Ginger Rogers, la famosa bailarina y actriz americana, es un ejemplo cabal de este aforismo: “La vida tiene luces y sombras. Pero las sombras suelen ser definitivas”.
Porque una parálisis infantil –que luego superó totalmente- la obligó a desplazarse desde los ocho años de edad hasta los diez, en una silla de ruedas.
Setenta y dos años después, invitada con otros artistas al yate del presidente Bush para un paseo por el río Missisipi, una caída la obliga a usar una silla de ruedas por largos meses. Ya dos años antes con 80 años de edad, un derrame cerebral le había paralizado su brazo y pierna izquierda.
Pero creo que una mujer vital como Ginger Rogers a merece que aludamos a su vida artística, tan exitosa como diversificada.
Su nombre suele asociarse a la decena de películas que filmó como pareja de baile de un famosísimo bailarín de la pantalla: Fred Astaire. Pero Ginger filmó más de setenta películas en total.
Y ya casi retirada de la danza consiguió el máximo galardón a que puede aspirar un actor o actriz en los EE.UU.: lograr el Oscar como mejor actriz.
Y a Ginger Rogers le fue adjudicado como actriz dramática en 1940, teniendo 29 años. El film que la tuvo como protagonista se llamó “Kitty Foyle”. Espejísmo de Amor. En castellano.
Tuvo seis matrimonios y usaba a este respecto una frase que también utilizaba la cantante francesa Edith Piaf: “Tuve amores, pero no conocí ´el´ amor”.
Tenía el valioso respaldo de su madre, una conocida escritora que había escrito guiones para cine.
Cuando en 1931 llegó la locura del cine sonoro -Ginger tenía 20 años– con su madre dejaron su ciudad natal, en el Estado de Missouri y se ubicaron en una modesta pensión en Hollywood.
Ella tenía una cierta experiencia como bailarina profesional; incluso había ganado un importante concurso de chárleston, una danza de moda en ese momento. Ya hacía diez años que una estrella de baile brillaba en el cine americano: Fred Astaire.
Madre e hija abrigaban la esperanza de acercarse a él. Logran una entrevista por un conocido de la madre. Fred, la observa, lo confesaba posteriormente, con ojos de hombre. Le pareció hermosa e interesante. Como por compromiso, le pidió que hiciese una demostración de su aptitud para el baile. Entonces también le impactó la gracia de sus movimientos y la fina elegancia con que los realizaba. “¿Bailaría un vals conmigo ahora?”, le dijo el bailarín. “Como no”, respondió ella.
De un tocadiscos surgieron los compases del Danubio Azul. En un minuto Fred Astaire sintió que era la compañera de baile que buscaba para su próxima película.
Ginger había en entrado al cine por la puerta grande.
Y ya filma como coprotagonista siempre con Fred Astaire, “Volando a Río”, “Sombrero de Copa”, “La Alegre Divorciada” y 6 ó 7 películas más.
Pero no sólo había nacido una estrella. También se había creado una pareja de baile insustituible que sería muy famosa.
Tanto fue así, que ya retirados ambos del cine, el gran director italiano Federico Fellini, hizo una película antológica que tituló “Ginger y Fred” que aludía a la decadencia física y artística de Ginger Rogers y Fred Astaire. Actuaron en ella Marcello Mastroianni y la esposa de Fellini, la actriz Giulietta Masssina.
Fred Astaire moría en junio de 1987 a los 88 años. Y Virginia Mc Meth, el nombre verdadero de Ginger Rogers, 8 años después, a 83 años después de sufrir durante largos meses una parálisis total.
Y un aforismo final para Ginger Rogers a la que la vida le brindó alegrías plenas y dolores totales: “Nadie vio el paraíso ni el infierno. Pero muchos estuvieron…”.
Porque una parálisis infantil –que luego superó totalmente- la obligó a desplazarse desde los ocho años de edad hasta los diez, en una silla de ruedas.
Setenta y dos años después, invitada con otros artistas al yate del presidente Bush para un paseo por el río Missisipi, una caída la obliga a usar una silla de ruedas por largos meses. Ya dos años antes con 80 años de edad, un derrame cerebral le había paralizado su brazo y pierna izquierda.
Pero creo que una mujer vital como Ginger Rogers a merece que aludamos a su vida artística, tan exitosa como diversificada.
Su nombre suele asociarse a la decena de películas que filmó como pareja de baile de un famosísimo bailarín de la pantalla: Fred Astaire. Pero Ginger filmó más de setenta películas en total.
Y ya casi retirada de la danza consiguió el máximo galardón a que puede aspirar un actor o actriz en los EE.UU.: lograr el Oscar como mejor actriz.
Y a Ginger Rogers le fue adjudicado como actriz dramática en 1940, teniendo 29 años. El film que la tuvo como protagonista se llamó “Kitty Foyle”. Espejísmo de Amor. En castellano.
Tuvo seis matrimonios y usaba a este respecto una frase que también utilizaba la cantante francesa Edith Piaf: “Tuve amores, pero no conocí ´el´ amor”.
Tenía el valioso respaldo de su madre, una conocida escritora que había escrito guiones para cine.
Cuando en 1931 llegó la locura del cine sonoro -Ginger tenía 20 años– con su madre dejaron su ciudad natal, en el Estado de Missouri y se ubicaron en una modesta pensión en Hollywood.
Ella tenía una cierta experiencia como bailarina profesional; incluso había ganado un importante concurso de chárleston, una danza de moda en ese momento. Ya hacía diez años que una estrella de baile brillaba en el cine americano: Fred Astaire.
Madre e hija abrigaban la esperanza de acercarse a él. Logran una entrevista por un conocido de la madre. Fred, la observa, lo confesaba posteriormente, con ojos de hombre. Le pareció hermosa e interesante. Como por compromiso, le pidió que hiciese una demostración de su aptitud para el baile. Entonces también le impactó la gracia de sus movimientos y la fina elegancia con que los realizaba. “¿Bailaría un vals conmigo ahora?”, le dijo el bailarín. “Como no”, respondió ella.
De un tocadiscos surgieron los compases del Danubio Azul. En un minuto Fred Astaire sintió que era la compañera de baile que buscaba para su próxima película.
Ginger había en entrado al cine por la puerta grande.
Y ya filma como coprotagonista siempre con Fred Astaire, “Volando a Río”, “Sombrero de Copa”, “La Alegre Divorciada” y 6 ó 7 películas más.
Pero no sólo había nacido una estrella. También se había creado una pareja de baile insustituible que sería muy famosa.
Tanto fue así, que ya retirados ambos del cine, el gran director italiano Federico Fellini, hizo una película antológica que tituló “Ginger y Fred” que aludía a la decadencia física y artística de Ginger Rogers y Fred Astaire. Actuaron en ella Marcello Mastroianni y la esposa de Fellini, la actriz Giulietta Masssina.
Fred Astaire moría en junio de 1987 a los 88 años. Y Virginia Mc Meth, el nombre verdadero de Ginger Rogers, 8 años después, a 83 años después de sufrir durante largos meses una parálisis total.
Y un aforismo final para Ginger Rogers a la que la vida le brindó alegrías plenas y dolores totales: “Nadie vio el paraíso ni el infierno. Pero muchos estuvieron…”.
