Opinión
Había una vez… un cura
Por Franco Ricoveri
- Había una vez un cura muy famoso. Tanto que sobre sus historias se escribieron muchos libros que vendían millones de ejemplares en todo el mundo y muchas películas. Se llamaba Don Camilo (en Italia a los sacerdotes se los suelen llamar “Don”). Tan famoso era que un día el Papa quiso conocerlo. Aunque sabía que no existía…
- ¿Cómo es eso, abuelo? Suena raro…
- Don Camillo era el personaje de unos relatos que publicaba Giovannino Guareschi. Si bien no existía, había muchos curas como Don Camillo por el mundo. Y por eso la gente lo amaba. Era un cura sencillo, tremendamente fuerte, que vivía por los demás y, quizás por eso, se peleaba siempre con un amigo suyo, Peppone, que era el alcalde comunista de su pueblo.
- Los comunistas son malos…
- El comunismo es malo, sí, pero a veces había comunistas que no se daban cuenta de lo terrible que era y de los crímenes que se cometían en su nombre. Peppone era de esos, pero tenía buen corazón, aunque la ideología a menudo lo cegaba. Por eso se peleaban. Si se quiere podríamos dividir a la gente entre los que ven las cosas como son y los que las ven con “anteojos” que deforman la realidad. Las historias de estos dos personajes eran graciosas y profundas al mismo tiempo. Inventadas, pero muy reales, porque su autor conocía y amaba a su gente. Don Camilo no era perfecto, tenía sus defectos, pero tenía una gran ventaja: a Cristo. Conversaba cuando tenía problemas con el Cristo de su parroquia y Él lo retaba, le daba fuerzas… lo acompañaba. - ¿Y el comunista?
- Era un buen hombre, cristiano, aunque a veces creía que tenía que disimularlo porque el Partido se lo mandaba. Pero lo tenía a Don Camilo que se lo recordaba. A veces con un tortazo… porque eran hombres duros. Como vivían en un pueblo, todos se conocían y se podían ayudar. El problema que tenía era justamente que esa Fe natural que había heredado de sus mayores estaba siempre cuestionada por cuestiones políticas. Es triste, pero la política, aunque es una vocación de servicio, tienta a veces a las personas a olvidarse de eso. El desastre de nuestra querida Argentina no es raro… se repite constantemente. Pero bueno, todo esto hacía que surgiesen historias muchas veces graciosas, otras dramáticas, pero siempre profundas y reales. No recuerdo ninguna historia corta, pero sí una charla que tuvo el cura con Jesús que siempre me parece actual. Don Camilo estaba preocupado por cómo todo se iba derrumbando: el amor, la bondad, la piedad, la honestidad, el pudor, la esperanza… Cristo le respondió que no sea pesimista, ¿o acaso creía que Él había fracasado? Pero no lo convenció del todo al pobre Don Camilo. La gran pregunta que tenía en su corazón era “¿qué podía hacer frente a tantos males?” Y la respuesta fue muy linda: “Hay que hacer como los campesinos cuando llegan las inundaciones. Lo primero que hay que salvar son las semillas. Cuando el río haya vuelto a su cauce, la tierra volverá a emerger y el sol la secará. Si el campesino salvó la semilla, podrá arrojarla en la tierra, que se habrá hecho más fértil, y la semilla fructificará, y las espigas doradas darán a los hombres pan, vida y esperanza. Hay que salvar la semilla: la fe. Don Camilo, es preciso ayudar a quienes aún tienen fe y mantenerla intacta”. A ver si me saben resumir qué es lo que quiso decirle Jesús a Don Camilo…
- Que no afloje -dijo mi nieto mayor con seguridad.
- Es un buen resumen.
- Y, ¿cómo se muere Camilo? – preguntó intrigada su hermana, siempre preocupada por ese tema.
- El Padre Camilo en todo caso... El que se murió fue su autor, Giovannino, hace ya más de 50 años. Su último libro se llama “Don Camilo y los jóvenes de hoy”, y allí ya lo vemos mayor, y en vez de luchar contra Peppone, le toca hacerlo frente a una sobrina que era bien brava y lo volvía loco y con un curita joven que le mandaron y que era absolutamente insoportable. Don Quiquí lo llamaban. Quería cambiarlo todo y lo que hacía era confundir. Lo peor es que no respetaba a la gente, no las veía y eso lo amargaba a nuestro curita. Confundir a la pobre gente que espera claridad es malo, muy malo. Lo que les voy a decir no es tan fácil de entender, pero es importante. Está en ese último libro y es bien actual: “Mientras en otro tiempo el malo procuraba parecer bueno, hoy el bueno se esfuerza a menudo en aparentar que es malo. Y aunque sigue siendo oveja, aúlla como lobo, mientras los lobos auténticos, que, sin embargo, van disfrazados de ovejitas, balan”. ¿Lo entendieron?
- No -dijeron todos. Y está bien, ¡para qué se los habré dicho! Ya lo tendrán que sufrir.
- No se preocupen. Sólo recuerden el nombre de Don Camilo, un día va a ser un gran amigo de ustedes. Y, ¡a no aflojar con las cosas buenas!
