Hosokawa: ‘Circulating Ocean’; Berio: ‘Sinfonía’. Por: Orquesta Filarmónica de Buenos Aires (dirección: Tito Ceccherini). El sábado 28 en el Teatro Colón.
Fue atrayente y exitosa la apuesta del Colón, que hizo coincidir el sábado un concierto de abono de la Filarmónica con una jornada de su Ciclo Contemporáneo. Más aún si se piensa que el programa estuvo integrado por dos obras, una de Luciano Berio (1925-2003) y otra de Toshio Hosokawa (1955), que si bien exponen lenguajes musicales nuevos y creativos, se ubican en líneas generales dentro del campo de la consonancia y el melodismo. Esto es: que a lo largo de la velada no se registraron sonidos agrios, de disonante agresividad, lo que resultó muy grato para los oídos del público.
EL AGUA, LA VIDA
Nacido en Hiroshima, autor de gran cantidad de piezas (que incluyen las operas ‘Hanjo’ y ‘Matsukaze’. y el oratorio ‘Voiceless voice in Hiroshima’), Hosokawa, miembro de la Academia de las Artes de Berlín, viene construyendo una producción que se perfila como agradable puente entre la estética occidental moderna y la tradición cultural japonesa con sus pausas y serenas reflexiones, y es sin duda uno de los compositores de mayor relieve internacional de la actualidad (acaba de recibir en marzo el destacado Premio Fronteras del Conocimiento en España).
En el inicio de la jornada, ‘Circulating Ocean’ (2005) se asimila a un poema sinfónico en nueve partes, que se enlazan de corrido, en el que el compositor oriental parte del elemento primigenio de la vida, el agua, para ir desplegando todo el recorrido de la existencia humana hasta extinguirse suavemente en “niebla sobre el océano”.
Sumamente expresivo, si se quiere con intensa fuerza interior, notable en sus extremados pianissimos y equilibrado arco discursivo, ‘Circulating Ocean’ exhibe esbeltas elaboraciones tímbricas, rica instrumentación y hermoso cromatismo en sus conjugaciones armónicas. Al frente de una orquesta (de frac) que cumplió un cometido transparente, técnicamente sin fallas a lo largo de una noche sin duda difícil, estuvo el maestro Tito Ceccherini.
Dificultad: la Sinfonía de Berio, de 1968, es una partitura excepcionalmente compleja.
Especializado en este repertorio, el artista milanés plasmó una versión plena de claroscuros y sutilezas, precisa, sólida, clara del trabajo del creador oriental, que aparte de trémolos y glissandi de exquisita factura, concentró rigor, liturgia y fluidez al mismo tiempo.
SUSURROS Y GRITOS
Como parte de un homenaje a Berio al cumplirse el centenario de su nacimiento, en la segunda sección de la función se ejecutó su Sinfonía, de 1968, partitura excepcionalmente compleja, multidimensional, novedosa, expuesta por Alejo Pérez en el San Martín en 2009 y por el propio Ceccherini en el Colón en 2017.
Escrita para gran orquesta y ocho voces amplificadas, que enhebran intercalaciones silábicas, murmullos, declamación, fonemas, recitado, canto, se trata de una pieza que alterna inusitado vigor con pasajes de mansas texturas. Desarrollada en cinco movimientos (tres de ellos sin nombre), y estrenada por el propio autor con la Filarmónica de Nueva York, esta sinfonía parte de un texto de Claude Lévi-Strauss (‘Le cru et le cuit’), y desde allí y sin perjuicio de la extraordinaria invención de su articulación sonora, va desplegando algo así como un bricolaje, un mosaico apoyado en un tiempo de la Segunda, de Mahler, con citas de Richard Strauss, Ravel, Schönberg, Bach, Berlioz, Brahms y otros más (algunas no fáciles de percibir).
“¿A qué se debe todo esto?”, le preguntábamos a Berio en largas charlas que mantuvimos en la Scala durante los ensayos de ‘Un rè in ascolto’. “Usé a Mahler como generador de ideas, como un viaje armónico”, nos explicaba, “pero la concepción es mía, lo demás son meras referencias” (bien podríamos hablar de deconstrucción de otras músicas).
Con momentos arrolladores, las voces utilizadas como mero instrumento (un eficiente conjunto preparado por Rodrigo de Caso), ráfagas, idioma musical casi fantasmagórico dentro de una unidad conceptual, al igual que una interesante orquestación (saxofón, abundante percusión, piano), acordes como flechas, este trabajo desde ya colorido (¿explosivo?), uno de los principales de la era contemporánea, fue concertado por Ceccherini con prolijidad y dominio superiores, pasión, finos matices, energía.
Calificación: Excelente
FOTO: GENTILEZA JUANJO BRUZZA