en el dibujo, no crea ver sino los prósperos destinos de una generación industriosa y de una nación comerciante y rica que será feliz sin necesidad de fomentar intrigas para usurpar al mérito sus recompensas”.

Dos días antes, los miembros del Consulado, Joaquín Belgrano, León Ortiz de Rozas y Ángel Fernández Blanco, dieron cuenta de los premiados por el jurado que presidía Guth, a quien acompañaba su ayudante Ledesma y los ingenieros Jacobo Boudier y Próspero Catelin. Se establecieron tres categorías de premios, con un primero, un segundo y menciones especiales, todos premiados con medallas de oro y plata.

En la muestra de los trabajos, tres dibujos de María Cresencia Boado, merecieron el unánime reconocimiento de los concurrentes, lo que reconoció el Consulado en una carta firmada por los arriba mencionados miembros, señalando que eran “fruto de los talentos y aplicación de Ud.”

Contrariamente al deseo del público sus obras no merecieron premio alguno porque no era alumna de esa escuela, aunque ella obsequió dos de los mismos al director Pueyrredon y el otro a la entidad anfitriona para que se colocara en el salón de la Academia de Dibujo.

La tarea inmensa que recaía sobre Guth, la falta de pago de un escudo realizado por él para las fiestas mayas de 1819, hicieron que lo alejaran de la dirección en setiembre de ese año, trasladándose a Montevideo donde retrató al general Carlos Federico Lecor, barón de Laguna; a Santiago Vázquez y a Francisco Juanicó.

Paso después a Río de Janeiro, adonde llegó en agosto de 1820, según consta en el documento de ingreso “suizo, de 32 años, soltero, viene de Santa Catalina en la sumaca San Antonio, de oficio pintor, vive en la calle da Ajuda en la casa de Martioil”.

EN LA UNIVERSIDAD

Regresó a Buenos Aires, ya que en enero de 1822 era designado para ocupar la cátedra de dibujo de la Universidad creada poco antes con un sueldo de 700 pesos y antigüedad al primer día del año. Tuvo en ese curso 132 alumnos entre ellos Mariano Moreno (h), Félix y Esteban Echeverría, Pedro Varangot, Francisco Viamonte, Mariano Balcarce, José Pino, Francisco Viamonte y Diego Wilde. Años después se formaron junto a él Carlos Morel y Fernando García del Molino, nombres destacados del arte nacional. Ocupaba el establecimiento la sala más amplia del edificio de los padres de la Compañía, mereció el favor del público y se le hicieron no pocos donativos, entre otros Ruperto Albarellos y su mujer Isabel Pueyrredon acercaron grandes cuadros al óleo, que representaban la vida de Josef.

Hombre de inquietudes presentó en noviembre de 1826 al gobierno un Prospecto del establecimiento de un museo, creación que no se concretó por la Guerra con el Brasil. A raíz de problemas de salud en 1828 renunció a la cátedra y marchó a buscar una mejoría en un establecimiento rural en Entre Ríos, donde falleció trágicamente años más tarde.

Obra suya fue el retrato del Pbro. Dr. Antonio Sáenz como lo comentamos en la nota de la semana pasada, óleo que se encuentra en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires; los de Tomasa de la Quintana de Escalada, respetable matrona y suegra del general San Martín y de Bernardina Chavarría de Viamonte, una de las fundadoras de la Sociedad de Beneficencia; que guardan el Museo Histórico Nacional.

Uno de los más logrados por lo preciso y ajustado es el de don Juan de Dios Sáez, diputado provincial de Mendoza, que lo presenta tres cuartos de perfil, con fondo oscuro, del que, mediante el empleo de una luz lateral, el rostro, chaleco y camisa adquieren una real presencia. Esta obra se encuentra en la Junta de Estudios Históricos de esa provincia, a cuyo presidente el colega y amigo Dr. Raúl Romero Day le agradezco la deferencia en el envío de la foto que ilustra este artículo.

El Deán Funes enterado de su minuciosidad lo contrató para la restauración de algunos cuadros.

No poco mérito reunió este artista suizo, a quien evocamos cercanos a la fecha de su tierra natal, porque decidido a instalarse entre nosotros pidió el 26 de agosto de 1824 al gobierno la carta de ciudadanía que inmediatamente le fue acordada. Nos atrevemos a pensar que probablemente sea el primero de esa nacionalidad que la obtuvo entre nosotros.