En mayo de 1889 se cumplían cien años de un acontecimiento que cambió en buena medida la historia del mundo, en cuanto al respeto a todos los seres humanos: comenzaba la Revolución Francesa de 1789 con sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad.
Tres años antes del centenario, es decir en 1886, el gobierno de Francia decidió celebrar el acontecimiento con algún monumento alusivo al histórico acontecimiento. Y para ello nombró un comité organizador. Este solicitó que se enviaran proyectos de cualquier tipo. Y una de esas propuestas llamó especialmente la atención por lo espectacular y por lo apropiado para simbolizar el centenario de la Revolución Francesa. La enviaba un conocido ingeniero: Gustave Eiffel.
Consistía en erigir una torre metálica de 300 metros de altura. A muchos le pareció un proyecto demasiado audaz y hasta ridículo.
Así opinaban figuras del mundo de las artes como Alejandro Dumas, el autor de ‘La dama de las camelias’, y en la que se basó el compositor italiano Giussepe Verdi para su ópera ‘La Traviata’.
El ingeniero Eiffel había sido el realizador de la estructura metálica de la Estatua de la libertad, erigida en el puerto de Nueva York y que ejecutó el famoso escultor Bartholdi en el año 1886.
MEGA CONSTRUCCIÓN
A fines de 1887 se inició la increíble construcción de la Torre Eiffel. Docenas de ingenieros y dibujantes y cientos de obreros preparaban con total precisión las 15 mil piezas del gigantesco rompecabezas que llegaría a ser.
Además, Eiffel intuía que esa torre sería una nueva atracción para los parisinos y también una curiosidad turística.
El día 6 de mayo de 1889, el mismo día que comenzaban en nuestro país los trabajos de apertura de la Av. de Mayo, se inauguraba la Torre Eiffel. A 300 metros de altura una suave brisa hacía ondear la bandera francesa. Mil luces colocadas por la Cía. de gas brillaban y parecían iluminar el cielo en la noche parisina.
A raíz de las protestas suscitadas por la construcción, la municipalidad fijó un plazo de veinte años comprometiendose luego a desmontar la torre.
Al ingeniero Eiffel le dolía este hecho. Entonces -inteligentemente- tuvo la idea de poner su torre a disposición del avance de la ciencia. Pensó, con visión de futuro, en la radiodifusión, en la meteorología y en la física. Convirtió entonces su obra en una especie de laboratorio.
Propuso al Estado Mayor del Ejército utilizarla para trasmitir señales de radio. Y se instaló un transmisor permanente. Además, construyó un ventilador gigantesco para investigaciones en aerodinámica. Ante lo útil de sus realizaciones, se descartó definitivamente la idea de desmontar la torre.
Eiffel tenía 57 años cuando terminó su obra y una de sus satisfacciones más grandes se la brindó un joven diputado de 27 años: Jean Jaures, una de las mentes más lúcidas que dio Francia.
Jean Jaures escribió en el diario ‘La Aurora’ de París una nota que tituló “Estoy feliz de reconocer mi error”. Decía en ella que había combatido la erección de la torre porque entendía que le quitaba a París parte de su personalidad. Y que se alegraba de haberse equivocado.
“No conozco personalmente al ingeniero Eiffel pero le manifiesto mi admiración por haber enriquecido espiritualmente a París…”, expresó.
El ingeniero Eiffel falleció un 27 de diciembre de 1923 a los 91 años. Y un aforismo para su alta visión del futuro: “Hombres que volaron alto dejaron huellas muy profundas”.