A orillas del Mar Mediterráneo y en la ciudad de Niza que hoy pertenece a Francia, pero cuando él nació dependía del reino de Cerdeña, nace José Garibaldi, el que fue quizá el hombre que hizo más por la unidad de Italia, transformando sus distintos reinos y ducados en lo que fue después la República de Italia.
Nació el mismo día de la Independencia de los EE.UU. un 4 de julio, pero 27 años después, en 1807.
Ya de pequeño, le dolía toda injusticia y esta breve anécdota lo demuestra: Tenía12 años y se había tomado a trompadas con un compañero de colegio. La maestra sólo observó al otro chico pegándole al niño Garibaldi y le propinó a aquel una sonora bofetada, que dio en el rostro de su adversario.
Inesperadamente, el jovencito Garibaldi tomó el brazo de la maestra diciéndole: -“Ud. está cometiendo una injusticia”.
Pero la injusticia le tocó a él porque a raíz de su expresión fue expulsado del colegio. Creo que está delineada la personalidad del hombre José Garibaldi.
Ya de adulto su estricto sentido de la justicia, le valió persecuciones y cárcel. Pero la dignidad es un sentimiento tan noble que compensa las pérdidas que causa.
Y una de esas pérdidas fue el hecho que tuvo que huir de su país.
Entonces se hizo marino, domador de potros, agricultor. Recorrió y vivió en varios países de Europa, luego en el Norte de Africa, en Túnez, exactamente. Hasta que a los 29 años llegó a Brasil. Allí conoció a Anita, que sería el amor de su vida. Se casó con ella y tuvo 3 hijos.
Peleó en Brasil por la causa de una región, que quería transformar en República, el estado de Río Grande.
Con la derrota huye a Uruguay y allí también como jefe de la Marina de Montevideo enfrenta a Oribe, que significaba enfrentar a Rosas e incluso al Almirante Brown. Este lo vence en una batalla naval –recordemos que Garibaldi era marino- Brown consigue apresarlo. Rosas le ordena que ejecute a este rebelde. Brown en un gesto de nobleza, reconociendo sus ideales, lo deja escapar.
Y ya está en Italia. Tiene ahora 41 años. Otra vez peleando, siempre contra la arbitrariedad y la injusticia. Y por su patria.
Su vida de 75 años estuvo signada por numerosas batallas, con un alto porcentaje de derrotas. Varias veces fue hecho prisionero y otras tantas pudo huir. Como republicano que era, no simpatizaba con la monarquía.
Solía decir: “No creo en los hombres providenciales ni en los semidioses. Por eso no puedo ser monárquico”.
Pero su patriotismo se impuso a sus principios. Y entendió que Víctor Manuel, que gobernaba uno de los reinos, podía contribuir a hacer de Italia una nación unificada y poderosa. Y logrando este objetivo, le importaba menos que fuera rey de una Italia unida.
Por fin logra cristalizar sus sueños. Italia se unifica bajo el reinado de Víctor Manuel. A los 67 años es elegido diputado.
Su salud está resentida. Su lucha sin pausas lo ha debilitado. Sus últimos años los pasó en el campo, rodeado del afecto y la valoración de su pueblo.
Sus vecinos lo admiraron totalmente, porque entendieron que fue un hombre que pudo soportar muchas derrotas. Pero que jamás habría soportado el deshonor.
Y un aforismo final para José Garibaldi, que cedió muchas cosas, pero que jamás se cedió: “Todos pueden seguir la corriente. Pocos pueden enfrentarla”.
Nació el mismo día de la Independencia de los EE.UU. un 4 de julio, pero 27 años después, en 1807.
Ya de pequeño, le dolía toda injusticia y esta breve anécdota lo demuestra: Tenía12 años y se había tomado a trompadas con un compañero de colegio. La maestra sólo observó al otro chico pegándole al niño Garibaldi y le propinó a aquel una sonora bofetada, que dio en el rostro de su adversario.
Inesperadamente, el jovencito Garibaldi tomó el brazo de la maestra diciéndole: -“Ud. está cometiendo una injusticia”.
Pero la injusticia le tocó a él porque a raíz de su expresión fue expulsado del colegio. Creo que está delineada la personalidad del hombre José Garibaldi.
Ya de adulto su estricto sentido de la justicia, le valió persecuciones y cárcel. Pero la dignidad es un sentimiento tan noble que compensa las pérdidas que causa.
Y una de esas pérdidas fue el hecho que tuvo que huir de su país.
Entonces se hizo marino, domador de potros, agricultor. Recorrió y vivió en varios países de Europa, luego en el Norte de Africa, en Túnez, exactamente. Hasta que a los 29 años llegó a Brasil. Allí conoció a Anita, que sería el amor de su vida. Se casó con ella y tuvo 3 hijos.
Peleó en Brasil por la causa de una región, que quería transformar en República, el estado de Río Grande.
Con la derrota huye a Uruguay y allí también como jefe de la Marina de Montevideo enfrenta a Oribe, que significaba enfrentar a Rosas e incluso al Almirante Brown. Este lo vence en una batalla naval –recordemos que Garibaldi era marino- Brown consigue apresarlo. Rosas le ordena que ejecute a este rebelde. Brown en un gesto de nobleza, reconociendo sus ideales, lo deja escapar.
Y ya está en Italia. Tiene ahora 41 años. Otra vez peleando, siempre contra la arbitrariedad y la injusticia. Y por su patria.
Su vida de 75 años estuvo signada por numerosas batallas, con un alto porcentaje de derrotas. Varias veces fue hecho prisionero y otras tantas pudo huir. Como republicano que era, no simpatizaba con la monarquía.
Solía decir: “No creo en los hombres providenciales ni en los semidioses. Por eso no puedo ser monárquico”.
Pero su patriotismo se impuso a sus principios. Y entendió que Víctor Manuel, que gobernaba uno de los reinos, podía contribuir a hacer de Italia una nación unificada y poderosa. Y logrando este objetivo, le importaba menos que fuera rey de una Italia unida.
Por fin logra cristalizar sus sueños. Italia se unifica bajo el reinado de Víctor Manuel. A los 67 años es elegido diputado.
Su salud está resentida. Su lucha sin pausas lo ha debilitado. Sus últimos años los pasó en el campo, rodeado del afecto y la valoración de su pueblo.
Sus vecinos lo admiraron totalmente, porque entendieron que fue un hombre que pudo soportar muchas derrotas. Pero que jamás habría soportado el deshonor.
Y un aforismo final para José Garibaldi, que cedió muchas cosas, pero que jamás se cedió: “Todos pueden seguir la corriente. Pocos pueden enfrentarla”.
