Política
Había una vez… un prisionero que vio la eternidad
-Abuelo, ¿quién ese hombre de bigotazos?
-Un amigo, Giovannino Guareschi.
-¿Amigo-amigo o amigo imaginario?
-No nos tratamos nunca personalmente, pero es verdaderamente un amigo. Algún día nos daremos un abrazo.
-¿Dónde vive?
-Murió. Vivía en Italia. Era Italia.
-¿Y el abrazo entonces?
-Llegará… Mirá todos los libros que escribió -le dije mostrando un estante de mi biblioteca.
-¿Te gustan todos?
-Todos, él era un tipo íntegro, ¿o querés que ande separando pedazos de mis amigos? Yo aprendí con él, me reí, me emocioné… Lo sigo haciendo, aunque lo vuelva a leer mil veces. Lo más conocido son sus historias sobre Don Camilo…
-A ver, contame algo.
-Uf… me cuesta elegir y tenemos poco tiempo antes de que la abuela nos llame a comer.
-Si él es bueno cualquier cosa va a estar bien.
-Mirá -dije agarrando su Diario Clandestino- es quizás su obra más profunda. Este diario lo escribió estando preso durante la Segunda Guerra Mundial. La historia de por qué lo mandaron allá es larga, solo te digo que estuvo más de dos años presos, bajó 40 kilos y vio morir a muchos de sus amigos en forma heroica, porque a todos los hubiesen liberado si traicionaban su conciencia.
-¡Eso no se hace!
-Nunca. Pero cuando la muerte te rodea, las tentaciones deben ser duras… Como te decía, él era un hombre íntegro.
-¿Qué es eso?
-Algo que se ve cada vez menos: vivía como pensaba, sincero, coherente…
-Como los políticos… -sé que lo dijo para hacerme rabiar, pero no le hice caso, ya aprendí a conocer sus trampas.
- Una Navidad, para darle ánimo a sus camaradas, les contó una historia triste y esperanzada en donde ellos eran los protagonistas. “La Fabula de Navidad”. Leela después. Solo te adelanto una escena: el protagonista se llama Albertino y vive en un mundo de hambre y miseria. Enojado, sube a una colina nevada y le grita al cielo: "¡Dios, si existes, dame una prueba!” Y allí un ángel aparece y le dice: "Ven, te mostraré algo". Y lo llevó al campo de concentración (el mismo donde estaba Giovannino con sus camaradas). Allí vio a miles de hombres flacos, harapientos, esqueletos vivos con grandes ojos, pero festejando y cantando villancicos en italiano. Entre ellos, vio cómo un prisionero compartía su última migaja de pan con un compañero más débil. Albertino le pregunta al ángel: "¿Por qué cantan si sufren tanto?"
El ángel respondió: "Porque tienen esperanza. La esperanza es más fuerte que el hambre". Y no te cuento más….
-¡Dale!
-Pero te cuento otra historia. Y esta no es una fábula. Es algo que le pasó en serio siendo soldado, allí donde lo vio Albertino con sus amigos. Mirá, acá está en ese libro. Te la leo. Se llama “Ci”, pero se pronuncia “Chi”, es el nombre de un chico que le cambió la vida… y la muerte. Nada fue igual para él después de verlo.
“Chi”
Giovannino está sentado en el suelo sobre la arena desierta.
Está solo, pero no del todo.
La vida le dio tres hijos, pero el segundo no tuvo nada en la vida (ni una migaja de luz, ni un soplo de aire, ni un nombre), porque cuando nació el frío de la muerte ya le había ganado.
Pero él revivió su boca muda con un soplo de su aliento; iluminó sus ojos apagados con un poco de luz de sus ojos, y le dio un nombre con un pedacito de su corazón: “Chi”.
Y “Chi” -no nacido- vivió. Y siempre estuvo con su padre, e incluso ahora está aquí con él, en el campo de concentración, y nadie lo sabe.
El tiempo pasa para sus otros hijos, y envejecen minuto a minuto; pero para “Chi”, el tiempo no existe, y eterniza su juventud.
Tiene tres hijos: dos son el vínculo entre él y la vida; “Chi” es el vínculo entre él y la muerte. Dos hacen dulce su vida; “Chi” le hace dulce la muerte.
Los hombres lo han separado de sus otros hijos, pero “Chi” está siempre con él; y nadie puede separarlo de él, ni siquiera la Muerte. Porque el día que arroje su carga de huesos, allí volverá a estar a su lado, y lo tomará de la mano, y juntos caminarán sobre las nubes sombrías y los mares tormentosos de la Eternidad.
Un pajarito hizo su nido en su corazón: “Chi”.
Durante tres años lo ha calentado con su amor, y la carne pálida se ha vuelto rosada y los ojos brillan como dos perlas negras, y sus cabellos, secos, le llenan la cabecita con diminutos rizos.
Le hice una camisa blanca que lo cubre hasta los pies, y “Chi”– así, nada alto e ingrávido – parece un angelito de postales navideñas.
“Chi” no puede hablar, pero entiende a su padre porque es parte de su corazón, y vive de los latidos de su corazón.
Giovannino, sentado en la arena desierta, al borde del campo de concentración, parece solo. Y en lugar de eso, está aquí con él, sentado sobre su hombro derecho, con su carita apoyada en su mejilla demacrada. Y juntos miran más allá del cerco y más allá de la vida, y esperan algo...
