Había una vez… Un gran cacique

- Abuelo, me quedé pensando en la historia que nos contaste el otro día sobre el gaucho de Güemes que se enfrentó solito contra más de 100 enemigos… ¿no habrá tenido miedo?
- Probablemente sí... En este caso, no lo sabemos, pero podemos pensar que ante todo era un hombre que sabía que tenía una misión, y que estaba preparado para cumplirla. Porque hay muchas clases de temores: unos que paralizan, otros que dan coraje.... El miedo es como un alarma natural ante el peligro. Los valientes saben evaluarla y, si vale la pena, jugarse por una buena causa. En aquella historia, la causa valía la pena, porque era parte de la táctica de su gran jefe, el General Güemes, y fueron esos pequeños combates los que frenaron al enemigo. Si la finalidad no fuese buena, el valiente solo sería un inconsciente, temerario se dice.
Los hombres valientes saben lo que tiene “valor”, pero, como en todas las cosas, es el habituarse a buscar ese bien difícil es lo que los hace virtuosos: son capaces de sacrificarse, de hacer algo “sagrado” por los demás. El extremo es “dar la vida por los demás”, pero hay muchas formas de ser valiosos… o valientes… y vencer los “temores”. Lo que es claro, es que cuando tenemos claro el “por qué” hacemos las cosas que tenemos que hacer, y “para qué”, los miedos se van venciendo. Y también pesa la ayuda de Dios y ejemplo de los demás. Si nos quedamos mirando sólo nuestras propias conveniencias, vamos a vivir con desconfianzas y nunca seremos capaces de luchar por las cosas buenas, bellas y verdaderas.
Pero esto me hace acordar que nunca les hablé del Comandante Andresito, el “Güemes de las Misiones”, ahijado de Artigas, ¡ese fue otro bravo de nuestra Historia! Y nos puede ayudar a entender mejor este tema.
- ¿Es el de la yerba?
- Bueno, reducirlo a eso me suena feo, pero sí, le da nombre a una ciudad allá en el Norte, zona productora de Yerba Mate, y su Cooperativa usa su nombre como homenaje. Lo lindo es que en los paquetes no se olvidan de mencionarlo: “Andrés Guazurarí, gran luchador por la libertad y soberanía misionera”. Y muchos de los que compran esa yerba, es la primera vez que se enteran de su existencia. Y eso a pesar de que le debemos buena parte de nuestro territorio (que defendió ante los portugueses del Brasil).
El Comandante Andresito nació el mismo año que San Martín, 1778, y en un pueblito muy cercano. Hacía pocos años que los masones de España habían expulsado a los jesuitas y las misiones guaraníes se iban despoblando, abandonando. El gran enemigo era el “bandeirante” portugués; iban a “cazar esclavos” a nuestras tierras. Eran verdaderamente salvajes asesinos que asolaban y destruían. Los guaraníes lo sabían, así que siempre estuvieron en pie de guerra defendiéndose y defendiendo nuestra tierra. Fue educado por el cura párroco de su pueblo. Uno de nuestros caudillos, José Gervasio Artigas, descubrió en Andresito grandes dotes de conductor y lo llamó su ”ahijado”. Juntos soñaron una tierra libre. A nuestro cacique le tocó, como les decía, una frontera mucho más difícil que la del mismo Güemes. ¿Se acuerdan cómo murió el “gaucho corajudo” del que hablábamos el otro día? Entre el respeto de un enemigo noble. Porque eran cristianos y al enemigo se lo respeta… Andresito tuvo que pelear siempre con un enemigo muchísimo más poderoso y del que sólo se podía esperar la muerte o la esclavitud. Quemaban, arrasaban… Y eso nos hace admirarlo especialmente por su valentía. Como corresponde a un verdadero jefe, él encabezaba sus tropas. Y al mismo tiempo que derrochaba valor, siempre mostraba su compasión. Tanto que alguna vez Artigas lo retó: “la clemencia debe comenzar recién cuando las armas enemigas sean vencidas y rendidas, no antes…”, le dijo. Cuando lean sus cartas se van a encontrar con un hombre culto, de profunda Fe cristiana, con buen corazón, pero, sobre todo, de una gran conciencia de su misión y destino. Cuando Artigas lo nombró: “Ciudadano, Capitán de Blandengues y Comandante General de las Provincias de Misiones”, cuando lo hizo su “ahijado”, hizo una de sus mejoras obras. - ¿Por qué, abuelo?
- Porque esa confianza que le dio no solamente hizo grande a su persona y lo convirtió en uno de nuestros grandes próceres, también hizo grande al pueblo guaraní y a los misioneros de hoy. Podríamos decir que Andresito fue el más grande luchador contra la esclavitud en nuestra tierra. Al ser derrotado, los brasileros se lo llevaron prisionero, atado, torturándolo. Poco se sabe acerca de cómo murió. Su tumba está perdida. Pero no su recuerdo, que crece todos los días y nos dice que siempre hay que luchar con valentía. Aunque existan los temores y aunque el enemigo sea más poderoso, el que lucha con justicia termina ganando. Siempre y aunque no lo parezca. ¡Brindemos, entonces, con un mate por él y por los amigos misioneros de Andresito!