En un mundo secularizado o liberal como en el que vivimos, pareciera exótico invocar a la Hispanidad. Toda ella responde a una cosmovisión en la que cual debe existir una alianza entre la política y la religión, entre el Estado y la Iglesia. Históricamente, a tal punto fue así que el mismo poder político se puso a la cabeza de la obra evangelizadora. No otra cosa se seguía de las exigencias del Patronato Regio.
Esta misión cristianizadora, conviene recordarlo, obligaba en conciencia a los mismos reyes y gobernantes en América (las Indias).
RAZONES
Existen varias razones para argumentar en favor de la hispanización del mundo como respuesta a un globalismo cultural, político y económico inmanentista, inhumano e ideológico. Algunas de ellas son:
1. La Hispanidad es misionera: desde el comienzo de la empresa descubridora, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, los Reyes Católicos, cumplen con el mandato de la Iglesia de evangelizar a los naturales de América. El codicilo de Isabel es una muestra ejemplar de este propósito cristianizador. Pero no se agota en ellos esta misión. Ciertamente durante el reinado de los reyes de la Casa de Habsburgo (Carlos I, Felipe II, Felipe III, Felipe IV y Carlos II) la corona española se empeñó en el establecimiento de otras tantas cristiandades en América como la ya existente en la Península Ibérica. En la inteligencia y en la voluntad de España, no alcanzaba con evangelizar a los individuos. Había que edificar una civilización cristiana con las particularidades propias de lugar y de la idiosincracia de pueblos nativos. Y así sucedió. Basta ilustrar con los virreinatos de Nueva España (México) y del Perú como ejemplos más notables sin olvidar el resto de América.
2. La Hispanidad es humanizadora: consecuencia natural de la misión evangelizadora de España en América con el correspondiente cumplimiento sin perder de vista las limitaciones del caso, fue la labor humanizadora que se practicó en beneficio de los indígenas. Mucho de esta tarea se verifica en la “reducción a la vida política” de la que hablaron tanto los misioneros como los gobernantes y legisladores que vivieron en América, sobre todo en el siglo XVI. En relativamente poco tiempo, se verificaron los tres momentos de la obra de España en estas tierras: el descubrimiento, la conquista y la pacificación. Así como los virreinatos son ejemplos de civilizaciones cristianas –lo mismo en esencia, no obstante las atendibles diferencias–, el Derecho Indiano, animado profundamente del espíritu cristiano, es un caso concreto de consideración de la condición real de los habitantes de América, en particular de los indígenas. Gracias a la labor de España, ellos dejaron, paulatinamente, malas costumbres como la idolatría y la poligamia –entre otras– y adquirieron buenos hábitos como la laboriosidad.
3. La Hispanidad es realista: el realismo hispánico se sigue del espíritu cristiano y del sentido de humanidad antes mencionados. Lejos de todo apriorismo ideológico que prefabrica “órdenes jurídicos” iluministas en vistas de un futuro estado de perfección utópico, la Hispanidad hecha corpus jurídico, es decir, el Derecho Indiano, no pierde de vista las circunstancias en vistas a resolver con justicia cada caso. En palabras de Víctor Tau Anzoátegui, se trata de casuismo y no de sistema. Un ejemplo singular de realismo jurídico es el del tratamiento que las leyes brindan a los indígenas. Entre otras instituciones que podrían mencionarse, se encuentra la de la defensoría o protectorado de indios. Levante la mano alguna potencia europea que cuente con algo similar en su legislación. Nadie levantó la mano. Por todo lo dicho, hispanizar es la consigna.
El orden social inspirado en el inmanentismo que confía en el restablecimiento del Paraíso terrenal mediante la cultura democratista y libremercadista cruje. En el mejor de los casos, se afana en conjurar las consecuencias que se siguen de los mismos principios que las explican.
La Hispanidad es un ejemplo inspirador para que se restablezca la paz en el mundo. Sin ilusiones pseudo-mesiánicas que, en realidad, responden a intereses más o menos confesados. Antes bien, con la convicción de que al secularismo se lo vence con la profesión limpia y clara del reinado de Cristo.