El conocimiento de la naturaleza humana, que el doctor Yrigoyen poseía en profundidad, marcó sus decisiones políticas tanto en lo interno como en política exterior cuando fue Presidente de la Nación.
Las mismas estaban determinadas por el idealismo altruísta, provenían de la filosofía de K.C.F. Krause que fue fundamental en su formación.
Ello se amalgamaba con el realismo ético de su conducta política enmarcado en su profunda cosmovisión cristiana de la vida. Por eso le importaban tanto los resultados prácticos, los que beneficiaban a seres humanos concretos; pero nunca iba a sacrificar, por complacencia, temor, o por una ventaja inmediata, resultados que serían más valiosos a largo plazo. Tampoco iba a sacrificar a sus contemporáneos con "costos sociales" invocando un hipotético futuro venturoso.
LAZOS PERMANENTES
Construía lazos permanentes para la inserción de la Argentina en un mundo que aspiraba fuera justo y pacífico. Luchó por el imperio del derecho en el país y en la vida internacional. Su sabiduría le llevaba a rechazar el maquiavelismo, pues lo sabía de miras cortas y a la larga contraproducente.
El 12 de octubre de 1916, al asumir su primera presidencia, el mundo sufría la Gran Guerra. La Argentina, como otros muchos países, Estados Unidos inclusive, había declarado su neutralidad ante el conflicto que enfrentaba, por un lado, a Gran Bretaña, Francia, Italia y Rusia-los Aliados- y, por el otro, a los Imperios alemán, austrohúngaro y turco. Las simpatías mayoritarias de los argentinos se inclinaban por la causa de los aliados.
NEUTRALIDAD ARGENTINA
La convicción personal del Presidente sobre el carácter de la neutralidad argentina frente al conflicto, se conformaba con su concepción pacifista pero exigente, en la práctica, del respeto debido a dicha condición por parte de los beligerantes. A este respecto Moreno Quintana afirma: “preciso es también reconocer que, a través de muchas de sus actitudes y exteriorizaciones gubernativas, el insigne estadista dio pruebas de no ser germanófilo ni aliadófilo, sino simple, pero grandilocuentemente, argentino”.
Yrigoyen tenía un esquema para la política externa argentina al que ajustó su accionar coherente en cuanto a las iniciativas propiciadas por nuestro gobierno y las medidas tomadas en respuesta a hechos y situaciones provenientes de otros gobiernos.
SUS NOTAS CARACTERISTICAS
-Igualdad de todos los Estados y respeto a la soberanía y la dignidad de todas las naciones
-Autodeterminación de los pueblos.
-Solidaridad y coooperación internacional sin hegemonías.
-Comercio con todas las naciones.
-Neutralidad activa ante la guerra europea.
-Libertad de los Mares y protección de la propiedad privada en la guerra marítima.
-Restricción del concepto de contrabando de guerra y su reglamentación internacional.
-Declaración de que los productos naturales no deben ser considerados contrabando de guerra.
-Credibilidad de la conducta exterior de los gobiernos. -Imperio del derecho -arma de los países materialmente débiles- y vigencia de una moral internacional.
INDEPENDENCIA ESPIRITUAL
Al respecto Félix Luna afirma: “La conducta de Yrigoyen frente a la guerra fue la afirmación argentina de su independencia espiritual, de su anhelo de servir prácticamente a la realización de un mundo mejor, sin compromisos para nadie, pero tampoco sin temor a nadie. De nada valió que la presión para que abandonara esa línea se hiciera por momentos asfixiante. Formidablemente tozudo, Yrigoyen fue auténtico hasta el final. Por encima de la grita de los plumíferos, por encima de los editoriales agraviantes, por encima de las puebladas irresponsables, sintió Yrigoyen el mensaje oscuro y recio de la tierra (…) Por eso Yrigoyen persistió. Hoy nadie niega su visión. Pero en su tiempo debió echar mano a toda su entereza para mantenerse enhiesto en una postura que aún los que la defendieron no alcanzaron a sospechar hasta qué punto tenía importancia como intento de reenquiciamiento del país”.
Recordemos que en vasco el apellido Yrigoyen significa: "Señor de los Altos o Dueño de las regiones altas". ¡Hasta en esto cumplía su destino!