- Había una vez un cura muy famoso. Tanto que sobre sus historias se escribieron muchos libros que vendían millones de ejemplares en todo el mundo y muchas películas. Se llamaba Don Camilo (en Italia a los sacerdotes se los suelen llamar “Don”). Tan famoso era que un día el Papa quiso conocerlo. Aunque sabía que no existía…
- ¿Cómo es eso, abuelo? Suena raro…
- Don Camillo era el personaje de unos relatos que publicaba Giovannino Guareschi. Si bien no existía, había muchos curas como Don Camillo por el mundo. Y por eso la gente lo amaba. Era un cura sencillo, tremendamente fuerte, que vivía por los demás y, quizás por eso, se peleaba siempre con un amigo suyo, Peppone, que era el alcalde comunista de su pueblo.
- Los comunistas son malos…
- El comunismo es malo, sí, pero a veces había comunistas que no se daban cuenta de lo terrible que era y de los crímenes que se cometían en su nombre. Peppone era de esos, pero tenía buen corazón, aunque la ideología a menudo lo cegaba. Por eso se peleaban. Si se quiere podríamos dividir a la gente entre los que ven las cosas como son y los que las ven con “anteojos” que deforman la realidad. Las historias de estos dos personajes eran graciosas y profundas al mismo tiempo. Inventadas, pero muy reales, porque su autor conocía y amaba a su gente. Don Camilo no era perfecto, tenía sus defectos, pero tenía una gran ventaja: a Cristo. Conversaba cuando tenía problemas con el Cristo de su parroquia y Él lo retaba, le daba fuerzas… lo acompañaba. - ¿Y el comunista?
- Era un buen hombre, cristiano, aunque a veces creía que tenía que disimularlo porque el Partido se lo mandaba. Pero lo tenía a Don Camilo que se lo recordaba. A veces con un tortazo… porque eran hombres duros. Como vivían en un pueblo, todos se conocían y se podían ayudar. El problema que tenía era justamente que esa Fe natural que había heredado de sus mayores estaba siempre cuestionada por cuestiones políticas. Es triste, pero la política, aunque es una vocación de servicio, tienta a veces a las personas a olvidarse de eso. El desastre de nuestra querida Argentina no es raro… se repite constantemente. Pero bueno, todo esto hacía que surgiesen historias muchas veces graciosas, otras dramáticas, pero siempre profundas y reales. No recuerdo ninguna historia corta, pero sí una charla que tuvo el cura con Jesús que siempre me parece actual. Don Camilo estaba preocupado por cómo todo se iba derrumbando: el amor, la bondad, la piedad, la honestidad, el pudor, la esperanza… Cristo le respondió que no sea pesimista, ¿o acaso creía que Él había fracasado? Pero no lo convenció del todo al pobre Don Camilo. La gran pregunta que tenía en su corazón era “¿qué podía hacer frente a tantos males?” Y la respuesta fue muy linda: “Hay que hacer como los campesinos cuando llegan las inundaciones. Lo primero que hay que salvar son las semillas. Cuando el río haya vuelto a su cauce, la tierra volverá a emerger y el sol la secará. Si el campesino salvó la semilla, podrá arrojarla en la tierra, que se habrá hecho más fértil, y la semilla fructificará, y las espigas doradas darán a los hombres pan, vida y esperanza. Hay que salvar la semilla: la fe. Don Camilo, es preciso ayudar a quienes aún tienen fe y mantenerla intacta”. A ver si me saben resumir qué es lo que quiso decirle Jesús a Don Camilo…
- Que no afloje -dijo mi nieto mayor con seguridad.
- Es un buen resumen.
- Y, ¿cómo se muere Camilo? – preguntó intrigada su hermana, siempre preocupada por ese tema.
- El Padre Camilo en todo caso... El que se murió fue su autor, Giovannino, hace ya más de 50 años. Su último libro se llama “Don Camilo y los jóvenes de hoy”, y allí ya lo vemos mayor, y en vez de luchar contra Peppone, le toca hacerlo frente a una sobrina que era bien brava y lo volvía loco y con un curita joven que le mandaron y que era absolutamente insoportable. Don Quiquí lo llamaban. Quería cambiarlo todo y lo que hacía era confundir. Lo peor es que no respetaba a la gente, no las veía y eso lo amargaba a nuestro curita. Confundir a la pobre gente que espera claridad es malo, muy malo. Lo que les voy a decir no es tan fácil de entender, pero es importante. Está en ese último libro y es bien actual: “Mientras en otro tiempo el malo procuraba parecer bueno, hoy el bueno se esfuerza a menudo en aparentar que es malo. Y aunque sigue siendo oveja, aúlla como lobo, mientras los lobos auténticos, que, sin embargo, van disfrazados de ovejitas, balan”. ¿Lo entendieron?
- No -dijeron todos. Y está bien, ¡para qué se los habré dicho! Ya lo tendrán que sufrir.
- No se preocupen. Sólo recuerden el nombre de Don Camilo, un día va a ser un gran amigo de ustedes. Y, ¡a no aflojar con las cosas buenas!