Siete días de política

Fuerte respaldo electoral al ajuste y a la gobernabilidad

El mensaje de la sociedad fue claro: apoyo al plan de estabilidad y rechazo a los que querían dinamitarlo para volver al poder. Milei ya no está aislado; quien sí lo está es Cristina Kirchner.

Contra todo lo previsto, Javier Milei resultó amplio ganador de las elecciones de renovación parlamentaria. Ese éxito tuvo consecuencias inmediatas que no requieren mayor explicación. Hubo euforia en el mercado financiero y paz en el cambiario al alejarse la posibilidad de otro regreso peronista.

Con el triunfo libertario se alejó la posibilidad de una devaluación por la que venían presionando los sectores corporativos. Además, el Congreso entrante estará bajo un control razonable de la Casa Rosada. No tendrá mayoría propia, pero sí una minoría consolidada para evitar que prosperen los ataques al equilibrio fiscal.

Lo sucedido el domingo pasado obedece a causas convergentes. En primer lugar, hubo un aumento de votantes en la provincia de Buenos Aires (ver “Números, no opiniones”) que dio vuelta la relación de fuerzas en el distrito más numeroso del país.

Los que habían abandonado al Presidente y a su ministro Luis Caputo en septiembre fueron en su auxilio en octubre y noquearon a la oposición.

Se trató de un voto en defensa propia, individualista y pragmático. Se vieron venir una crisis monumental si le abrían la puerta a Cristina Kirchner, que había bombardeado con su tropa y aliados en el Congreso el programa de Caputo. Optaron por respaldar la estrategia de ajuste fiscal y esperar la mejora de las variables macroeconómicas con renovada paciencia.

Así, el histórico freno a la inflación jugó a la hora de votar, aunque en la campaña hubiese sido ignorado por los medios que apostaron al regreso peronista. En resumen, la sociedad abandonó a la dirigencia populista. La desconexión entre ciudadanos de a pie, políticos y medios es creciente.

También quedó más expuesto que nunca el daño hecho a la “superestructura” política por los desplazamientos en la base social que aparecieron en escena por primera vez en 2023.

Esto le permitió al Presidente salir del aislamiento de los últimos meses. El jueves recibió a veinte jefes provinciales sobre un total de veinticuatro para exhibirlos como aliados en las reformas futuras. Excluyó a sus adversarios preferidos, los kirchneristas, que se convirtieron en su contracara: profundizaron su propio aislamiento con la pelea inacabable entre Cristina Kirchner y Axel Kicillof, que no le interesa a nadie.

Esa interna impedirá la oxigenación de la mayor facción opositora y obstaculizará su renovación tanto ideológica como política. El populismo no tiene horizonte y el kirchnerismo que lo lleva como bandera pone en las boletas siempre las mismas caras.

La derrota de hace dos años paralizó a la dueña indiscutida del partido, Cristina Kirchner, que repite una y otra vez un discurso peleado con la realidad y candidatos carentes del menor atractivo.

Pero la corporación política no fue la única derrotada el domingo. También lo fue la parte del “establishment” empresarial que apostó a la devaluación y quedó atragantado con los dólares comprados. Tampoco vio venir el triunfo de Milei, ni el cambio de sintonía de la sociedad y lo pagó caro. Literalmente.

Otro tanto puede decirse de los medios que masivamente militaron la derrota libertaria. En este caso, el fracaso fue cultural. La mayoría apostó por el populismo sin detectar el cambio cultural producido después del último fracaso peronista: la tragicómica (más trágica que cómica) presidencia de Alberto Fernández. Pagaron ese error en términos de pérdida de credibilidad: los “influencers” no influyeron en las urnas. Tampoco pudieron hacerlo con la “devaluación del día después”, con la que habían insistido toda la campaña.

El gobierno libertario es tan atípico que a cinco días de doblegar a la oposición introdujo cambios en el gabinete. Nada de que equipo que gana no se toca

. El resultado práctico fue un avance en la estructura de poder de Karina Milei que colocó a uno de sus hombres en la Jefatura de Gabinete.

Las pujas de palacio son entre los que quieren armar una coalición gobernante con parte de la “casta” y los que quieren armar un oficialismo de tropa propia. Estos últimos, capitaneados por la hermana del Presidente, dispararon la furia del sistema político cuando llegó el cierre de listas. Los opositores que se quedaron afuera tuvieron a maltraer durante los últimos meses a Javier Milei en el Congreso, pero esa situación quedó atrás. La que ganó esa batalla fue Karina Milei que pintó de violeta buena parte del mapa electoral.

Párrafo aparte merece la ratificación de la polarización. No hay chance por ahora de supervivencia para los partidos tradicionales en una “avenida del medio”. La grieta beneficia a LLA y Milei apunta a profundizarla. Los que intentaron jugar de manera indirecta a favor del peronismo desaparecieron y en las presidenciales se las verán más difíciles. El único liderazgo fortalecido el domingo pasado fue el presidencial.