Había una vez… sanmartinianos
- Padrino, ¿cómo andamos? Terminé el trabajo práctico sobre las Invasiones Inglesas, me felicitaron. - Debés haber sido de los pocos que fueron a los libros… Hoy suelen bajar todo hecho de Internet.
- No todos… ¡No pierdas las esperanzas, ja! - Jamás. Y para que lo veas, me puse a pensar la pregunta pendiente sobre el cierre del Instituto Nacional Sanmartinano, y de los otros: el Belgraniano, el Browniano…
Lo primero que me vino a la mente es el famoso discurso del Presidente Avellaneda en el que propone a la figura de Don José de San Martín como vínculo de unidad entre los argentinos. Todo el discurso es una joya. Eran las épocas en que los políticos al menos sabían hablar… y algunos hasta llegaban a pensar. Hoy solamente saben pelearse, hacer negocios personales y mirarse el ombligo.
En esa época se vivían tiempos horribles. La Argentina estaba dividida, todos se miraban con desconfianza. Sobre todo, afloraban las viejas divisiones y un personaje siempre ambiguo y frívolo las alimentaba desde su diario y sus conspiraciones: Bartolomé Mitre. Avellaneda supo que teníamos que unirnos para poder salir adelante. Inmediatamente deba haber pensado en Don José de San Martín. Había muerto en el exilio, casi abandonado, no hacía mucho tiempo. Pero lo necesitábamos aquí. Su figura seguía (y sigue) moviendo los corazones argentinos. Su mensaje era claro y contundente. Su ejemplo, coherente. Había que traerlo y hacerlo presente para sanar a la Patria. Se le ocurrió entonces repatriar sus restos y recibirlo nuevamente en su tierra con todos los honores. Los héroes no mueren y sus espadas siguen ganando batallas.
En el “Discurso por el aniversario de la batalla de Maipú” (5 de abril de 1877), Don Nicolás Avellaneda, brilló. Su palabra incendió los corazones de los argentinos y nos pusimos a la obra. En un momento preguntó dos veces al auditorio por qué no podíamos honrar su obra reencontrándonos frente a su tumba. Lo dijo así: "Las cenizas del primero de los argentinos, según el juicio universal, no deben permanecer por más tiempo fuera de la patria”. Fue su idea, fue su ruego.
Y como las ideas para que sean buenas se transforman en un plan, soñó con una Argentina mejor: "En nombre de nuestra gloria como Nación, invocando la gratitud que la posteridad debe a sus benefactores, invito a mis conciudadanos desde la Plata hasta Bolivia y hasta los Andes, a reunirse en asociaciones patrióticas, recoger fondos y promover la traslación de los restos mortales de D. José de San Martín, para encerrarlos dentro de un monumento nacional bajo las bóvedas de la Catedral de Buenos Aires".
Fijate: lo podría haber hecho solo. Un acto de gobierno. Pero supo con claridad que lo que necesitábamos, esa unión a la que aspiraba, era una obra comunitaria. Y creó esas comunidades “patrióticas”, para estudiar, pensar, soñar y festejar esa Patria mejor que buscaba. Y hago una aclaración. La palabra Patria sigue siendo usada muchas veces en beneficio propio, pero eso es un robo. ¡Y no hay que dejarse robar! Porque la palabra “Patria” no representa oscuros beneficios de partidos, representa todo lo bueno, bello y verdadero que heredamos de nuestros padres.
Así fue que nacieron las primeras Asociaciones Sanmartinianas, y con el tiempo inundaron el país con sus primas hermanas: las asociaciones Belgranianas, Güemesianas, Browninas… Naturalmente surgió la necesidad de cierto orden y de allí los Institutos Nacionales que hoy cerraron.
Avellaneda terminó su discurso en forma brillante. Hay que memorizarlo: “Los pueblos que olvidan sus tradiciones, pierden la conciencia de sus destinos, y los que se apoyan sobre tumbas gloriosas, son los que mejor preparan el porvenir".
CERRAR LOS INSTITUTOS
Y vamos a nuestro tema: cerrar los Institutos Sanmartinianos, Belgranianos y otros es, en realidad, no un atentado contra el pasado, si no un crimen contra nuestro futuro. Más que nunca deberíamos celebrar y proteger nuestra rica herencia histórica, esa era su tarea. No hay excusas válidas. Podríamos discutir si en los últimos años cumplieron o no bien la misión que tenían. Yo tengo mis objeciones al respecto, pero eso no significa su cierre. Que no sepamos utilizar una buena herramienta, no debe llevarnos a tirarla…
Dicen que quieren transformarlos en museos. Es una pésima idea, porque eso limita su capacidad de investigación, difusión y coordinación de las cientos de asociaciones sanmartinianas difundidas a lo largo del país (y aún en el extranjero), lo reduce desde su nombre a un rol pasivo, despojándolo de su función dinámica como centro de estudio y promoción de valores.
El espíritu que animó el nacimiento de estos institutos y asociaciones buscaba unir al país en torno a sus héroes, fomentando la educación cívica y la cohesión nacional en un momento de crisis. Avellaneda entendió que los próceres no eran solo figuras del pasado, sino faros para el futuro, y su visión inspiró el movimiento que, décadas más tarde, dio origen a estos institutos. Cerrarlos o degradarlos es, en esencia, traicionar ese legado fundacional que Avellaneda defendió con tanto fervor.
LA EXCUSA DEL AJUSTE
El Gobierno, según su ministro Sturzenegger, justifica estas medidas como parte de una reestructuración para “reducir duplicaciones, gasto innecesario y poner fin a décadas de despilfarro”. ¿De qué hablan? ¿Cuántos años podrían sobrevivir los Institutos con el ahorro de uno solo de los viajes de propaganda del actual presidente? Que hayamos vivido décadas de desastres y robo no justifica una tijera sin cabeza.
El cuento del ajuste económico no resiste un análisis, te repito. El Instituto Belgraniano, por ejemplo, funcionaba con un presupuesto ínfimo, sin costos de alquiler, luz o gas, y dependía en gran medida del trabajo ad honorem de sus miembros. La disolución de estas instituciones, lejos de ser una medida administrativa, parece responder a una agenda ideológica que desvaloriza la historia nacional y prioriza una visión economicista por encima de la cultura y la identidad. ¿De qué batalla cultural se habla cuando se proyectan estas cosas? Y ojo, en el fondo estamos frente a otra visión del hombre “economicista”, materialista, no tan lejana en el fondo del marxismo y sus ecos latinoamericanos. Son dos caras de la misma moneda. Dos caras de la misma tragedia.
Cerrar estos institutos no es solo un recorte presupuestario, es un acto de torpeza cultural que pone en riesgo la memoria de quienes forjaron la Argentina. En un país que enfrenta desafíos económicos y sociales, la historia verdadera, no la ideologizada, debería ser un refugio de unidad. Ni un eslogan berreta electoralista, ni un sacrificio inútil en el altar de un falso ajuste. Los Institutos no se deben cerrar, deben mejorar…
Yo creo que en el fondo las figuras de San Martín y Belgrano, principalmente, no admiten esa utilización ideológica, no admiten claudicaciones, ni falsificaciones, ni traiciones. Por eso molestan. Y por esa misma razón, volverán a triunfar. ¡No nos vamos a rendir!
- ¡Nunca! Clarísimo, padrino. ¿Cómo era la frase de Avellaneda?
- “Los pueblos que olvidan sus tradiciones, pierden la conciencia de sus destinos, y los que se apoyan sobre tumbas gloriosas, son los que mejor preparan el porvenir".
- Amén.