In memoriam de Sebastião Salgado
Por Simonetta Persischetti *
El viernes 23 de mayo de 2025 se volvió más triste para los profesionales de la imagen con la muerte del fotógrafo de Minas Gerais Sebastião Salgado. Nacido en Aimores, atribuyó a la ciudad su elección de contraluces, de detalles y de buscar en un individuo la representación de una sociedad entera.
En más de 50 años de carrera, ha fotografiado casi el mundo entero, siempre con una visión que busca llamar la atención, crear un punto de reflexión, hacernos detener por un momento, en este mundo frenético en el que vivimos. A través de exposiciones y libros, nos acercó a las víctimas del hambre en África, a los mineros de oro de Serra Pelada, a los campesinos y pueblos indígenas de América, a las víctimas de las guerras y a los sin tierra en Brasil.
Economista de formación y fotógrafo por pasión, solía decir: ”Es el poder de síntesis (de la fotografía) lo que es fabuloso. Dicho de otro modo, sintetiza tantas cosas a la vez: la cultura de quien fotografía, la ideología, el momento histórico. Y esa fracción de segundo es representativa”.
Sebastião es heredero de la escuela documental tradicional, nacida a finales del siglo XIX y principios del XX, estimulada por la difusión de las ciencias sociales y las consecuencias de la sociedad industrializada. Desde cuando los fotógrafos comenzaron a apuntar sus cámaras a las poblaciones que vivían al margen de la sociedad. Inicialmente difundido en Europa y Estados Unidos, se trata de un documento que denuncia las injusticias sociales con el objetivo de promover el cambio.
Fue durante este período cuando la fotografía se convirtió en un medio de investigación, capaz de irrumpir en lugares donde las desigualdades sociales eran evidentes o donde hombres, mujeres o niños eran explotados de forma escandalosa. El periodismo y la ciencia emergente de la sociología, ambos relacionados con la etnología, sirvieron para coordinar el texto y la imagen en el proceso informativo.
EN BLANCO Y NEGRO
La fotografía documental, marcada por una sólida investigación y una estética en blanco y negro muy contrastada (aún no existían las películas en color, que recién aparecerían en 1935), se consolidó durante el siglo XX como una forma de interpretar el mundo.
Fue en esta línea que Sebastião Salgado, cuyas primeras imágenes datan de la década de 1970, decidió definir su obra. Su sólida formación cultural y sus conocimientos de economía lo llevaron a elegir esta manera de narrar el mundo que exploraba incesantemente.
Políticamente comprometido, buscó dar a sus retratados una dignidad que la sociedad les había quitado. Criticado por muchos por su manera de registrar, fue acusado de estetizar la pobreza, sea lo que sea que eso signifique: “No quise retratar a los desfavorecidos, nunca fui un activista, es solo mi forma de vida y lo que pensaba”. Hubo quien dijo, (como Susan Sontag), que Salgado creó “la estética de la miseria”. A lo que respondió: “Fotografío mi mundo. Soy una persona del Tercer Mundo”.
Si una fotografía no cambia el mundo, puede servir como detonante para la reflexión y un buen debate. Como afirma la investigadora e historiadora Susie Linfield, “una fotografía no está ahí para decir ‘¡mira lo que está pasando!’, sino para advertirnos: ‘mira, esto no puede pasar’”. Quizás por eso las imágenes de Sebastião Salgado han creado tanta polémica.
“Escribo contra las ideas posmodernas y posestructuralistas y su arrogante y amargo desdén por la tradición, la práctica y las ideas de la fotografía documental”, dice Linfield, defendiendo la fotografía documental, especialmente de los críticos que siguen a Susan Sontag.
Susie Linfield , como Sebastião Salgado, piensa en la fotografía como un espacio democrático, no como arte, no como dogma, no como verdad: “Lo que hemos perdido es la capacidad de responder a las fotografías, especialmente aquellas de violencia política, como ciudadanos que buscan aprender algo de ellas y reconectarse con otros a través de ellas”, dice Linfield. “Hemos perdido de vista la importancia de la fotografía a la hora de traernos a un mundo en el que no estamos presentes”, continúa.
EL LEGADO
Sin duda, Sebastião Salgado dejó un testimonio de una época marcada por la transición entre los siglos XX y XXI. Una mirada única a ese período.
Como nadie, narró nuestro ser y existencia en este universo. Tampoco podemos dejar de destacar el papel de coautoría de su compañera y esposa desde hace 61 años, Lélia Wanick Salgado , arquitecta, diseñadora, curadora, ambientalista, escritora y productora brasileña. Se graduó de la Escuela Nacional de Bellas Artes y Urbanismo de la Universidad de París VIII y es en gran parte responsable de la curaduría y edición de todos los libros de Salgado.
Sebastião nos dejó un legado, sus imágenes, que lo sobrevivirán y, a pesar de las críticas postestructuralistas que intentan reducir la fotografía documental a un espejo de la verdad, sus imágenes nos ayudarán a comprender un momento importante de nuestra historia.
* Periodista, doctora en Psicología, Comunicación y Artes y profesora de la Universidad Católica de Pernambuco.