FRANCIA E ITALIA CELEBRAN LOS 150 AÑOS DEL IMPRESIONISMO

Homenaje a la pincelada rápida

El parisino Museo de Orsay rememora la exposición que marcó el surgimiento de este movimiento que cambió el arte. Otra muestra en Roma propone revisitar los descubrimientos extraordinarios y el fervor frenético que invadió el París de aquellos años.

El impresionismo, el movimiento artístico que cambió para siempre el arte contemporáneo, festeja su 150 aniversario con un pie en su santuario parisino, el Museo de Orsay, que rememora la exposición que marcó el surgimiento de un estilo que revolucionó la pintura, y otro pie en Italia.

El Museo de Orsay despliega por estos días una gran exposición sobre esa muestra, innovadora en muchas facetas, y la sitúa en su contexto histórico. Obras maestras de Renoir, Manet, Monet, Degas, Cézanne o Morisot figuran entre las 157 piezas que se presentan, llegadas de museos y colecciones privadas de Europa y Estados Unidos.

La exposición de 1874 "se ha convertido en legendaria" y cambió "la historia del arte". Esta es "la primera vez" que se trata de forma específica, y se hace con otra exposición, explicó la conservadora de pintura Sylvie Patrie, una de las dos curadoras, durante la presentación de la exhibición.

Fue un 15 de abril de 1874 cuando el estudio del fotógrafo de moda Nadar en París, un edificio de cuatro plantas a dos pasos de la Ópera, sirvió para presentar unos 215 cuadros (se desconoce el número exacto) de 31 pintores, muchos de los cuales no pasaron a la posteridad.

La idea revolucionaria comenzó ya con su concepción, puesto que los pintores crearon una cooperativa para poder exponer juntos, y lo hicieron al margen del Salón, la exhibición oficial anual de arte, un ámbito mucho más académico y conservador.

El contexto histórico era complicado. Francia acababa de salir de la dura derrota en la guerra contra Prusia (1870) y de la revolución de la Comuna de París y su sangrienta represión (1871).

Apenas una cincuentena de las pinturas de esa primera exposición podrían ser consideradas “impresionistas”, un estilo que significó una ruptura radical tanto con los temas plasmados como con la técnica pictórica.

La revolución industrial y la creciente importancia de la burguesía generó temas nuevos, como el ferrocarril, los espectáculos o el turismo, ya que los impresionistas querían mostrar "la vida moderna" y "su visión de una ciudad en plena transformación", añadió Patry.

Sobre todo, la forma de pintar "no tiene nada qué ver" con lo que se hacía antes, por el uso revolucionario de la pincelada y el color para plasmar la luz y recrear la impresión que deja en la retina, señaló por su parte la otra curadora, Anne Robbins.

"La novedad es tanto la elección de los temas como la recuperación de la sensación, de la impresión", incidió Robbins, conservadora de pintura en el Orsay.

ORIGENES

El nombre “impresionismo” llegó de un comentario con voluntad despectiva del crítico de arte Louis Leroy a partir del ya inmortal cuadro Impresión, sol naciente, una brumosa interpretación del puerto de Le Havre por Claude Monet, que evidentemente no falta en este homenaje.

El término pasó a ser reivindicado por los artistas en sentido positivo.

Otra cosa, precisó Patry, es el "mito" creado a comienzos del siglo XX y que pretende que "un grupo marginal de revolucionarios que pintaban de forma diferente organizaron una exposición de vanguardia", una idea falsa alimentada después por algunos de los artistas y que aún perdura.

La nueva exposición, titulada París 1874: Inventar el impresionismo, incluye veinte pinturas de la muestra original en el estudio de Nadar. Muchas de las otras no tenían calidad y se desconoce su nombre.

Entre las obras maestras presentes destacan La bailarina, El palco y La parisina (Renoir), Boulevar de los Capuchinos (Monet), Une moderne Olympia (Cézanne) o Ensayo de ballet sobre el escenario (Degas).

También está Baile en el molino de la Galette, de Renoir, una de las obras cumbres del movimiento, pero que se presentó en la tercera exposición impresionista, en 1877.

Tampoco faltan varias pinturas de la consagrada Berthe Morisot (parte de la exposición original) o de Eve Gonzalès, que luchaba para abrirse paso, a fin de resaltar la presencia femenina en la génesis del impresionismo.

