Gregor Mendel

Los genes son cada una de las particiones que en el núcleo de las células que llevamos todos los seres humanos nos permiten trasmitir a nuestros herederos una parte de nuestras características. Y a la vez permitieron a nuestros padres trasmitirnos características de ellos, a nosotros.
Pero esta explicación, no dudo que muy simple, se conoce hoy por un señor, un científico, naturalmente, que hace más de un siglo y medio, en 1865, fundó una nueva ciencia, que estudia la herencia anatómica y funcional de padres e hijos. Y esta ciencia se llama genética y forma parte de la biología. Como no soy médico ni biólogo, no puedo explicar con claridad lo relacionado con la genética. Por ello me voy a referir al científico que la detectó. Comenzaré diciendo que era austríaco y que se llamó Gregor Mendel.
Agrego que era también sacerdote y fue trabajando en una plantación de guisantes en la abadía donde era sacerdote que comenzó sus investigaciones. Los guisantes son unas plantas trepadoras de la familia de las leguminosas, cuyas semillas son muy alimenticias. En el convento donde ejercía su sacerdocio, le agradaba trabajar en la amplia huerta.
Y precisamente en ella, Gregor Mendel estudió por primera vez los mecanismos de la herencia y definió las leyes según las cuales los caracteres hereditarios se transmiten de generación en generación.
Mendel utilizó los guisantes, debido a que éstos presentan muchas variedades, cuyas características son fáciles de observar: colores de las flores (blancas o rojas), naturaleza de los granos (lisos o rugosos). Además, el guisante es capaz de autofecundarse, lo que permite observar especies totalmente puras.
A partir de las observaciones subsiguientes, Mendel pudo deducir que existían determinantes precisos, que ahora llamamos genes, de los caracteres de los pétalos blancos o pétalos rojos, de los guisantes lisos o guisantes rugosos, caracteres que se transmiten de generación en generación sin manifestarse necesariamente en todas las generaciones.
A partir de estas observaciones, estableció las leyes de la transmisión de los caracteres hereditarios, llamadas hoy Leyes de Mendel, que son fundamentalmente tres. La primera afirma que cuando se cruzan dos variedades puras de vegetales de una misma especie, la resultante son vegetales iguales. Sin duda podría aplicarse este principio a los humanos. Las otras dos leyes, un poco más complejas no hacen a este comentario, ni a este columnista.

CIENTÍFICO Y SACERDOTE
Mendel había nacido en 1822. A los 25 años egresó de un monasterio agustino como sacerdote. No fue muy conocido en su tiempo. Su ciudad natal hoy pertenece a la actual República Checa. Tenía 43 años cuando entregó unos trabajos a la Sociedad Científica de su país. No fueron objeto de la menor atención.
Sin duda, este indiferencia del mundo científico se explica por el carácter insólito del pensamiento mendeliano, que podía parecer “antibiológico”, sobre todo en 1863, año en que la presentó.
A los 46 años fue elegido superior de su convento. El nuevo cargo y la frialdad con que fueron acogidas sus teorías lo alejaron de la genética. El hecho de ser sacerdote le creaba una cierta animosidad entre algunos científicos. Es que quien multiplica sus logros, multiplica sus fiscales. Encontraba también silencios. Y el silencio puede ser una forma refinada de la envidia.
Porque más alto sube el hombre, vientos más fuertes soporta. Finalmente Gregor Mendel moriría sumido en la tristeza y totalmente desconocido, un 6 de enero de 1884 a los 61 años. Debieron transcurrir varias décadas para que se reconociera el verdadero alcance de sus descubrimientos.
Y un aforismo final para este verdadero padre de la genética que fue Gregor Mendel y que soportó injusticias e incomprensión: “La envidia es un impuesto al talento”.