Hipólito Yrigoyen: Un ejemplo cívico para toda la República

El 3 de Julio de 1933 fallecía Hipólito Yrigoyen; las calles de Buenos Aires nunca habían presenciado una manifestación más sincera y numerosa de compatriotas que salieron a despedir al líder. Habían pasado tres años de injusta e ignominiosa prisión, escarnio y persecución por parte del Régimen de la Dictadura y el gobierno fraudulento del general Justo.

No tuvo honores oficiales, ni días de luto, se amenazó a los empleados públicos para que no concurrieran a ese homenaje; sin embargo el pueblo lo despidió emocionado y masivamente durante tres días de velatorio en su casa y en procesión hasta el Cementerio de la Recoleta donde descansarían sus restos.

POR LA VOLUNTAD POPULAR
El 12 de octubre de 1916 el Dr. Hipólito Yrigoyen había asumido como el primer presidente auténticamente elegido por la voluntad popular en nuestra historia. Su lucha no era nueva, venía de un cuarto de siglo de apostolado de intransigencia.
Volvió a ocupar la primera magistratura de la República en 1928 por el voto de sus conciudadanos con una mayoría superior al 60% impulsando un fuerte proceso de nacionalización económica y profundización de reformas democráticas que fue abortado por el primer golpe cívico militar de la historia argentina.
Hablar de Yrigoyen es necesariamente referirnos a la Reforma Universitaria, a la creación de YPF y la nacionalización del petróleo; la jornada laboral de ocho horas, las primigenias leyes previsionales; la ley de arrendamientos agrícolas; el ferrocarril a Huaytiquina para generar una salida comercial hacia el Pacífico, etc.
Yrigoyen es, también, la creación de 37 institutos secundarios y 12 escuelas de artes y oficios en la Capital. En el interior tres mil nuevas escuelas primarias. Una población escolar en aumento constante, un analfabetismo sensiblemente reducido, el bachillerato nocturno para estudiantes trabajadores y la implantación definitiva del guardapolvo blanco como elemento igualador de los estudiantes argentinos.

LA JOYA PRECIADA
“El gobierno no cederá ni un adarme de las riquezas públicas, ni cederá un ápice del dominio absoluto sobre ellas”. Esto decía Yrigoyen, el sí sabia de oligarquías y vendepatrias, los que le asestaron el golpe septembrino con olor a petróleo, y los que décadas después destruyeron una joya preciada de nuestra Argentina: YPF. Como no evocar la figura de Yrigoyen ante la triste realidad de pueblos fantasma que nacieron con YPF como Tartagal, Cutral Co, Plaza Huincul, cuando alrededor miles de argentinos viven en pueblos que crecieron alrededor de una estación ferroviaria, pero que hoy quedaron aislados por el cierre de ramales del ferrocarril. Ante una política plagada de frivolidad, del hedonismo exacerbado y los gastos suntuosos de gobernantes concupiscentes, cómo olvidar a Yrigoyen que donaba sus salarios tanto como docente así como Presidente de la Nación a la Sociedad de Beneficencia, para el Hospital de Niños y el asilo de niños. Lo hizo durante 32 años, 10 meses y quince días.
Cómo no recordar su humilde morada alquilada de la calle Brasil en el barrio de Constitución y sus sencillos muebles destrozados y arrasados por la turba luego del golpe septembrino. Cómo olvidar que fue injustamente encarcelado sin proceso judicial durante un año y tres meses en condiciones de indignidad para su alta investidura en la Isla Martín García.

VIVIR DE PRESTADO
Anciano y enfermo regresó a Buenos Aires para vivir de prestado en casa de una hermana pues había perdido todos sus bienes a lo largo de su vida pública. Sufrió el destino común de otros ex presidentes radicales: fue burlado, y vilipendiado por la prensa, fue víctima de la conspiración de los sectores del privilegio económico y la reacción política, que le quitaron todo lo que pudieron, salvo el amor de su pueblo, ya que al momento de su despedida, el pueblo estuvo junto a él acompañándolo a su última morada.
Al cumplirse el 92° aniversario de su desaparición física recordamos al constructor de la democracia constitucional y reivindicamos su ejemplo y su obra como piedra angular sobre la cual los argentinos debemos seguir consolidando la República democrática.