Había una vez… elecciones

Se reunieron a discutir en el boliche los miembros más representativos del pago. Allí estaba don Zorro, el astuto, calculando con anticipación las movidas ajenas. Le gustaba compadrear mostrando el buen platerío de su cintura. ¡Que se luzca bien y se entienda quién es quién!

Don Peludo, del otro lado de la mesa, no le confiaba ni un poquito. Fumaba siempre cigarritos de tabaco negro que armaba él mismo. Yo creo que algunos le decían “el armadillo” justo por eso, ¡vaya uno a saber!

Extrañamente callado estaba don Loro. Boina roja, lindo poncho. Lo miraba fijamente a don Zorro esperando algo. Era poco inteligente. Hablador nomás.

El Puma Rosendo, dueño del boliche, tipo noble, estaba siempre pronto a saltar si hiciese falta. Creía que la fuerza, Dios se la había dado por algo. A don Rosendo se apelaba siempre que llegaba el momento de las definiciones. Hablaba poco y nadie le discutía. Sobre todo, si miraba fijo. Cuando había que poner orden, obraba. Al zorrino lo apodaban “Rino”, no se gastaron mucho. Por su perfumadas dotes, ni “don” le decían, sólo Rino. Pero, aunque en el fondo era bueno y afectuoso, la vida lo había hecho un poco resentido. Sus paisanos lo esquivaban.

Juancito, el guanaco, era un tipo simple, medio bobo. De buen humor, salvo cuando se enojaba y era capaz hasta de escupirte. Todos le decían “camello”, salvo Rino, que siempre decía “¡Sí, Guana!”. Claro, le gustaban las viejas películas de Tarzán, pero nadie entendía ese por qué.

- Yo tampoco… - me dijo mi nieta seriamente.

- Uh… En las viejas películas de Tarzán, ese hombre que se crio entre los monos…, ¿te acordás?

- Obvio abuelo… -y no puedo transcribir la cara que me puso.

- Bueno, no te enojes. En esas películas los pobres negritos que aparecían, siempre eran medio torpes y casi lo único que les decían a los blancos era: “¡sí guana! Bien escrito sería “bwana”. Su traducción: “¡Sí amo!”

- ¡Qué racistas!

- Obvio, nieta. A los africanos los trataban tan mal como en la vida misma. ¡Pero no me distraigas que en cualquier momento pasa tu mamá a buscarte!

 

LOS OTROS PARTICIPANTES

Estábamos en el boliche. Nos faltaban tres de los participantes de la reunión. Panchón, el hurón, de quien mucho no habría qué decir, salvo que era el amargo del grupo. Y las dos mujeres: Ña Pirincha y Amalia, la mujer del ”Ñandú de la loma”. Ña Pirincha era la encargada del boliche y siempre estaba de buen humor. A pesar de vivir despeinada, era muy cuidadosa, limpia y amable. Atenta a los demás. Amalia, en cambio, era una coqueta, engreída. Frívola. Sus largas pestañas le hacían creer que todos tenían la obligación de mirarla y suspirar.

- Y , ¿qué andaban discutiendo?

- Al lado del boliche funcionaba el “Club Social y Deportivo”. Tenían que elegir a las nuevas autoridades. ¿Vos quien creés que debían ser? Miralos bien a los ojos… tenés que aprender a leer los ojos de los demás. Empecemos descartando...

- El Guana, debe ser un cancherito… Yo creo que se cree mil… – a esta nieta mía no le gustan los “cancheritos”.

- Tenés razón. Al lado yo te la pondría a Amalia, también es creída…

- Sí… Panchón me da cosa… no le confío nada.

- Intuición femenina. Yo tampoco.

- Un loro, ¡nunca! – agregó con seguridad-.

- ¡Jamás confíes en alguien que no sabe callar! Afuera. ¿Y el zorro?

- ¡Noooo! Los zorros son siempre zorros…

- Cierto. Tachamos al Zorro, porque sólo cree en su astucia. Nos quedan cuatro.

- Rosendo: el que manda necesita ser fuerte…

- Verdad, pero no alcanza. La fuerza sirve una vez que se tiene claro el Bien que se quiere alcanzar. La autoridad es ante todo servicio. ¿Vos creés en la habilidad del puma para eso? Como bolichero, era un poco descuidado. Si no fuese por Ña Pirincha que le llevaba las cuentas… Yo confiaría en la tenacidad de don Peludo. Ese no afloja nunca. Rosendo, en cambio, es explosivo, pero inconstante.

- Ña Pirincha me gusta.

- ¿Porque es mujer?

- Obvio, abuelo…

- Ja… Ella conoce a la gente y es algo fundamental. A ver si te gusta este equipo de gobierno: Ña Pirincha, presidente; don Peludo y Rino, vices. Rosendo queda como Capitán, a cargo de poner orden si es necesario.

- ¿Por qué lo pondrías a Rino?

- Mirá como lo mira al zorro… Él sabe bien lo peligroso que puede ser. Y además la vida le enseñó a ser humilde.

Pero mirá lo que pasó después. Al final, el Zorro y el Loro se terminaron aliando para las elecciones y ¡ganaron! El loro sabía hablar, el zorro le decía qué cosas le gustaba oír a los votantes y así embaucaron a todos. En lugares así, siempre gana el que miente más y promete lo que sabe que no va a cumplir…

- Un desastre…

- Casi… porque cuando quisieron tomar las riendas del club, Rosendo bostezó. ¡Todos miraban sus afilados dientes! Y empezó a hablar. Pausadamente… “A ver ustedes dos, se sientan en silencio y oyen bien… Como dueño del boliche y “del clú” -remarcó mirándose las garras que movía como cuando tocaba la guitarra- les aviso que tenemos nuevo presidente y se llama… “Ña Pirincha”. Ella sabe, aunque necesita que la ayuden a ordenar un poco las cosas. Ustedes son dos charlatanes y no sirven, ¿me explico? Don Rino y Don Peludo la van a ayudar.” Nadie se atrevió a objetar. “El que quiera mandar -siguió diciendo- debe estar dispuesto a sacrificarse por los demás… y dejar de lado sus intereses propios… Ustedes ¡no sirven! Así que, si quieren seguir con estas porquerías, los mando pa’ Buenos Aires. Allí estarán a gusto y quizás lleguen a diputados.” Don Zorro ni se animó a levantar los ojos de la mesa, pero a su cómplice se le ocurrió responder con alguito de miedo: “Pero la democracia…” Y lo dijo con su peor tono de lorito tonto, mirando a su silencioso compinche…

- Y ¿qué hizo Rosendo?

- Sonrió y los miró fijo, con la misma cara que podés ver en el cuadro del amigo Montefusco. Ahí fue cuando don Zorro se frotó el hocico y dijo: “¡Un brindis por Ña Pirincha!”

- Pero, ¿cuál es la moraleja?

- Yo no te conté ninguna fábula, solamente lo que pasó aquella tarde en el boliche de Rosendo… Sé que después se pusieron a jugar a los dados y, cuando el zorro volvió a querer hacer trampa, lo echaron a patadas…