La actriz y cantante recientemente fallecida, en un retrato minucioso que traza el periodista Nicolás Kasanzew

Jane Birkin, del escándalo a la gloria

La entrevistó en 1979, diez años después de que dejará al mundo boquiabierto con la canción ‘Yo te amo, yo tampoco’, que grabó junto a su pareja Serge Gainsbourg. Su paso por el cine, la fama y sus inseguridades.



Para aquellos de cierta edad, el nombre de Jane Birkin está asociado a ‘Yo te amo, yo tampoco’, la canción que interpretó con su pareja Serge Gainsbourg y que escandalizó al mundo en los años ‘60. Los de edad más joven quizá hayan escuchado hablar de las carteras Hermes bautizadas con su nombre, que cuestan igual o más que un automóvil. Victoria Beckham tiene más de cien, de colores diversos.

Entrevisté a la recientemente fallecida actriz y cantante anglo-francesa para el programa ‘Mónica presenta’, de Canal 13, en 1979.

Habían pasado diez años desde que shockeara a todos con ‘Yo te amo, yo tampoco’, y ya no era la Lolita de aquella producción erótica, que muchos calificaron de obscena y algunos países prohibieron.

Nos impresionó que nos recibiera a mi y al camarógrafo, el ‘Negro’ Castillo, con una remera blanca toda raída: para esa época era una novedad absoluta. Extremadamente delgada, frágil, etérea, de piernas interminables, la percibí desamparada.

Le pregunté de entrada si la había hecho feliz el éxito que logró, exponiéndose tanto y convirtiéndose en aquellos tiempos en el símbolo de la libertad sexual. "Yo hubiera preferido ser enigmática", me contestó. "Amo el misterio, el tesoro escondido, me hubiera gustado ser más misteriosa".

MUÑECA

Jane Birkin había desembarcado en Francia en los momentos en que Gran Bretaña electrizaba culturalmente al mundo con los Beatles, los Rolling Stones, Mary Quant y su invento de la minifalda. La joven de silueta andrógina, con grandes ojos de cervatillo asombrado y candor a flor de piel, se convirtió en un abrir y cerrar de ojos en la sulfurosa muñeca del cantante y actor de aspecto tenebroso, Serge Gainsbourg.

El atractivo que tenía este personaje -no era precisamente un Adonis- siempre fue un enigma para mí. Pero en Francia era una superestrella y llegó a ser considerado allí como el músico más influyente de su tiempo. El le llevaba 18 años y Jane estaba perdidamente enamorada.

-Tan diferentes, usted y él. El sombrío, usted luminosa, ¿Qué lo atrajo en Serge?

-El tiene un aire sombrío, es cierto. “Loco y peligroso”, como decían de Lord Byron. Pero es un payasito. Nunca conocí un poeta o escritor poseedor de tamaña fantasía. Adora divertir a los niños contándoles cuentos. Le gusta que lo visite la gente, es muy accessible. Al mismo tiempo es muy sarcástico, cáustico, provocador, puede llegar a ser cruel con tal de hacer un juego de palabras. Pero es gracioso, y nada hay más seductor que la jocosidad. El es diferente a todas las personas que conocí. Bastante degenerado, pero puro al mismo tiempo. Además, nunca encontré una persona tan generosa, capaz de sacar billetes de 500 francos y dárselos al ocasional taxista, para que se haga los dientes.

Gainsbourg podía estar cuatro meses sin bañarse -así lo señaló Jane en sus memorias- y tenía los pies negros de roña, pero ella lo amaba tan apasionadamente que llegó a arrojarse al río Sena, simulando un intento de suicidio, para llamar su atención.

-¿Le costó triunfar en Francia ?

-Los franceses me han hecho el regalo de aceptarme muy rápido. Se divertían conmigo, en gran parte debido a mi acento y a mis faltas en francés. Y es, sin duda, el motivo por el cual no hice mucho esfuerzo por mejorarlo. En la filmación de ‘La piscina’, el director Jacques Deray me hacía hablar con un lápiz en la boca para que articule mejor. Era humillante y no sirvió para nada. Pero después hice ocho películas en dos años.

LA LIBERTAD

-¿Por qué son tan populares, usted y Serge? -No exageremos, tampoco somos los Kennedy. Seguramente porque encarnamos una forma de libertad. Parecerá interesante nuestra diferencia de edad, nuestro modo de vida, nuestra ausencia de tabúes…

-Usted marcó un estilo.

-No soy consciente de ello, aunque muchos me lo dicen. Lo que pasa es que soy inglesa y vengo de un medio donde siempre me sentí relajada. Yo podía cenar con cualquier empingorotado y comer la ensalada con los dedos. Jamás me preocupé por saber si las cosas son aceptables o no lo son. Cuando llegué a este país, los franceses estaban educados a la época. Es cierto, estaba Francoise Hardy y su túnica Paco Rabanne, pero ella la llevaba hasta las rodillas. Yo hice elevar los vestidos a una altura que parecían remeras largas. Después, cuando vi las fotos, me di cuenta que eran muy transparentes. Era el efecto de los flashes de los fotógrafos. De saberlo, habría usado calzones. También he estado en Cannes con una túnica que llevaba puesta al revés. Y andaba con una cesta. Cuando yo vuelvo a ver mis fotos de 1968, mis ojos subrayados con toneladas de delineador, la boca exagerada, ese flequillo…Ahora me parece horrible.

