Había una vez… una querencia

– La historia de hoy es de hace pocos días: el último capítulo de la vida de Don Pucho Águila, paisano del Paraje El Turbio, en el Lago Puelo, Chubut.

– ¿Es amigo tuyo?, me preguntaron los nietos.

– Me encantaría que lo fuese… pero no lo conozco. Es más, me costó encontrar una foto con su cara, quería verlo. Se hizo famoso hace unos días porque está muy enfermo y quiso volver a su “querencia”.

– ¿Qué es eso?

– El lugar que uno quiere especialmente, la propia tierra, muchas veces, el lugar donde se ha nacido. Una palabra linda, porque sólo tiene querencia el que quiere a su tierra y a su gente. La historia impactó mucho en la Patagonia (a Buenos Aires esas historias no le interesan). La resumo: Don Pucho nació en un lugar tremendamente lindo y olvidado. En la punta de un lago, adonde no hay rutas que lleven. Un paraje rural. Las pocas familias que quedan son descendientes de los primeros pobladores. Tienen una escuela Primaria, aunque por lo que supe, ¡con un solo alumno!

– ¡Qué triste debe ser para él! – Para todos… Una escuela es esperanza… Ni siquiera vi que tuviesen una capillita. Tendríamos que ir a visitarlos.

– ¡Sí! – gritaron entusiasmados siempre con una excursión.

– Bueno, para llegar hay que ir a la otro punta del lago, conseguir una lancha, navegar unos 15 kilómetros. Llegar a un muelle, subirse a un tractor o caminar unos 4 kilómetros más y ahí se llega al lugar más poblado. La casa de Don Pucho está todavía un poco más lejos: hay que montar a caballo (o caminar) y remontar el río un poco más de 10 kilómetros. Toda una aventura. Pero el problema es que Don Pucho está enfermo… Es soltero, mayor, con una sobrina y viven solos en la montaña… Él quería ir a vivir sus últimos días a “su querencia”. Complicado. Las noticias dicen que fue el empuje de uno de sus enfermeros el que logró esa pequeña hazaña: que respeten su decisión, ¡y poder llegar a su casa enfermo como está! José Lobos, se llama. También ahí vemos otra figura importante: la sobrina de Don Pucho, que se hace cargo de su cuidado aprendiendo nociones de enfermería. Fíjense que lindos personajes. Un enfermo, Don Pucho, que ama tanto a su tierra que no quiere morir lejos. Un enfermero, Don José, que se juega para hacer un gran acto de caridad. ¡Y la sobrina! Que sabe que no va a tenerla fácil, pero también que el amor siempre obliga (y recompensa). Lamento no saber su nombre. En un mundo que se olvida de los ancianos esta es una gran historia. Y vamos a mirar a nuestros pequeños héroes.

Primero a Don Pucho. Es, como les dije, descendiente de los primeros pobladores, de los que fueron a ese lugar cuando era tierra salvaje. Si hoy es complicado llegar, hace más de 100 años debe haber sido una locura. Su tierra hoy está dentro de un Parque Nacional y eso para los pobladores es malo, porque siempre la política de Parques es la de considerarlos un elemento extraño. Para muchos ecologistas, el hombre es enemigo de la naturaleza, ¡una locura! De hecho, esta gente no puede ser los dueña de su propia tierra, aunque tengan todos los derechos. Don Pucho eso lo sabe, como lo saben sus vecinos. Saben que, si la abandonan, muchos festejarán. No es solamente el vivir sus últimos tiempos en el lugar que nació, ver sus montañas, oír sus pájaros… Es algo más fuerte, ¿se dan cuenta?

– Sí abuelo… no sé si es cierto que ahora puedan darse cuenta, me digo, pero todo queda.

– Don Pucho sabe que su tumba será una pequeña bandera de argentinidad en la frontera; sabe que la Patria es eso que pisa y ama: la tierra de sus padres. Encontré en la web algunos detalles. Como su casa estaba de camino al acceso de un cerro, la gente que pasaba se detenía y charlaba. ¡Eran famosas sus tortas fritas! Pero más famosa era su gentileza y hospitalidad. Porque el que ama su tierra sabe que en el fondo es un regalo de Dios y, eso se comparte. Recemos por este amigo porque enfrenta una batalla difícil.

– El otro es Don José, el enfermero. Lo poco que sé de él alcanza para darle categoría de campeón. Hoy el mundo se llena de palabras lindas frente a los “adultos mayores”, y al mismo tiempo, comete hechos espantosos. ¡Cuántos ancianos viven abandonados! ¡Cuántos mueren entre la indiferencia de los que lo rodean! Don José (recuerden que llamar “Don” a alguien es reconocerlo importante), podría haber mirado para otro lado, pero no, se comprometió y se jugó. También recemos por él, para que Dios lo fortalezca en su misión.

– Y la sobrina. Ella es la “estrella” de estos días. Porque le toca una tarea difícil, pero que le llenará el alma para siempre. Trataré de averiguar su nombre. Recemos también por ella, ¡y por los vecinos del Paraje El Turbio! Para que sepan amar y cuidar su querencia hasta el último día. Como Don Pucho.