Joaquín Catarineu, continuador de un legado e interesante sorpresa del teatro musical

Con dos obras en cartel y otra en camino, transita un año lleno de proyectos. El joven actor y cantante sale a escena en ‘Tin Pan Alley’ y ‘Avenida Q’, y pronto protagonizará ‘Derechos torcidos’.

Cuando se le señala a Joaquín Catarineu lo excepcional de su recorrido artístico y el interés que despierta su trabajo entre directores, productores teatrales y público, agradece el comentario y se declara “contento y motivado. Se me dieron varios proyectos juntos, todos muy lindos, y los estoy disfrutando”, sostiene.

Alude a la segunda temporada de ‘Tin Pan Alley’, que acaba de reestrenarse en una sala de San Telmo, y al reciente debut de ‘Avenida Q', la irreverente comedia musical que desembarcó en el Maipo. También al inicio de los ensayos de ‘Derechos torcidos', una obra familiar con un significado muy especial para él, que lo tendrá como protagonista.

Pero antes de todo eso, Joaquín fue el frustrado Kevin de ‘Lo quiero ya’, fue Aroldo en la hilarante ‘La desgracia’ y el soñador Pablo en ‘La tentación del viaje’, entre otros trabajos que han ido dejando huella.

De ‘Tin Pan Alley’, que sube a escena los viernes a las 20.30 en Cástor y Pólux (Tacuarí 955), lo motiva que “es un espectáculo atípico para lo que suele verse en Buenos Aires, una suerte de homenaje a la época dorada de Broadway y a los grandes autores que hicieron que al día de hoy el teatro musical sea lo que es”.

“El lugar es bellísimo, el último que inauguró Lino Patalano, y le da un marco ideal al espectáculo que dirige Pablo Gorlero. Con él venimos trabajando juntos hace un tiempo y siempre me da una confianza que me estimula. En este caso me dijo ‘vas a hacer un poquito de todo lo que sabés', y es así que canto, toco el piano y hago algo de tap. Me atrae porque son cosas bastante distintas entre sí, pero las canciones se prestan”. Junto a Catarineu animan ‘Tin Pan Alley’ Daniela Rubiatti, Agustín Iannone, Luly Chouhy, Cecilia Cáceres y Manu Ntaka, con Juan Ignacio López al piano.

Bien lejos de la intimidad que propone el café concert, Catarineu actúa cada martes en su “primer musical de Broadway”, como le entusiasma decir. “Es un desafío enorme”, sentencia sobre la experiencia de ‘Avenida Q’. “Sobre todo por el código tan particular que tiene la obra, en la que un grupo de títeres lleva el relato. Es una técnica nueva, al menos para los que estamos en el equipo, y hubo mucho que aprender para poder abrirse a un universo totalmente distinto. Con el agregado de que quienes les damos vida a los títeres no manejamos uno sino varios”.

Melania Lenoir (la directora) es una capitana increíble de este barco; nunca había trabajado con ella y estoy súper contento de poder hacerlo”, confiesa quien se luce de igual a igual con artistas más experimentados como Nacho Pérez Cortés, Lali Vidal, Julián Rubino y Manuel Victoria.

 

EL OFICIO

Joaquín es único hijo del gran Roberto Catarineu y Camila Balassi, bailarina y actriz. Sus padres se conocieron en el musical ‘Yo y mi chica’, que la mexicana Olivia Bucio y Víctor Laplace protagonizaron en el Astral en 1989. “Mamá era parte del ensamble, le tocó reemplazar a una actriz que no podía continuar y ahí formó pareja con papá. Nací en un hogar lleno de arte. Tuve la oportunidad de acompañar a papá desde muy chico al teatro y los sets de grabación, y siempre me generó mucho interés todo eso”, comparte con apasionamiento.