El tema ‘Yo te amo, yo tampoco’, transgresor en aquella época, hoy no sonrojaría a nadie. Pero, honestamente, ya en esa época los quejidos orgásmicos incorporados me parecieron más cómicos que eróticos. Originalmente, Gainsburg había escrito la canción para su amante, la célebre actriz Brigitte Bardot.

-¿Cómo llegó a participar de la canción ‘Yo te amo, yo tampoco’?

-De puro celosa. Un día Serge estaba haciendo escuchar a un equipo de la TV la versión con Brigitte Bardot, grabada cuando estaba con ella. Una versión que nunca lanzó comercialmente. En ese momento comprendí que debía ser yo quien la cante. Yo no quería que él se volviera a encerrar en un estudio de grabación con alguna otra belleza, como lo había hecho con Bardot. La grabamos en Marbella y cuando volvimos a París me llevó a un restaurante y, sin decir nada, en la mesa prendió el grabador con la canción. Todas las parejas dejaron de hablar, con los tenedores y cuchillos suspendidos en el aire. Serge me pellizcó, diciendo: “Me parece que tenemos un hit”. Ni por un segundo imaginamos que ese tema iba a ser considerado como un símbolo de liberación sexual en el mundo entero. Se escuchaba de España a la Argentina, la BBC lo prohibió, el dueño de la disquera Phonogram fue arrestado en Italia, una locura.

BELLA Y SALVAJE

-Con el director Antonioni, en el film ‘Blow Up’, ¿cómo se animó a hacer el primer desnudo completo del cine angloparlante?

-John Barry, que en ese entones era mi marido, me dijo que yo jamás tendría la audacia de mostrarme desnuda en un set, porque yo -que tenía 17 años siempre apagaba las luces en nuestro dormitorio. Unicamente porque él me dijo eso me animé a hacerlo.
Barry, quien había escrito la música de las películas de James Bond ‘De Rusia con amor’ y ‘Goldfinger’, tenía catorce años más que ella, era frío y distante, y ella lo dejó luego del nacimiento de su hija Kate.

-¿Fue muy duro empezar de nuevo tras su divorcio de Barry?

-Yo sufrí mucho por mi físico, desde que estuve en un pensionado. Me decían que era mitad muchacho, mitad muchacha. No tenía senos, ni siquiera incipientes. Era un calvario. Pero tuve la suerte loca de cruzarme con Serge. El me llevó al Louvre para mostrarme las pinturas de Cranach,y me explicó que yo era una chica Cranach y que los pechos grandes lo asustaban. Mentía, por supuesto. Venía de una relación con Brigitte Bardot, que no se caracterizaba precisamente por ser una tabla, Pero ese era su gusto estético. Después de los pesares del internado y de mi matrimonio con Barry, era increíble encontrar a alguien que me veía bella y salvajemente erótica. El me reconcilió conmigo misma, Cuando un hombre te ama, eso cambia todo.

-Hablando de Bardot, ustedes después filmaron juntas la película ‘Si Don Juan fuera mujer”. ¿Qué me puede contar de su contacto con ella?

-Estábamos rodando una escena en un auto con Bardot y ella rompió en llanto porque no le salía bien la toma. Cuando salió del auto vi que la gente estaba contenta de verla mal, frustrada. Ella inspiraba celos, en tanto que yo inspiraba simpatía. Yo no era peligrosa, las mujeres no tenían la impresión de que les robaría a sus maridos. Teníamos una escena de cama juntas, no sabíamos que hacer y nos dijimos que debíamos cantar una canción. Bardot sugirió que cantemos ‘Yo te amo, yo tampoco’. Yo no quise. Finalmente cantamos ‘My Bonnie lies over the ocean’. Observé a Bardot hasta en el más mínimo detalle, para encontrarle algún defecto. Nada. Su boca, su nariz, su piel, sus cabellos y hasta sus pies, todo era fabulosamente hermoso.

BIFURCACIONES

La relación con Gainsburg se fue deteriorando. El cantante era tan tiránico que cuando la hija de ambos, Charlotte, ya no entraba en la cuna, él no le permitió a Jane comprar otra, por más que los pies de la niña sobresalían. “Que duerma con medias”, fue su orden. Ambos se emborrachaban y se peleaban con frecuencia, hasta que finalmente Birkin lo dejó.

-¿Cumple con algún ritual antes de salir a escena?

-Los músicos tienen la costumbre de agarrarse de los hombros para transmitirse energía; me encanta estar en contacto táctil con ellos, eso calma y me da ganas de ir al frente.

-¿Cómo ve su carrera en el futuro? ¿Usted cree en la predestinación?

-No. Pienso que todo puede cambiar en cualquier momento. Los eventos accidentales son lo mejor de la existencia. Lo fuerzan a uno a abandonar el camino que parecía trazado. Y en las bifurcaciones, de repente, uno descubre al tipo increíble que te va a cambiar la vida, o el proyecto que te revoluciona la carrera. Muchas veces, cuando uno la pasa mal y se ve obligado a cambiar, es cuando sucede algo interesante.

Su espontaneidad sin filtro y las comedias de cine donde ella chisporrotea (por ejemplo, ‘Se me subió la mostaza’) la han consagrado como tesoro nacional en Francia. La actriz y cantante, entrañable y de simpatía a toda prueba, quedará como una figura de leyenda, y las fotos de ella, inoxidable objeto de inspiración, seguirán pululando en Instagram.