Siete días de política

Fuerte ofensiva política de Milei con la economía en “stand by”

El Gobierno sacó en extraordinarias lo que quiso del Congreso y lo que el Congreso no le votó -Lijo y García- Mansilla- lo sacó por decreto. Lo que sigue sin sacarle son dólares al FMI.

Su escaso poder institucional no le impidió al Gobierno obtener, durante las breves sesiones extraordinarias de febrero, la aprobación del proyecto de interés excluyente para el año electoral: la eliminación de las PASO. Y como si esto no fuera suficiente pudo fulminar en el Senado la creación de una comisión investigadora del “affaire” $Libra con la que la oposición pensaba hacer campaña electoral en su contra.

Una oposición numerosa pero desarticulada sucumbió ante la ofensiva del Ejecutivo que lo que no obtuvo por vía parlamentaria, lo obtuvo vía decreto y, por añadidura, con la colaboración de la Corte Suprema. En 48 horas colocó un juez en el más alto tribunal del país, después de que Cristina Kirchner lo tuviera frenado durante meses en la Cámara alta. En cuanto a Lijo, su ingreso quedó pendiente para el próximo jueves.

Después de meses de especulaciones y de “operaciones” en los medios, nadie había previsto esta ofensiva relámpago y mucho menos el apoyo de los ministros Rossati y Ronsenkrantz a García-Mansilla que liquidó los argumentos sobre la supuesta inconstitucionalidad de su postulación, porque corresponde a la Corte la última palabra en materia de constitucionalidad.

Después de que García-Mansilla asumió su cargo, si la oposición quiere destituirlo, no le alcanzaría con votar en contra su pliego en el recinto del Senado. Debería someterlo a juicio político, lo que requiere una mayoría de dos tercios en ambas Cámaras.

La decisión de nombrar jueces en comisión provocó, no obstante, una marea de críticas a Milei que fueron desde la acusación de despotismo hasta la del apocalipsis de la República y de la apoteosis de la inseguridad jurídica. Sin embargo, hasta el momento de escribirse estas líneas, no se había pronunciado sobre el asunto Cristina Kirchner que, a través de su vocero senatorial, José Mayans, había presionado a Milei para un toma y daca muy alejado de la pureza institucional que el peronismo ahora reclama.

Un dato central de toda esta historia es que la expresidenta tiene pendiente en la Corte la confirmación o no de su doble condena por corrupción con la obra pública.

Con la oposición en retroceso, el Presidente decidió acelerar y golpeó a Cristina Kirchner en su principal baluarte: la provincia de Buenos Aires. Envalentonado, exhortó a Axel Kicillof a que abandonase el poder a causa de su fracaso en controlar la ola criminal que arrasa al conurbano.

En este caso, la expresidenta sí habló y fue en defensa de Kicillof que es tan buen gobernador bonaerense como fue buen ministro de Economía. En eso la coherencia de CFK es de hierro.

Los exabruptos del Presidente son posibles en buena medida porque gobierna sin oposición, aunque la relación de fuerzas en el Congreso diga lo contrario. Ni el peronismo ni el antiperonismo están en condiciones de ofrecerle resistencia porque está detonado tanto el “establishment” partidario como el sistema político. Su representatividad es nula. No tienen autoridad, sólo “rosca”.

Mauricio Macri critica al Gobierno, pero no puede hacer que su partido firme una declaración de prensa en contra de Milei. De sus dos exprecandidatos a presidente, uno armó un partido propio y la otra se hizo libertaria.

Los radicales pasan también por una de sus etapas más anárquicas. No sólo carecen de líder y orientación, sino que su presidente, Martín Lousteau, después de ser socio de Macri, considera armar un frente con el peronismo. Teme que si su partido va solo a las próximas elecciones saque menos votos que el trotskismo.

De todas maneras, la suerte electoral no está definitivamente echada para la oposición, porque en las últimas semanas no han terminado de despejarse las dudas sobre el futuro del plan de estabilización. Si bien se conocieron cifras auspiciosas sobre la recuperación de la actividad económica, y en ese plano se perfila una V, donde antes se hablaba de una U, febrero cerró con números poco auspiciosos para el mercado financiero (ver “Ventas del Central”).

Los títulos y bonos no se recuperaron como el año pasado y el Banco Central usa reservas para mantener los dólares libres chatos. Hay factores externos para este fenómeno, como la irrupción del proteccionismo de Trump, pero los inversores no parecen tener la misma confianza que mostraban hace apenas dos meses.

Forma parte del folclore político atribuir esa actitud a la falta de seguridad jurídica o a los escándalos de corrupción supuesta o real. Lo que faltan en realidad son los dólares del FMI para consolidar la situación cambiaria hasta las elecciones. Según trascendió, la reciente entrevista del ministro Luis Caputo con el secretario del Tesoro norteamericano fue positiva en ese sentido, pero mientras el préstamo no aparezca, el Gobierno caminará sobre una fina capa de hielo.