Y continúa: “En las temporadas de verano, no sólo iba a los estrenos sino que me daba curiosidad ir muchas veces para ver las obras desde distintos puntos de la sala: desde la platea, desde el pullman o entre patas. El hecho de la repetición me llamaba la atención, sentía que ahí estaba lo lindo, que era cierto que no hay dos funciones iguales. Con seis o siete años recuerdo que le marcaba a papá cuánto había demorado en decir una frase o alguna variación en sus intervenciones. Mis padres nunca me explicaron la profesión, pero me lo hicieron saber a través de su trabajo. Y a mí eso me producía una profunda admiración”.

 

RIO PLATEADO

Su primer encuentro con el arte escénico de manera formal se produjo a los ocho años cuando se incorporó a la escuela Río Plateado, de Hugo Midón, quien había dirigido a su padre en obras inolvidables como ‘Narices’ y ‘Vivitos y coleando’. Joaquín estudió allí tres años, los últimos de la escuela, hasta el fallecimiento del genial autor. Recuerda que sonaban como un mantra en aquellos salones las canciones que había cantado su papá y ahora le tocaba interpretar a él.

El ingreso a la secundaria ("en un colegio de doble escolaridad, muy exigente") hizo que se alejara de ese mundo. "Iba a audiciones, sí, y a veces quedaba, pero no podía hacer los trabajos por el colegio. En el fondo, sentía que era una etapa en la que debía enfocarme en el estudio, ya habría tiempo para lo artístico -admite sobre su yo adolescente-. Después sí, cuando terminé la secundaria inicié la Licenciatura en Artes Escénicas en UADE porque me interesaba tener una formación más estructurada. Fue un reencuentro muy emotivo con muchas cosas artísticas que por unos años había dejado de lado, y una reafirmación de mi amor por esta profesión”.

Justamente, gracias a la carrera y a su profesor de música Francisco Martínez Castro, a los 19 años debutó en el teatro comercial en ‘La desgracia'. "Estudiaba la teoría a la mañana y a la noche la ponía en práctica sobre el escenario", bromea. "Un año antes me había tocado ir a ver, como estudiante, dos grandes proyectos de teatro musical autogestivo: 'La desgracia' y 'Lo quiero ya', y después terminé trabajando en los dos. Fue como cumplir un sueño".

 

MIDON Y GIANNI

Convocado por Nicolás Alan Medina y Estudio Z, Joaquín brindó el año pasado dos conciertos en homenaje a la obra poética y musical de Hugo Midón y Carlos Gianni. "Cuando me llamaron para esas presentaciones pensé en un repertorio que me representara fielmente, y estaba cantado que debía ser del universo de Hugo y Carlos, a quienes conocí desde muy chico. Así que le ofrecí a Carlos sumarse y enseguida dijo que sí. Fue emocionante trabajar con él en su estudio, donde treinta o cuarenta años antes mi papá ensayaba con los elencos de 'Narices' y 'Vivitos y coleando'".

En ese reencuentro hay que buscar el germen de un proyecto que lo mantiene expectante: el regreso de 'Derechos torcidos’, obra de Midón y Gianni que va a protagonizar a partir de junio.

-¿Había visto el estreno en 2005?

-Sí. Yo era pequeño pero me acuerdo de haber presenciado aquella versión tan icónica, con el maravilloso Osqui Guzmán en la piel de Pocho, el personaje que ahora me toca interpretar. Desde un punto de vista formal, va a ser el primer material de Midón y Gianni que voy a hacer en teatro y me tiene muy ilusionado.

-Lejos de rehuir al legado de su padre, parece encarar este tipo de proyectos como una suerte de homenaje.

-Es así. Cada tanto me preguntan si no me pesa la comparación o si sufro una presión extra, y la verdad es que no, para nada. No puedo sentir más orgullo de las raíces que tengo y de seguir este camino. Y si me toca asumir este pase de posta de un universo creativo tan maravilloso, no duden que me haré cargo. Mi misa de todos los domingos era ir a ver 'Vivitos y coleando' al Picadero y siento un amor profundo por todo ese material maravilloso. Por la vigencia que tienen, qué bueno que este tipo de obras continúen en cartel. Midón y Gianni fueron unos adelantados y sus obras, con un mensaje tan potente, están más vigentes que nunca.