POLITICA EXTERIOR
Una cuestión de política exterior en la que Yrigoyen mostró una firmeza inaudita, fue la de los principios y requisitos necesarios para asegurar la paz y la armonía de la sociedad internacional en el reordenamiento que se gestaba después de la guerra. El no entendía que la Paz y la seguridad internacionales se pudieran construir validamente con una Liga de las naciones en las que los vencedores impusieran por la fuerza sus intereses a los vencidos. Veía con premonición que la humillación innecesaria y el esquilmar a los perdedores sería el gérmen -como lo fue- de nuevas y mayores tragedias para la humanidad. Quería una reconstrucción de la Paz hecha de manera ecuánime y no sobre la base de las imposiciones del Tratado de Versalles. Nosotros sabemos ahora cómo terminó la historia; Yrigoyen la antevió en su clarividencia, cuando alertó sobre lo ilusorio que es pretender asentar la Paz permanente sobre la injusticia.
Los tratados de Versalles, impuestos por los aliados a los países vencidos en la contienda, Alemania y Austria, fueron la causa, por su inequidad, del resentimiento y el deseo de venganza de Alemania -aprovechados como pretexto por Hitler para construir su poder- y lo que llevó al mundo a la catástrofe de la segunda guerra mundial. Las instrucciones que Yrigoyen impartió a su Ministro de Relaciones Exteriores, el doctor Honorio Pueyrredón, que presidió la delegación argentina enviada a Ginebra para participar de la conferencia de la que surgió, en 1920, la Liga de las Naciones, antecesora de las Naciones Unidas, contenían los principios que nuestro país debía sostener para que la organización mundial fuera un garante efectivo de la paz y la seguridad internacionales.
Al no obtenerse la aprobación de esos principios, que sobre bases justas habrían generado una entidad eficiente para preservar la Paz, Yrigoyen decidió que la Argentina no formara parte de la Liga de Las Naciones. Lo que se imponía en Ginebra no era lo esperado, no eran los principios del Presidente Wilson que tantas ilusiones habían despertado y con cuya filosofía y objetivos Yrigoyen coincidía.
En este contexto debe comprenderse cabalmente la determinación firme de Yrigoyen al reconocer en 1919 la independencia de la novel República Georgiana que se había constituído en 1918 como consecuencia de la emancipación tras la caída del Imperio otomano. La pulsión emancipadora dió origen a nuevas repúblicas que surgieron al concierto mundial tras las derrotas de los imperios autocráticos que por siglos habian sojuzgado pueblos enteros.
En la gestión de Yrigoyen campea la noción del Estado como garante del bien común de la sociedad, el custodio de sus valores, el garante de la justicia y de la libertad, de la autenticidad del sufragio, el defensor de los débiles, el promotor de la instrucción pública. Para él el Estado debía ser el intérprete de los valores vigentes de la sociedad, debía unificar el país aluvional, ser el argentinizador de la avalancha inmigratoria, la fragua del crisol de razas. Luchó por la justicia social en libertad, por la educación y la salud moral y física de la población. Para Yrigoyen el imperativo moral es la base de la concordia cívica en lo interno y de la Paz y armonía con dignidad y respeto recíprocos en la vida internacional. Sin grandeza moral no hay progreso duradero, no hay desarrollo genuino, no hay justicia y a la postre tampoco libertad ni dignidad. Ese es el verdadero realismo, el que incluye el dato ético de la especie humana.
Hoy cuando el mundo vive convulsionado por guerras y enfrentamientos políticos, religiosos y raciales, tiene vigencia y actualidad el legado de Hipólito Yrigoyen, su adhesión a los imperativos éticos de la conducta, que son los que definen al Hombre, imagen y semejanza de Dios. Yrigoyen negaba todo relativismo moral, tanto para los individuos como para los conjuntos humanos que son los Estados; afirmaba que toda convivencia debía estar regida por principios. La convicción de que el poder político debe estar sujeto a la moral y al derecho siempre guió sus actos.
Si pudiéramos resumir el contenido de su prédica y la orientación que imprimió a nuestro país, bastaría traer a la memoria sus célebres palabras cuando al inaugurar la linea telefónica con los Estados Unidos dijo al Presidente Hoover: “Los hombres deben ser sagrados para los hombres y los pueblos para los pueblos”.
Yrigoyen con su conducta moral, desde la oposición o en el gobierno, construía nuestra República y aspiraba a construir un mundo mejor.
* Presidente del Instituto Nacional Yrigoyeneano.