Irlandeses detrás de un western
El corazón en invierno
Por Kevin Barry
Edhasa. 200 páginas
El corazón en invierno, del escritor irlandés Kevin Barry, recrea la fórmula del western con toques poéticos, humorísticos y hasta caricaturescos que agregan frescura a una novela pensada para jugar con una venerada tradición del arte popular.
La historia transcurre a fines de 1891 en Butte, Montana, una ciudad minera en expansión del oeste de Estados Unidos. Su protagonista es Tom Rourke, un irlandés de 29 años que acumula vicios y deudas. Es opiómano, borrachín y aficionado a las prostitutas y a las tabernas. Se gana la vida como ayudante de fotógrafo y escribiendo cartas de amor por encargo. Cuando las musas lo acompañan es capaz, también, de componer canciones y baladas. Para algunos es un brujo; otros aseguran que puede hablar con los muertos.
El destino bajo la forma de un retrato de bodas lo cruza con Polly Gillespie, 31 años, flamante esposa del capitán Anthony Harrington, de 45, jefe de una de las minas de la zona y religioso devoto que conoció a la muchacha gracias a los servicios literarios de Rourke.
Una mirada cómplice en el estudio de fotografía fomenta allí mismo el amor entre esos dos inadaptados, ya que también ella arrastra un pasado turbio desde la distante Chicago. Será un amor clandestino, carnal y tormentoso, más irónico que dramático, aunque condenado desde el principio al secreto y la evasión.
El eje de la novela es la fuga de los amantes entre bosques y montañas y por tierras de indígenas y mestizos, camino al Pacífico. Su peripecia los pone en contacto con personajes extraños, desmesurados, a veces generosos, a veces temibles. Los persiguen partidas de pistoleros espoleados por Harrington y su odio vengativo. Como en todo western que se precie, la persecución desembocará en un decisivo un duelo final.
Lo más original de la novela es el trasplante de la cultura irlandesa al ambiente áspero y violento del oeste norteamericano. Una operación expresada en el trabajo con el estilo y en ciertas alusiones y referencias lingüísticas que la traducción de Andrea Lombardi, correcta, intentó imitar, pese a las inevitables insuficiencias que conlleva un ejercicio semejante.
“Los hermanos irlandeses -se lee en el penúltimo capítulo- habían sucumbido a un período de recuerdos empapados. No resultaba sorprendente. Lloraban por las voces perdidas y por la juventud perdida. Cruzaban el océano otra vez en sueños temblorosos. Los que se daban maña escribían torrenciales cartas a casa. Recordaban todo. Recordaban las piedras en las que se sentaban a lo largo de los caminos en las colinas hambrientas. Recordaban los perros en calles específicas. Las chicas de ojos azules como huevos de azulino. Las noches de verano destruidas en los campos. Apuraban el whisky con cerveza…”.
Antes de escribir la novela Barry (Limerick, 1969) procuró documentarse y asentó la trama sobre un fenómeno inmigratorio registrado por la historia, con ecos demográficos y culturales que siguen vigentes hasta el día de hoy en la Butte de la vida real.
Tardó un cuarto de siglo en concretar la idea inicial de El corazón en invierno, el último de sus libros y muy elogiado por la crítica de habla inglesa. Además ha escrito otras tres novelas y tres colecciones de relatos, una de las cuales figuró entre las seleccionadas para ser finalista del Premio Booker. Ha recibido varios galardones en Irlanda y el Reino Unido.