Hay que apurar el paso
El plan de transformación del presidente Milei, con sus luces y sus sombras, nos ha permitido salir del período de máxima tensión que implicó enfrentar la caótica situación que se vivió al fin del gobierno de Alberto Fernández.
Pero todavía no podemos cantar victoria, parte importante del plan de cambio no llegó a concretarse y ello asusta un poco pues podría llevar a un retroceso si no se dan las condiciones para apurar el paso.
No sólo por las dificultades del proyecto de cambio sino también por los conflictos políticos derivados de la forma en que se avizora la campaña electoral. No está asegurado el éxito del plan anunciado en el Pacto de Mayo si no se aprovechan las bases para la recuperación que se han sostenido hasta ahora. Es necesario enmendar los errores, insuficiencia y defectos de su ejecución y consolidar lo ya realizado completando la segunda parte.
En la actualidad no hay un buen debate político, todo se reduce a luchas internas por el predominio y la puja por ocupar posiciones de poder. Hasta el lenguaje que se emplea por los candidatos en pugna deja mucho que desear impidiendo un debate serio por la marcha de la economía.
Se le suman los conflictos y actitudes personales de la mayoría de los políticos: casi todos no reconocen la importancia del mantenimiento del rumbo iniciado por el gobierno. El quid de la cuestión es saber si se podrán mantener las ideas liberales o triunfarán como siempre ha sido las socialistas, mediante una tercera posición que ha demostrado históricamente que no soluciona los problemas recurrentes del país y constituyó la causa de su declinación durante décadas.
ESTATISMO
Argentina se decidió por un sistema dirigista, estatista y de economía cerrada de inspiración socialista. Milei se ha decidido por lo contrario: reemplazarlo por una economía de corte liberal. La tarea, hay que reconocerlo, es inmensa, plagada de dificultades, con el agravante de que buena parte de la sociedad la rechaza impregnadas sus cabezas de la eterna predica socialista.
Se entiende poco en Argentina que la dinámica capitalista responde para su funcionamiento a un tejido cultural perfectible de base ética, basado en la confianza, la credibilidad, la honestidad, la no violencia, la responsabilidad personal en el cumplimiento de los contratos, la transparencia en su ejecución y a la buena voluntad en los intercambios.
El problema del Gobierno es que se le impidió realizar un programa integral desde el primer momento en que asumió la administración de la República. Se avanzó decididamente en acabar con el déficit fiscal y la inflación, fue un gran progreso pero no pudo ser un plan completo. Le queda mucho por hacer, lo que acarrea un peligro, dadas las circunstancias actuales, de un retroceso o un estancamiento en la marcha de la solución de los problemas nacionales.
La nueva política consiste en establecer la libertad económica, poner en marcha la economía de mercado con apertura al exterior y asegurar la estabilidad económica. El más notable de los logros fue la disminución enorme, en un plazo muy corto, de la inflación, falta que se estabilicen los precios, es cuestión de tiempo.
El gobierno ha logrado, pese a las dificultades, una aceptable transformación socio económica que si bien no ha podido ser completada ha producido un gran avance.
De la naturaleza de las medidas que se adopten en esta segunda etapa y de las condiciones políticas existentes dependerá el resultado que pueda tener este proceso de transformación en la Argentina. Falta una reforma laboral que libere el mercado del trabajo, la reforma tributaria y del sistema impositivo, entre otras cosas.
La abolición de todos los controles de la economía, confianza, reformas e inversiones, más producción, pueden lograr lo que en otros países se ha llamado milagro. No podemos aceptar más cataplasmas, sólo un programa global y simultaneo que tenga en claro las causas que nos condujeron a los reiterados procesos inflacionarios.
El desarrollo de la economía es en estos momentos ambivalente: por un lado existe, como señalamos, un fuerte dinamismo en determinados sectores que provoca la expansión en muchas actividades económicas y por otro lado hay síntomas de recesión en otras áreas y perspectivas de que la misma se vaya acentuando.
El doctor Domingo Cavallo, quien ha aprendido de sus errores, propone abrir el cepo cambiario, no sólo a las personas sino a las empresas, o sea una completa liberalización cambiaria y financiera para ayudar a consolidar la estabilización.
Alerta sobre el peso sobrevaluado, es peligroso cuando se está abriendo la economía y la competencia externa es más fuerte de lo habitual. Escuchar opiniones razonables podría ser para el Gobierno una buena opción.
No debería desaprovechar la gran oportunidad que le ha brindado la gente, ver con claridad el camino a seguir, abandonar para siempre el manejo tecnocrático de las variables económicas, en resumen: libertad y competencia. Queda pendiente el funcionamiento en pleno del sistema laboral, terminar con las reformas del Estado, la reforma impositiva y arancelaria continuar con un firme proceso desregulatorio y de privatización de las empresas públicas.
Explicar lo que viene es prioritario para que sea entendido e inspire confianza y permita respaldo económico. Conseguirlo implica ver a los funcionarios como un grupo creíble. Deberán convencer de que tienen en claro no sus ideologías, tabúes e intereses sectoriales sino el interés supremo del país y, por supuesto, la confianza en la iniciativa individual y la competencia para generar las verdaderas condiciones capaces de permitir los mayores niveles de progreso y realización personal. De ellos y de nosotros depende que resurja el liberalismo en el país.
Este año veremos aumentar las críticas al accionar del gobierno de dirigentes opositores, algunos del partido oficial, del sectarismo ideológico de los sectores de izquierda, de la resistencia de sectores gremiales empresarios y sindicales, también por la falta de información seria y adecuada a la opinión pública sobre las características de las medidas que se necesitan para generar confianza y apoyo.
El temor que se tiene es que no puedan hacerse las reformas que faltan no sólo por la oposición sino también por el clima electoral que prevalecerá la mayor parte del año. Si fuera así, se le proyectaría la culpa al plan liberal, en vez de a una política socioeconómica dirigista, intervencionista, estatista, proteccionista e inflacionaria, de inspiración socialista, dando otra vez visibilidad política al kirchnerismo y a otras fuerzas opositoras.
La profundización del modelo es fundamental, los liberales deben estar más activos que nunca en su defensa y promoción, es una tarea política imprescindible, sobretodo en este año de fuerte colorido electoral.
* Miembro de Número de la Academia Argentina de la Historia. Miembro del Instituto de Economía de la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Premio a la Libertad 2013 (Fundación Atlas). Autora de “El Crepúsculo Argentino” (Ed. Lumiere, 2006).