Páginas de la histoira

Islandia: datos y una historia desconocida

Existe en el norte de Europa, un pequeño y curioso país muy poco conocido. Islandia. Junto con Albania, la patria de la Madre Teresa de Calcuta, es la única nación de ese continente, cuya tasa de alfabetismo es del 100 por ciento. ¡No hay analfabetos! Se encuentra en el Océano Atlántico y se compone de varias islas volcánicas. Está ubicada cerca de Noruega. La independencia de la isla se alcanzó en 1918. Había pertenecido a Noruega y luego a Dinamarca. Islandia tiene poca población y casi todos son de religión evangélica luterana. ¿Pero a qué viene estar referencia a Islandia?

A que una fría mañana de agosto de 1963, hace varias décadas, un barco pesquero navegaba a unos 6 kilómetros de la costa de ese país. A eso de las 7.30 de la mañana, el capitán notó, que el barco, de mediano porte, bailoteaba como si hubiese entrado en un remolino. Un extraño olor a azufre se sentía en el aire.

El capitán también observó azorado, a unos 20 kilómetros de distancia, una columna de humo muy oscuro, que parecía salir de la superficie del mar.

Supuso que podría tratarse de una embarcación incendiada. Mientras se acercaba con su barco al lugar, notó que la columna provenía inequívocamente de una erupción volcánica, que surgiendo del fondo del océano, ascendía con fuerza en medio de un ruido ensordecedor.

Sin sospecharlo, el capitán Ciecha, estaba presenciando en ese momento un casi increíble milagro creador. ¡Estaba emergiendo, estaba naciendo una isla!

Por la cercanía a las costas de Islandia, fueron llegando rápidamente otros barcos, algunos, trayendo a bordo científicos con instrumentos especiales.

Era la primera vez en la historia del mundo que especialistas estaban observando, anotando y fotografiando a ¡una isla volcánica luchando contra la fuerza del oleaje y ganando su derecho de vivir a pleno sol!

La columna seguía vomitando gas y vapor a miles de metros de altura. Y ese día de agosto de 1963, nacía la isla de Surtsey. A la mañana siguiente Surtsey, sobresalía diez metros de la superficie de las aguas. Cuatro días después, tenía una altura de 60 metros y un largo de 600 metros.

 

LA ISLA FUE CRECIENDO

Recién a los seis meses el hombre se atrevió a pisar por primera vez el suelo de la isla. Un contingente de siete geólogos, desembarcaron allí una fría mañana.

Todavía surgían de la tierra columnas que contenían trozos de roca, que volvían a caer con fuerza. Era demasiado riesgo para los científicos. Optaron por retirarse presurosos. Y transcurrieron otros siete meses más.

Recién a fines de 1964 cesó la fase explosiva y empezó a correr la lava. Esta, al enfriarse y solidificarse, comenzó a formar una roca de extrema dureza. ¡La posibilidad de permanencia en la isla quedaba asegurada!

Durante tres años, la isla continuó aumentando su altura y su tamaño.

Hoy Surtsey, que pertenece a Islandia, tiene una altura promedio de 173 metros y su largo es de dos kilómetros. Y ya bulle en la isla la vida misma.

En las grietas de los peñascos crecen las primeras plantas, acariciadas por el sol y bañadas por el Atlántico. Aves multicolores han hecho de ella su hogar. El nacimiento y la formación de Surtsey, hija legítima del océano, ha terminado. Ya hay flores mostrando su belleza y ofreciendo su fragancia. Y también seres humanos.

Y del nacimiento de la isla de Surtsey y de ese hermoso milagro que es la creación de la vida, surgió en mí este aforismo: “Todo parece milagro en la naturaleza. Pero nada es milagro”.