Había una vez… revolucionarios

- Abuelo, ¿las revoluciones son buenas o malas? – me preguntó uno de los nietos. Los chicos necesitan saber lo importante.
- Depende… del fin que tengan y de los medios que empleen. Para que sean buenas, ambas cosas deben ser buenas. Con que falte alguna, la revolución terminará siendo mala.
- Entonces, es más fácil que sean malas… - comentó con lógica.
- Sí, es la realidad. Una revolución teóricamente busca recuperar un orden perdido. Chesterton lo decía así: la verdadera revolución es dar la vuelta entera y volver al orden. Pero pocas veces lo logra, porque se meten a jugar los negocios, las ideologías, los egos y resentimientos… Vos estás pensando en la nuestra, la del 25 de mayo, ¿no?
- Claro… leí que fusilaron al Virrey Liniers, ¡y él era el que nos había salvado de los piratas ingleses! Está mal…
- Sí… indudablemente ese fue un crimen. Las revoluciones siempre son peligrosas; muchas veces terminan con vidas inocentes. Creo que la nuestra fue un paso necesario, porque España había sido invadida por los franceses de Napoleón. Encima, teníamos un rey pésimo: Fernando VII, el rey felón.
- ¿Qué es eso?
- Un traidor… además de un degenerado. A un tipo así no se lo puede obedecer. Todo eso desencadenó nuestro camino hacia la Independencia. Incluyendo guerras. Siempre son tristes, pero en este caso eran justas. Más allá de graves errores, como lo de Liniers.
Lo que pasó es que ya en aquellos tiempos la Patria estaba dividida. Y una de las partes creía que la sangre era necesaria para asegurar la Independencia. Es muy fácil que lo que es bueno se pervierta. Era bueno luchar y combatir a los traidores y a los invasores napoleónicos. Sin embargo, si un “revolucionario” ejecuta a prisioneros por odio, ese acto siempre es un crimen. La fortaleza como acción virtuosa, no es un acto ciego, sino que debe estar gobernada por la prudencia.
Para una parte de nuestros revolucionarios el modelo fue la Revolución Francesa, donde se cortaron cabezas sin asco... Gracias a Dios la mayoría fueron cristianos que amaban sus raíces y pensaban bien, porque si no los males hubiesen sido irreparables… La Revolución Francesa no solamente se ensangrentó con más de medio millón de asesinatos, fue una de las causas del envenenamiento progresivo de la mente del hombre moderno. ¿Te acordás cuál era el lema por el cual luchaban?
- Libertad, igualdad y fraternidad…
- ¡Un 10! Pero lo cierto es que nada hubo más falso... o hipócrita. ¿Te creés que pueden existir esas cosas cuando lo que prevalece es el odio? Y ese odio se centró especialmente en los católicos a los que intentaron exterminar porque representaban lo contrario al odio.
- Por lo que decís, hay más cosas malas que buenas…
- Sí, aunque a veces las revoluciones son necesarias, siempre son peligrosas… El riesgo es que la violencia se tome víctimas inocentes. Como generalmente son respuestas a graves situaciones de injusticias, la prudencia se olvida en el enojo de la lucha… Las multitudes enardecen, llega el caos y con él, las muertes… y, entonces, más injusticias… Te nombré a la Revolución Francesa porque se la tiene siempre como “LA” Revolución y, aunque reaccionó contra un sistema que dejaba mucho por desear, empeoró todo. Hasta el día de hoy. Las grandes revoluciones nacen queriendo cambiar el mundo, pero las modernas casi siempre terminaron empeorando la situación. La hermana más cercana de la Revolución Francesa fue la Revolución Soviética. Allí los muertos se multiplicaron por millones. Y tuvieron más hermanitas menores por todos lados, que dieron a luz un mundo cada vez más inhumano. Pero eso sí: siempre en nombre de la “Libertad”, del “Pueblo” y de la “Democracia”.
En el fondo en nombre de ideologías materialistas con distintos sellos que comparten orígenes comunes: liberalismo, socialismo, marxismo, y otras malas yerbas No parten de la realidad del “hombre” o del “pueblo”, que nunca conocieron y, en consecuencia, nunca amaron. Quieren es un “hombre nuevo” y un “pueblo nuevo”, desligado de todas sus raíces.
Te lo cuento con una historia que pasó en Camboya. 1975. Revolución comunista, en manos de un loco al que llamaban Pol Pot. Su modelo lo había aprendido cuando estudiaba en Francia: “libertad, igualdad y fraternidad”. Y por eso comenzó enseguida ejecutando compatriotas. Quería acabar con todo: familia, educación, religiosidad, historia, arte… “El hombre nuevo”.
Loung Ung, nuestra protagonista, era una chica de cinco años cuando su familia fue dividida violentamente. Los mandaron a “reeducarse” al campo. Trabajaban de sol a sol, bajo vigilancia continua. El hambre era tan intensa que ella soñaba con comida mientras veía a su madre adelgazar hasta convertirse en un esqueleto. Todos los días, veían algún asesinato. En una ocasión, un hombre fue golpeado frente a todos hasta la muerte por robar una mazorca de maíz para alimentar a su hijo hambriento.
Iban matando a todos: primero, a su padre, lejos; a su madre delante suyo; a su hermana, de hambre. Mientras tanto, Loung, que seguía siendo una niñita, fue reclutada como “soldado infantil”. La entrenaron para colocar minas y matar. Era tan horroroso lo que vivía, que por las noches se tapaba la cabeza y cantaba para sí las canciones que le había enseñado su padre… Y cuando sentía que no podía seguir, pensaba en su familia. “Luchaba para honrar sus vidas”, escribió más tarde. Ese amor le dio fuerzas para sobrevivir y, tiempo después, poder escapar y dar testimonio de lo que vio.
La revolución de Camboya, no pudo vencer a una chica valiente. No pudo torcer la realidad. Fracasó. Loung Ung, no. Ella es una gran ganadora, porque supo aferrarse a su ser profundo y así, no dejó que la arrastre tanta crueldad. Como ella hubo millones… Algunos sobrevivieron.
- ¿Te contesté? – le pregunté a mi nieto dudando.
- No… -me dijo, y se arrepintió al ver mi cara-. Bueno, un poquito sí…
- Aclaro entonces: para que una revolución sea buena, debe tener un fin bueno (volver al orden perdido), usar medios buenos y ser llevada a cabo por gente buena ¡y sana de la cabeza! Porque la violencia, ciega, y el poder, enloquece. Las revoluciones que quieren cambiar la esencia de lo que es el hombre, siempre terminan mal y están condenadas a seguir fracasando hasta el final de los tiempos. Lo que haría falta es una verdadera “contrarrevolución” volviendo al orden.
Es difícil, pero a veces necesario.... ¡Podríamos ir preparando una con tus primos! ¡Sí que haría falta…!
- ¡Dale!!!! Pero vos estás un poco viejito… Como dice mi hermana: “te lo digo con cariño …”