UNA MIRADA DIFERENTE

Gana la casta 3 a 0

Una parte relevante de la sociedad se pregunta crecientemente si existe una lucha contra la casta y cuál es la contribución de ésta al ajuste y el esfuerzo.

Era previsible que se llegara a lo que está ocurriendo en el Congreso. Las leyes que intenta aprobar el Ejecutivo no son de trámite simple, y nunca lo han sido. Empezando por el Presupuesto, que incluye la restricción -tan odiada por las burocracias universales - de equilibrio fiscal.

Esto se agrava por la inclusión de la derogación de dos leyes referidas a la discapacidad y la financiación universitaria, que para muchos, no es posible jurídicamente incluir en una ley como la del Presupuesto, que tiene vigencia por sólo un año. De nuevo se advierte aquí una cierta impericia por parte del Gobierno. Derogar simplemente esas leyes es un castigo generalizado donde pagan justos por pecadores. Habría sido más plausible, y también más justo, plantear la derogación proponiendo simultáneamente una ley distinta para ser debatida separadamente del presupuesto. 

Todo el capítulo XI rechazado por Diputados es complicado de defender porque es una rara ensalada, donde se mezclan la derogación de esas dos leyes mencionadas (que para peor ya fueron vetadas por el presidente Milei y que sufrieron la ratificación del Congreso), con la eliminación de otros ajustes en los subsidios y un par de incentivos a la Justicia y a la Ciudad de Buenos Aires.

Lo que parecía una cabalgata triunfal del oficialismo terminó siendo percibido por propios y extraños como un fracaso, una traición, una falta de palabra, un engaño, según quién sea el que opina. No era muy difícil preverlo. Hasta esta columna lo anticipó la semana pasada. El mecanismo de aprobación en general y en particular de las leyes ofrece una buena excusa para incumplir la palabra empeñada (o vendida) al igual que una cierta inexperiencia en las negociaciones con sectores duchos en estas trampas. 

Lo legítimo y lo fraudulento

Aquí tiene sentido hacer una salvedad. Es absolutamente legítimo que existan trueques e intercambios de concesiones y pedidos políticos en la discusión de cualquier ley. Eso está dentro del juego democrático, hasta el punto de que los senadores, erróneamente elegidos ahora por voto directo, representan obligatoriamente los intereses y planteos de las provincias, por caso. Votar una ley a cambio de una escuela, un camino o algún otro beneficio o del apoyo para otra ley es una práctica mundialmente aceptada, y válida, más allá de que cada ciudadano esté o no de acuerdo con lo que se legisla. 

Distinto es cuando el voto de los legisladores se consigue mediante el otorgamiento de beneficios o ventajas personales, o sea la Banelco, como lo denomina el vulgo, que además tiene sospechas sobre la claridad de las negociaciones en este caso. Nadie puede ignorar la desembozada disputa por las llamadas cajas que sobrevuela la política, incluyendo el negocio judicial, que obliga a ir cambiando leyes a medida que se innovan las trampas, problema con el que se encuentra cualquiera que trate de luchar contra la corrupción, sinónimo de déficit fiscal y pobreza. 

También el acercamiento a conocidos sátrapas provinciales ha transformado este proceso en una versión local de El Padrino, donde no es ajeno el propio ejecutivo, empecinado en la lucha interna dentro del triángulo de hierro,(o del triángulo de las Bermudas) por lo peligroso e impredecible), que culminó en la semana con la desaforada y ofensiva designación de tres miembros de la Auditoría General de la Nación, acuerdo al que el Gobierno no debió prestarse jamás. La sensación de que se ha iniciado o ampliado una negociación con el kirchnerismo por las cajas, el espionaje intestino y los negocios sucios sobrevuela los cielos de la Patria, donde deberían reinar las fuerzas del cielo. Lo que ocurre en el Congreso en todos los órdenes, es sólo un reflejo atenuado de lo que ocurre en el poder, tanto político como económico, sindical y judicial.

Es por eso que resulta pretencioso e injusto aparecer desfinanciando a jubilados, discapacitados y a las universidades, por razones justas o injustas, mientras se deja incólume a los sindicatos y todo el sistema colateral. La sociedad, que se viene preguntando hace rato cuál es la contribución al ajuste de la casta, tiene ahora más razones para colegir que la casta le va ganando por goleada. 

Otro fracaso

La postergación del tratamiento de la ley laboral para febrero, que de urgente e imprescindible para el crecimiento pasó a ser tratado con suerte en febrero, también es un fracaso, tanto en la dialéctica del Gobierno, como de su capacidad de negociación y persuasión. También una muestra de inocencia, no en términos judiciales, sino en cuanto hace a su poca experiencia.

Si prosperara la derogación del capítulo XI de la ley presupuestaria, más otras sorpresas que pueden surgir, el Gobierno se encontraría en un atolladero entre el rechazo del Presupuesto y la aceptación de un déficit fiscal que es un cachetazo a su credo. No contar con él impactaría directamente en el riesgo país, contar con él a costa de déficit y emisión, también. 

En una semana que empezó con ruido de fanfarria y terminó con el ceño fruncido, la decisión de ajustar por inflación las bandas de flotación del dólar, coincidentemente con las sugerencias del FMI, si bien será percibido como un alivio teórico por muchos sectores, hace pensar en la fragilidad del plan -o el multiplan – del Gobierno, que en el aspecto cambiario se está pareciendo cada vez más a los muchos otros que se hundieron junto con el ancla cambiaria que intentaban imponer como principal herramienta antiinflacionaria. 

Mejor, Asia

El previsible y anticipado fracaso del tratado entre el Mercosur y la UE, ratifica la imprescindibilidad de comerciar crecientemente con Asia, mayormente con China por ahora, en detrimento de otros mercados, tanto en la exportación como en la importación. Esto obedece a que el publicitado y exhibido apoyo trumpeano tiene límites en el tiempo y la profundidad, marcados por el sistema agrícola y ganadero de EEUU, por sus propios partidarios y gobernadores, y porque todo el sistema productivo norteamericano ha sido y es proteccionista. Salvo en el pequeño lapso en que floreció la libertad de comercio llamada globalización. 

Tanto ahí como en el frente interno, es probable que a medida que se aleje el efecto del triunfo en las elecciones de medio término, no haya tanto consenso en la necesidad de apoyar a la Libertad Avanza, sobre todo cuando el rumbo del partido no está claro, más allá de los aplaudidores que hacen negocios dentro de esta gestión. La sensación de que el oficialismo tiende a mimetizarse o amancebarse con lo peor del kirchnerismo, la casta y el nuevo bolsonismo de luxe. 

Todos los cambios realizados en su equipo por el Gobierno, por otra parte, no parecen tener que ver en una adecuación de planes o políticas, sino a razones ocultas o al menos ocultadas que tienen que ver con su pugna o intereses intestinos (sic). La designación del nuevo Director General de ARCA es sólo una muestra redundante de esas prácticas. 

 

Si el lector lo prefiere, puede seguir pensando que todo marcha acorde al plan.