Gran Hermano

Esta nota comienza con una pregunta de mi hija de doce años, ¿Papá puedo ver la gala de nominación de Gran Hermano? Enseguida, fui víctima de la duda y del prejuicio. Hasta ese momento la mejor definición que había encontrado del programa fue el Elogio de la Grosería, producto de una televisión decadente. Pero es el programa más visto. Me pregunto: ¿Cómo puede ser? 

De la pregunta, pasé al análisis, para poder tener un intercambio de ideas con ella.  Los participantes viven en un ambiente cerrado, durante varios meses, bajo la estricta mirada de cámaras de video y micrófonos, no hay televisión, radio, teléfonos... ni siquiera lápiz y papel… ningún contacto con el exterior, así que todo lo que realmente hacen es idear estrategias para ser el último que quede en pie. 

Después de un casting perfectamente establecido, donde abundan los estereotipos, los guionistas se ocupan de exacerbar esas personalidades rayanas a la patología psiquiátrica. 

Luego viene la convivencia, gente que se hace famosa gritando, durmiendo, peleándose, traicionando, chusmeando, mintiendo, calumniando, compartiendo camas, quejándose, triángulos amorosos, sin hacer nada... 

Como en todo culebrón, siempre aparece un villano, generalmente villana, que establece la polémica. Qué es lo que se valora, sino lo peor del ser humano, ofreciendo lo más elemental (su privacidad, su intimidad), en pro de la fama y el dinero.

En términos psicológicos, voyeurismo siglo XXI, necesidad compulsiva de observar a otras personas sin su consentimiento. Hasta ahora, nada nuevo que no haya escrito Shakespeare en cuanto a miserias humanas, pero ahora a la vista de todos, venticuatro horas al día, naturaleza animal en estado puro. 

No se sabe el motivo real de la salida de los participantes, que se produce para algunos con vítores y a otros con llantos y maledicencias. 

Pero no hay problema, después participarán de un panel, para revelar todo aquello que no dijeron, como si realmente les quedara algo para revelar, y gastando horas en caracterizar futuros vencedores. 

También se acude a reingresos casi inmediatos, dirigidas a generar nuevas dinámicas patológicas. 

Los paneles de televisión, las redes sociales y las charlas de café se nutren de este pseudoprograma, alimentando teorías conspirativas, y adjetivando para atraer, estimular la participación y el negocio. 

Gran Hermano es muy básico, vulgar, grosero, y apela a lo más elemental y oscuro del ser humano. 

Salman Rushdie, lo dice muy bien, lo que se va renovando de manera gradual es el combate entre gladiadores, la televisión es una suerte de coliseo donde a la vez los participantes son, gladiadores y leones. Su misión es devorarse unos a otros hasta que uno solo quede con vida.