-Un amigo, Giovannino Guareschi.
-¿Amigo-amigo o amigo imaginario?
-No nos tratamos nunca personalmente, pero es verdaderamente un amigo. Algún día nos daremos un abrazo.
-¿Dónde vive?
-Murió. Vivía en Italia. Era Italia.
-¿Y el abrazo entonces?
-Llegará… Mirá todos los libros que escribió -le dije mostrando un estante de mi biblioteca.
-¿Te gustan todos?
-Todos, él era un tipo íntegro, ¿o querés que ande separando pedazos de mis amigos? Yo aprendí con él, me reí, me emocioné… Lo sigo haciendo, aunque lo vuelva a leer mil veces. Lo más conocido son sus historias sobre Don Camilo…
-A ver, contame algo.
-Uf… me cuesta elegir y tenemos poco tiempo antes de que la abuela nos llame a comer.
-Si él es bueno cualquier cosa va a estar bien.
-Mirá -dije agarrando su Diario Clandestino- es quizás su obra más profunda. Este diario lo escribió estando preso durante la Segunda Guerra Mundial. La historia de por qué lo mandaron allá es larga, solo te digo que estuvo más de dos años presos, bajó 40 kilos y vio morir a muchos de sus amigos en forma heroica, porque a todos los hubiesen liberado si traicionaban su conciencia.
-¡Eso no se hace!
-Nunca. Pero cuando la muerte te rodea, las tentaciones deben ser duras… Como te decía, él era un hombre íntegro.
-¿Qué es eso?
-Algo que se ve cada vez menos: vivía como pensaba, sincero, coherente…
-Como los políticos… -sé que lo dijo para hacerme rabiar, pero no le hice caso, ya aprendí a conocer sus trampas.
- Una Navidad, para darle ánimo a sus camaradas, les contó una historia triste y esperanzada en donde ellos eran los protagonistas. “La Fabula de Navidad”. Leela después. Solo te adelanto una escena: el protagonista se llama Albertino y vive en un mundo de hambre y miseria. Enojado, sube a una colina nevada y le grita al cielo: "¡Dios, si existes, dame una prueba!” Y allí un ángel aparece y le dice: "Ven, te mostraré algo". Y lo llevó al campo de concentración (el mismo donde estaba Giovannino con sus camaradas). Allí vio a miles de hombres flacos, harapientos, esqueletos vivos con grandes ojos, pero festejando y cantando villancicos en italiano. Entre ellos, vio cómo un prisionero compartía su última migaja de pan con un compañero más débil. Albertino le pregunta al ángel: "¿Por qué cantan si sufren tanto?"
El ángel respondió: "Porque tienen esperanza. La esperanza es más fuerte que el hambre". Y no te cuento más….
-¡Dale!
-Pero te cuento otra historia. Y esta no es una fábula. Es algo que le pasó en serio siendo soldado, allí donde lo vio Albertino con sus amigos. Mirá, acá está en ese libro. Te la leo. Se llama “Ci”, pero se pronuncia “Chi”, es el nombre de un chico que le cambió la vida… y la muerte. Nada fue igual para él después de verlo.
“Chi”
Giovannino está sentado en el suelo sobre la arena desierta.
Está solo, pero no del todo.
La vida le dio tres hijos, pero el segundo no tuvo nada en la vida (ni una migaja de luz, ni un soplo de aire, ni un nombre), porque cuando nació el frío de la muerte ya le había ganado.
Pero él revivió su boca muda con un soplo de su aliento; iluminó sus ojos apagados con un poco de luz de sus ojos, y le dio un nombre con un pedacito de su corazón: “Chi”.
Y “Chi” -no nacido- vivió. Y siempre estuvo con su padre, e incluso ahora está aquí con él, en el campo de concentración, y nadie lo sabe.
El tiempo pasa para sus otros hijos, y envejecen minuto a minuto; pero para “Chi”, el tiempo no existe, y eterniza su juventud.
Tiene tres hijos: dos son el vínculo entre él y la vida; “Chi” es el vínculo entre él y la muerte. Dos hacen dulce su vida; “Chi” le hace dulce la muerte.
Los hombres lo han separado de sus otros hijos, pero “Chi” está siempre con él; y nadie puede separarlo de él, ni siquiera la Muerte. Porque el día que arroje su carga de huesos, allí volverá a estar a su lado, y lo tomará de la mano, y juntos caminarán sobre las nubes sombrías y los mares tormentosos de la Eternidad.
Un pajarito hizo su nido en su corazón: “Chi”.
Durante tres años lo ha calentado con su amor, y la carne pálida se ha vuelto rosada y los ojos brillan como dos perlas negras, y sus cabellos, secos, le llenan la cabecita con diminutos rizos.
Le hice una camisa blanca que lo cubre hasta los pies, y “Chi”– así, nada alto e ingrávido – parece un angelito de postales navideñas.
“Chi” no puede hablar, pero entiende a su padre porque es parte de su corazón, y vive de los latidos de su corazón.
Giovannino, sentado en la arena desierta, al borde del campo de concentración, parece solo. Y en lugar de eso, está aquí con él, sentado sobre su hombro derecho, con su carita apoyada en su mejilla demacrada. Y juntos miran más allá del cerco y más allá de la vida, y esperan algo...
