Gestos reparadores, más el deseo de amar

Las gratitudes

Por Delphine de Vigan

Anagrama. 173 páginas

Se trata de la penúltima novela de Delphine de Vigan (Boulogne-Billancourt. Francia, 1966) y resulta sin dudas una de las más potentes, intensas y sutiles que haya escrito. Con Las gratitudes, tal como ya lo hizo en No y yo (2007) y en tantas otras, la autora indaga en la autoficción, un género que frecuentaba cuando todavía ni siquiera se hablaba seriamente de él.

Es verdad: en esta oportunidad, De Vigan se separa un poco de su biografía, pero no tanto. Ahora utiliza la historia de una tía que la cuidó de pequeña y a quien ella asistió hasta que murió casi a los 100 años. Esa mujer que la marcó tanto, toma el cuerpo de Michka, una anciana con problemas físicos.

Tal como dice su título, Las gratitudes trata de eso tan reparador y terapéutico como puede ser el dar las gracias. Y junta a tres personas bien empáticas que saben muy bien cómo hacerlo.

En primer lugar, la ya nombrada Michka, una mujer que tras ser correctora y fotógrafa, con una vida activa e independiente, ahora padece afasia, lo que le dificulta expresarse. Muy cercana a ella, aparece Marie, a quien prácticamente Michka crió. Visitará a la anciana en el geriátrico donde tuvo que internarla.

Al dueto se suma Jerôme, un joven profesional que trabaja en el hogar y que recibirá consejos y cariño de parte de Michka.

“Soy logopeda -dice Jerôme-. Trabajo con las palabras y con el silencio, con los remordimientos. Trabajo con la ausencia, con los recuerdos que ya no están y con los que resurgen tras un nombre, una imagen, un perfume. Trabajo con el dolor de ayer y con el de hoy. Con las confidencias. Y con el miedo a morir. Forma parte de mi oficio”.

Todos en cierta forma tienen una deuda pendiente o un deseo de dar amor. Jeröme con su padre a quien no ve, Marie con su inminente maternidad y un noviazgo sin destino y la propia Michka con la pareja que la acobijó de pequeña.

Lo importante de Las gratitudes, más allá de cómo estos temas se resuelvan o no, está en su discurrir. Tranquilo, suave, entrañable.