Buena Data en La Prensa

Intangibilidad y digitalización

El desarrollo tecnológico nos sorprende a diario. Vivimos constantemente incorporando nuevos sistemas y procedimientos. Todo se desarrolla de forma vertiginosa como nunca antes había ocurrido.

Vamos adquiriendo habilidades y perdiendo otras, así como también nos vamos distanciando de lo tangible.

En la década del ochenta en nuestro país, empezamos a familiarizarnos con el control remoto, las videocaseteras y la televisión por cable, en los 90 se masificó el uso de las PC, el fax y las tarjetas de crédito. Apenas comenzó el siglo XXI - y como en cascada- se fue popularizando Internet, los correos electrónicos, la telefonía celular, los CD, los DVD, las redes sociales y un largo etcétera al que se le sumó en los últimos tiempos, la revolucionaria inteligencia artificial al alcance de cualquier persona mínimamente entrenada en el uso de computadoras, tabletas o teléfonos inteligentes.

LO DIGITAL

La digitalización es la manera de transformar procesos analógicos y objetos físicos en digitales. Al expresar las distintas aplicaciones del término digital, el diccionario hace referencia a un dispositivo o sistema que crea, presenta, transporta o almacena información mediante la combinación de bits, unidad de medida del sistema digital.

La digitalización está presente en todos los ámbitos. En el trabajo, en el comercio, en el colegio, en los bancos. Hoy si no hay sistema varias tareas cotidianas se ven entorpecidas o imposibilitadas.

Es cierto que suele simplificar algunos trámites, aunque también es verdad que tantas otras nos los complica, haciendo que sean necesarios procedimientos engorrosos cuando la solución podría estar a la mano de una simple comunicación personal. Además, nos obliga a seguir aprendiendo nuevos sistemas y acumular innumerables usuarios, claves o contraseñas con números, letras mayúsculas, minúsculas y caracteres especiales que hay que cambiar periódicamente.

Después del criminal encierro mundial de 2020/21, la era digital se aceleró aún más.

Es así como, para hacer un trámite en un banco, sacar un turno médico o gestionar un documento hay que ingresar a una página web o bajar una aplicación, crearse un usuario, dejar los datos personales, cuando no también, los biométricos.

Algunas empresas y organismos públicos están eliminando la atención telefónica. Quieren que nos comuniquemos por medio de las redes sociales. ¿Y si no queremos usar redes sociales? ¿o decidimos no tener celular?

USUARIOS Y CLIENTES

La palabra usuario fue desplazando cada vez más al término cliente. Somos usuarios de tal o cual compañía de electricidad, de telefonía, etc. ¿Es solo una cuestión terminológica? El diccionario dice que “usuario” es la persona que usa algo; en cambio, “cliente” se define como el que compra en un establecimiento o utiliza los servicios de un profesional o un establecimiento. Es decir, que el usuario tiene un vínculo con la “cosa” usada, mientras que el cliente lo tiene con el sujeto que le vende el objeto o el servicio. “El cliente siempre tiene razón”, se solía decir. El usuario de hoy cada vez más despersonalizado va perdiendo el derecho a reclamar a su vendedor, sin intermediarios.

El arrollador sistema que se está imponiendo nos va cerrando las opciones. Si nos quedamos sin celular en la calle, no tenemos teléfonos públicos para hablar, sin la tarjeta SUBE no se puede viajar.

Lo que se suele presentar como una opción más cómoda y práctica, en un corto tiempo termina siendo la única forma de comunicación o de reclamo. Cada vez son más las empresas de servicios que atienden a los usuarios a través de un teléfono instalado en el local o una pantalla, estando a pocos metros de distancia. El vínculo humano se mediatiza y se despersonaliza la relación.

Ahora que la mayoría del país valora las ideas de la libertad, sería bueno sugerirle a las autoridades y a los empresarios que habiliten también opciones tradicionales para los diferentes trámites y efectuar pagos. Los cambios recurrentes suelen complicar la vida, especialmente, a la gente mayor.

CUESTIONAR EL AVANCE

Solemos hablar de avances tecnológicos, sin darnos cuenta de que estamos tomando una posición. Al denominarlos “avance” partimos del supuesto que representan una mejora.

No pretendemos un retorno al medioevo, pero nada nos impide hacer un ejercicio mental. Podrían discutirse, incluso, hasta aquellas tecnologías que a nadie se le ocurriría siquiera decir que no fueron un gran progreso.

El Dr. Pablo Muñoz Iturrieta, en su libro “Apaga el celular y enciende tu cerebro” nos relata cómo Platón ya se “había planteado que la escritura no solo podía ser un medio de comunicación de ideas, sino que, en cuanto medio, podría afectar las capacidades cognitivas del ser humano, en especial, la memoria”. Por ejemplo, nadie podría negar la importancia de la escritura, y de todo lo que aportó al desarrollo humano, a lo largo de los siglos, pero, como todo tiene sus pros y contras, aún tan enorme tecnología, afectó la capacidad memorística de los sujetos inmersos en la cultura oral.

¡Si la escritura es posible encontrarle un pero, cuanto menos a la revolución digital que nos pone cada vez más lejos de lo real!

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