Páginas de la historia

Francisco Fiorentino

Aníbal “Pichuco” Troilo tuvo en sus orquestas muchos cantores de importancia. ¿Algunos nombres?: Marino, Goyeneche, Rivero, Tita Reyes, Rufino, Floreal Ruiz.

Pero hubo uno que a pesar de estar sólo 6 o 7 años con Pichuco, dejó su sello para siempre y grabó con Troilo tangos de antología como “Tinta Roja”, “Barrio de Tango”, “Malena”, “El Cuarteador y 50 temas más.

Fue en su primera etapa bandoneonista y actuó antes de estar con Troilo, nada menos que con Francisco Canaro, con D’Arienzo, con Roberto Zerrillo.

Tenía 32 años cuando se incorporó a la orquesta de Pichuco, en la que dejó el recuerdo de su fraseo y de su voz melodiosa. Hay un pueblo pequeño, en Mendoza llamado “Tres Árboles”. Allí había actuado una noche un famoso cantor popular.

Si bien su voz ya no era la misma -le faltaban sólo 2 semanas para cumplir 50 años- mantenía la prestancia, el fraseo y la sobriedad de siempre.

A las dos de la madrugada del 11 de septiembre de 1955, acompañado por un par de amigos, regresaba en automóvil a Buenos Aires. La ruta, totalmente despejada, invitaba a apretar el acelerador. A no muchos kilómetros de “Tres Árboles” había un pronunciado viraje, no señalado. Cuando quien conducía vio la curva ya era tarde. El coche volcó incrustándose en un riacho cercano.

El cantor golpeó fuertemente su cabeza, desmayándose. Simultáneamente trago agua en demasía, falleciendo en el acto. “Y una muerte repentina, parece más muerte”.

A casi medio siglo de ese episodio penoso hay en ese lugar una sencilla cruz de madera que erigieron los lugareños, en homenaje al cantor: Una pequeña placa también de madera que dice simplemente: “Francisco Fiorentino 23-09-1905 - 11-09-1955”.

“Por supuesto que el homenaje a un muerto ilustre no lo resucita. Pero lo ilumina”.

En solo seis años juntos, ya el público -quizá hasta hoy- no puede separar a Troilo de Fiorentino ni a Fiorentino de Troilo. Quizá, en alguna medida, ayudó a cimentar el prestigio de Aníbal Troilo.

Y esto ha sido muy esquemáticamente, un resumen, de la vida artística de este muchacho humilde del Barrio de San Telmo, hijo menor de un matrimonio de inmigrantes italianos que tuvieron nueve hijos. Y precisamente, el mayor de esos hermanos, Vicente, violinista, “descubrió” la aptitud musical del menor, Francisco. Incluso los dos hermanos integraron un terceto y luego un cuarteto que no tuvo mayor proyección.

Fiorentino incluso actuó en una película argentina estrenada en 1937, dirigida por Isadoro Navarro: “Viejo Barrio”.

A tantos años de su partida definitiva queda su imagen cordial, su voz impresa y el recuerdo de su sobriedad profesional. Y también el mérito adicional de haber casi inventado -casi inventado- la profesión de cantor de orquesta.

Su vida personal fue tan limpia como su voz. Buen amigo, generoso, su sonrisa exterior se acompañaba con su sonrisa de adentro.

Murió el día del maestro, un 11 de septiembre, él que fue un maestro de la vida. Por noble y por comprensivo.

Y un aforismo para Francisco Fiorentino, para quién cantar era como respirar: “Para el verdadero cantor, el triunfo es sólo un complemento”.