Las dos curadoras dedicaron toda una sala a cuadros del Salón de ese año, de factura y temáticas mucho más clásicas, para "reexaminar la radicalidad" estética que implicó la propuesta de los impresionistas.

La exhibición del Orsay, que cerrará el 14 de julio, día de la Fiesta Nacional francesa, va acompañada de una experiencia inmersiva con gafas 3D, en el mismo museo, sobre un espacio de 650 metros cuadrados y que permite visitar esa primera jornada de la exposición original de 1874.

REVOLUCION

En paralelo con esta exposición parisina, otra muestra en Italia, titulada Impresionistas. Los albores de la modernidad, y considerada antológica, quiere celebrar este 150 aniversario con una reflexión sobre el humus social y cultural que permitió al París de finales del siglo XIX dar vida a esa extraordinaria revolución artística que fue el impresionismo.

No se trata, en este caso, de una exposición "habitual" de pinturas, más o menos conocidas por el gran público: muchas de las obras expuestas, todas ellas procedentes de colecciones privadas italianas y francesas, fueron concebidas como verdaderos experimentos con nuevas técnicas.

"Seamos realistas: se ha abusado demasiado de las exposiciones sobre el impresionismo en la península italiana", sostuvo Vittorio Sgarbi, al justificar la elección del enfoque, durante la presentación de la exposición organizada en Roma.

Hasta el 28 de julio, se podrá entonces contemplar en el Museo Histórico de Infantería de la capital italiana (MIDA) una amplia galería de pinturas, dibujos, acuarelas, esculturas, cerámicas y grabados de artistas que contribuyeron a la originalidad del impresionismo, experimentando con diferentes estilos y técnicas, y que participaron en las ocho exposiciones parisinas organizadas hasta 1886.

Con más de 160 obras de 66 artistas, entre los que se destacan Degas, Manet, Renoir y el italiano De Nittis, la antología documenta los orígenes y la historia de una nueva forma de hacer arte, influida tanto por el antiacademicismo y la pintura al aire libre de Barbizon, como por las grandes innovaciones de la época: el advenimiento de la gran industrialización, el nacimiento de la fotografía, el cine, la electricidad, el teléfono y los primeros vuelos en avión.

Y se centra en experimentos heterogéneos. En particular, sobre un aspecto poco conocido de la investigación impresionista, dedicada al dibujo, al grabado y a las técnicas de impresión, influida, de hecho, por la reciente invención de la fotografía.

Por lo tanto, se expondrán junto con numerosos óleos, bocetos preparatorios, estudios y litografías de obras conocidas por el gran público.

Entre esas se cuentan La casa del doctor Gachet de Cézanne, L'homme à la pipe de Van Gogh, El retrato de Berthe Morisot. y El Bar aux Folies-Bergere de Manet, La loge de Renoir y, de nuevo, las famosas bailarinas de Degas, de las que la exposición también incluye varias esculturas de bronce creadas a partir del estudio del movimiento.

El itinerario expositivo se divide en tres apartados y aborda también el legado del impresionismo, abarcando así un tramo temporal que se extiende desde principios del siglo XIX, con obras de Ingres, Corot, Delacroix y Dorè, hasta llegar a los herederos de Toulouse-Lautrec, Permeke, Derain, Dufy y Vlaminck para finalizar en 1968, con un grabado de Pablo Picasso, homenaje a los artistas Degas y Desboutin.

El crítico Vittorio Sgarbi es el director del comité científico

que apoyó a Navigare srl en la realización de la exposición. Ese comité está compuesto, además, por Gilles Chazal (antiguo director del Museo del Pequeño Palacio, miembro de la Escuela del Louvre), Vincenzo Sanfo (curador de exposiciones internacionales, experto en impresionismo) y Maithé Vallès-Bled (antigua directora del Museo de Chartres y del Museo Paul Valéry).

Como señala Sgarbi, "los impresionistas son perpetuamente contemporáneos porque tratan con nuestras emociones, porque quitaron la razón a la pintura, concediendo el hombre el milagro de sentirse en el centro del mundo".

"Es una exposición que recupera el sentido de una época para revivir esa atmósfera única e irrepetible, revisitando los descubrimientos extraordinarios y el fervor frenético que invadió París a finales del siglo XIX", señaló Vincenzo Saffo, director del MIDA y curador de exposiciones internacionales.