Gracias a la cuarentena están armando otro país

Veamos primero los indicios. El ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires dijo "en nuestro espacio político, quien conduce es Cristina Fernández, y cuando ella dice vamos para allá, a nadie se le ocurriría decir vamos para el otro lado. Porque así es la conducción en un espacio político". El ministro de salud bonaerense Daniel Gollán aseguró como para aumentar el miedo que "si se levanta la cuarentena en 15 días vamos a ver cadáveres apilándose".

Por su parte el también kirchnerista y viceministro de Salud bonaerense, Nicolás Kreplak, señaló que la cuarentena en la ciudad de Buenos Aires y en el conurbano bonaerense puede extenderse hasta agosto o septiembre. En estas dos declaraciones queda definida la verdadera intención de un sector del Gobierno de manejar a su antojo los tiempos utilizando la cuarentena para conseguir sus logros políticos que no son otros que los deseos de la ex presidenta. Para que a usted le quede claro querido lector, tendremos cuarentena hasta que no se haya aprobado la última de las leyes kirchneristas y se haya acomodado definitivamente el armado de la Justicia. Con solo un poco de imaginación uno puede recrear lo que bien podría haber sido la orden que la vicepresidenta le diera al presidente: "Acá seguimos con cuarentena hasta que tengamos aprobado el paquete de leyes y tengamos a los jueces acomodados". De ahí que no hay claridad en las justificaciones para continuar con este estado de encierro obligatorio que puede producir y de hecho ya los está produciendo, daños irreparables en la sociedad. Pero todo vale en nombre de conseguir primero la impunidad absoluta para las causas de corrupción y la puesta en marcha de leyes que ordenen el sistema hacia el populismo puro y duro.

El primer intento que sonó a globo de ensayo, fue el de la ley llamada "impuesto a los ricos". La desesperación de Cristina por reabrir el Congreso y sesionar sí o sí de la manera que fuera para tratar la norma diseñada por su propio hijo Máximo no dejan dudas. Tras el intento comenzaron a aparecer otros proyectos de leyes que en algunos casos fueron limados por el propio Alberto Fernández que ya no puede disimular que está molesto con este Estado paralelo que mientras él se ocupa de "nuestra salud", su vicepresidenta le está manejando la política nacional a su antojo.

Los coqueteos con Roberto Lavagna, obedecen claramente a que en Diputados, Máximo Kirchner y Sergio Massa no cuentan con una mayoría absoluta propia como sucede en el Senado por lo que necesitan negociar y convencer a bloques más pequeños como el "lavagnismo". La presión de Cristina es constante y debe pagarse cualquier precio con tal de poner todo como ella quiere.

Otro síntoma de que La Cámpora maneja toda la acción publicitaria sobre a quién se debe apoyar y a quién no, quedó de manifiesto en el silencio absoluto de todas las organizaciones que maneja el grupo kirchnerista, sobre la muerte de Luis Espinosa en Tucumán. Los mismos que hasta gastaron fortunas del Estado en hacer una película para sostener la mentira de la desaparición de Santiago Maldonado, hoy callan para no lastimar al "amigo" Juan Manzur, gobernador tucumano y otro aliado de la ex presidenta, cuya policía salvaje fue la autora del crimen del operario de 31 años. Todo ese está poniendo igual que en los años de la grieta agigantada, les gusta, lo disfrutan, no pueden entender la democracia, tal vez, porque están imbuidos de una doctrina populista que no ha producido m s que desastres en donde ha gobernado y gobierna.

En nuestro país, esta izquierda que sigue reivindicando el guevarismo, se apoya en el peronismo y de allí saca las fuerzas y las estructuras que necesita para hacerse con el poder. No nos olvidemos que fue Néstor Kirchner que con su famosa transversalidad, quiso escindir al kirchnerismo del peronismo y formar una tercera vía con otros partidos de centro izquierda Y falló, porque entonces los peronistas no querían quedar afuera del escenario y se hicieron notar. Fueron los Kirchner que sacaron de sus actos la marcha peronista con el mismo énfasis con el que bajaron la foto del dictador Videla. Incluso el entonces con cierto poder Aníbal Fernández dijo que "la marchita se la ven a meter en el culo". En medio de esta acometida, queda Alberto Fernández a quién todavía ningún analista puede descubrir sus verdaderas intenciones. Es o se hace; quiere o no quiere o lo que sería peor, quiere pero no puede. La pandemia parece justificarlo todo y se han encargado que sea el monotema y mientras la opinión pública discute si está bien o está mal este prolongado encierro no justificado del todo y lleno de contradicciones, están armando un modelo de país que cuando queramos darnos cuenta ya lo cambiaron a su antojo y a su conveniencia. Un amigo muy observador me comentó a manera de broma: "Has visto que Cristina no usa barbijo, es porque a ella nadie le tapa la boca". Y la verdad es que no sé si festejarlo o preocuparme. Tal vez sea mejor esto último porque si esperamos que reaccione la oposición vamos muertos,