La mirada global

India, una nación tan importante y distinta como contradictoria

La India es un país gigantesco, con una enorme diversidad interna, con una suerte de universo propio, pero casi siempre no muy distante de los valores esenciales occidentales.

Por esto, en alguna medida, la actual persecución de los cristianos que tiene lugar en algunos rincones de su inmenso territorio, vista desde afuera, parecería realmente increíble. Particularmente, en un país cuyo Estado se proclama constantemente secular y lo ha sido efectivamente, desde su independencia, en 1947, epopeya que fuera coronada con éxito en un proceso donde la violencia casi no tuvo espacio. El 80% de la población india es, religiosamente, hindú.

Hoy la India está conducida, con mano firme, por Narendra Modi, el líder del partido BJP (Bahratiya Janata Party), un político de corte nacionalista, muy popular ciertamente. Con mensajes con un fuerte componente religioso, que hace que se dicten normas que, de distintas maneras, son intrusivas desde que, con alguna frecuencia, disponen concretamente que es lo que se come, y que no. O como deben de vestirse o qué es lo que deben leer sus ciudadanos. En el abierto mundo de hoy, reconozcamos, ello luce bastante singular e inusual.

Sus instituciones políticas lucen occidentales y, respecto de ellas, la influencia británica es bien evidente. No obstante lo cual, lo cierto es que Gran Bretaña nunca confirió a los indios la ciudadanía británica. Entre los textos políticos centrales locales, el más antiguo es probablemente el denominado: Manusmriti, que organiza el desafortunado y singular sistema indio de castas, todavía relativamente en vigor.

En la India, las elecciones son, esencialmente, procesos trasparentes y bien organizados. Y el Estado de Derecho es respetado, a rajatabla.

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TRADICIONALISMO­

­El actual partido de gobierno de la India, sin embargo, proclama no estar demasiado cómodo con los valores políticos centrales heredados de Occidente. Y propugna, por ello, revivir las tradiciones locales. Desconfiando, no obstante, de los movimientos fundamentalistas islámicos. Claramente.

Curiosamente, mientras lo antedicho parece ocurrir, la India, en los hechos nunca ha estado políticamente más cerca de Estados Unidos. Particularmente en el escenario grande de la política exterior.

Narendra Modi, que ha hecho ya tres visitas oficiales a los Estados Unidos, no disimula, para nada, su cercanía ideológica con la de los norteamericanos.

Presumiblemente, la pretensión hegemónica de la vecina y cada vez más influyente China es una suerte de poderoso acicate para recostarse en la órbita norteamericana. Lo más cerca posible.

La India ya no es prorrusa, como lo fuera en tiempos de Imperio Soviético. En tiempos de Nehru o de Indira Ghandi, entonces. Este es, ciertamente, un cambio sustantivo y de gran peso, por cierto, que ha tenido y sigue teniendo un muy fuerte impacto en la política exterior de las principales naciones del mundo.

En los últimos tiempos, desgraciadamente, las libertades de opinión y de prensa han sido algo cercenadas en la India.

Además, algunas minorías están siendo perseguidas. En señal de una creciente ola de intolerancia social. Se advierten algunos parecidos, ciertamente, a lo que hoy está ocurriendo asimismo en la nerviosa Turquía de Recep Tayyip Erdogan. Todo lo que obviamente preocupa. En el exterior, especialmente. Mucho.

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