El pasado viernes se celebró el Dia del Bibliotecario y viene a nuestra memoria que el 23 de diciembre del año pasado, se cumplió el centenario de la muerte del eminente riojano Joaquín V. González, conmemoración que debemos atribuir a las fiestas navideñas o a las próximas vacaciones, pasó casi desapercibida.
Don Joaquín, gobernador de su provincia natal a los 25 años, diputado nacional, ministro del Interior, escritor de obras educativas, literarias, históricas y jurídicas, ensayista, traductor, constitucionalista, docente, fundador y rector de la Universidad de la Plata, miembro de la Junta de Historia y Numismática (hoy Academia Nacional de la Historia) y de la Real Academia Española, senador al momento de su deceso, fue también colaborador de La Prensa y otros medios.
Para conmemorar a González en su centenario sus comprovincianos Roberto Rojo y Marcos Vidable, con total acierto han dado a conocer un Diccionario gonzaleano en una colección con el nombre de Mirada en el tiempo título de una obra de Arturo Marasso, otro riojano y colaborador de La Prensa.
En vez de una biografía tomaron una serie de términos que trabajaron bajo su dirección 23 autores: Rita Anzalaz, Débora Barrionuevo, Ranulfo Bazán, Sergio Chumbita, Rubén Díaz, Franco Frogel, Pedro Goyochea, Cristina Juárez Oro, Fernando Justo, Ariel López, Oscar Munuce, Valeria Núñez, Héctor Oyola, Adriana Plaza Karki, Luis Quintero, Víctor Robledo, Abraham Roldán y Juan Pablo Vergara de La Rioja; Flavia Daniele de Córdoba; Eliana de Arrascaeta de Buenos Aires; Martín. López Armengol de La Plata, Mónica Olivera de Catamarca y Raúl Peralta de Santa Cruz.
VOCACION DE LECTOR
Así confesó González el origen de su vocación de lector: “Mi abuelo Maximiliano Dávila no ocupó altas posiciones, pero alimentaba sin cesar su inteligencia con las serias y escogidas lecturas de si rica biblioteca, la primera que despertó en mi la vocación por las letras”. Cuando en 1870 siendo un niño según sus propias palabras contrajo la “incurable enfermedad de los libros”, se inauguró en Nonogasta la Biblioteca Pública. Después de las formalidades protocolares los presentes fueron invitados a conocer las nuevas instalaciones: “Me colé primero entre las piernas de los que invadían la sala y me quedé inmóvil de asombro ante tal cantidad de libros, inverosímil para mis entendederas. -¿Y habrá quien se sepa todo esto de memoria?- fue la pregunta que me formulé en monólogo interior, interrumpido en lo más interesante por la música y los cohetes”.
Ese episodio le dio un entretenimiento, que habría de ser fundamental en su futuro: “Sentí clavada en mi cabeza la idea de una biblioteca, de la cuál yo fuese dueño, pero con muchos, muchísimos libros. En casa los había; haría un viaje a la finca señorial de mis abuelos, donde recordaba haber visto un armario lleno, que nunca me atreví a tocar. Saldría a pedir a los amigos de mi familia los que tuviesen, los que ya hubiesen leído, y si no querían dármelos, por lo menos prestados habrían de cedérmelos. Nunca emprendí una tarea con más entusiasmo, ni con más fe”.
En 1890, González ejercía la primera magistratura de su provincia. Recordaba a Nicolás Avellaneda aquel gran propulsor de la educación como ministro de Instrucción Pública de Sarmiento y durante su presidencia, como de las bibliotecas populares. Siguiendo su ejemplo, cuando “asumió el mando, realizó entre sus primeros actos el proyecto de fundar la Biblioteca Pública de aquella provincia” según lo señaló La Prensa. Agregaba la noticia que “al mismo tiempo como órgano de la institución, apareció la Revista de la Biblioteca que atrajo la atención de todos los hombres estudiosos y pensadores del país, provocando los juicios más favorables aquí y en varias de las más adelantadas repúblicas sudamericanas. Era en su género la única publicación en la República, y la hacía más simpática el hecho de ver la luz en una de las provincias más lejanas de nuestra capital y que por mucho tiempo ha permanecido olvidada…”.
Corría la crisis del 90, y añadía La Prensa: “Fundada la Biblioteca y la Revista, su órgano, con el concurso firme y entusiasta de los escritores más renombrados de nuestros círculos literarios, se presentaron algunas dificultades emanadas de la crisis que ha hecho tabla rasa de todas las instituciones nuevas, e hicieron peligrar la existencia de aquel establecimiento. El envío de libros se paralizó, y el público, preocupado de otras cosas inmediatamente más positivas, escatimó su protección a la Biblioteca. A fin de salvar la institución que se había levantado sobre una base sólida, el Dr. González concibió la idea de refundarla, hasta la vuelta de mejores tiempos por lo menos en la biblioteca del Consejo de Educación de la provincia, y a fin de aumentar el plantel de la librería, hizo donación de un gran número de volúmenes de su biblioteca particular, muy rica en obras jurídicas y literarias”.
Los últimos años, hemos visto que algunos ministros o altos funcionarios terminaron su carrera universitaria…, aunque a veces su actuación pública estuvo lejos del brillo de esos publicitados exámenes. Lo mismo le sucedió a Joaquín V. González, en julio de 1886 al ser electo diputado, era doctor en jurisprudencia por la Facultad de Derecho de la Universidad de Córdoba, pero para obtener el título de abogado debía cursar dos materias que no pudo concretar, ya que se trasladó a Buenos Aires.
Pasaron diecisiete años y el ministro del Interior se presentó en la Universidad de Córdoba y el 13 de abril de 1903, rindió el examen final. El Dr. Guillermo Rothe profesor de Derecho Constitucional fue uno de los testigos de esa prueba y escribió: “González no sólo respondió a la bolilla, sino que dio a los profesores que lo examinaban una conferencia magnífica sobre lineamientos generales del curso de Minas. Los ilustra y deleita con su disertación”.
Manuel Mayol, el famoso ilustrador de Caras y Caretas en la edición del 18 de abril, caricaturizó bajo el título El colado que acá publicamos, a González a la salida de la Universidad con el título de abogado en el bolsillo, mientras se da el siguiente diálogo:
“¿Cuántos puntos sacaste?
-Diez
-¡Diez puntos! ¿Pues que te preguntaron?
Que para que me había tomado la molestia de dar examen siendo Ministro”.
AGIL LECTURA
Hombre superior, este libro de Roberto Rojo y Marcos Vidable, de ágil lectura abre muchas ventanas para los que quieran acercarse a don Joaquín V. González, como las que hoy nos permitió recordar su amor por los libros y sus años iniciales en la función pública. Uno de los grandes egresados de la Universidad de La Plata que fundara, el doctor René Favaloro, afirmó que el Rector escribió la lección de optimismo que se entregaba a los egresados al recibir su título: “A mí no me ha derrotado nadie”. Bien vale seguir esa lucha por él iniciada en favor de la educación y la cultura, tantas veces magullada.