Más aconsejable que acuñar frágiles profecías es analizar hechos. Era evidente que la señora de Kirchner registraba no sólo el "techo bajo" que le mostraban las encuestas (un dato que se ha flexibilizado ligeramente), sino que, en la eventualidad de competir electoralmente y triunfar, encontraría resistencias enormes -domésticas e internacionales- para gobernar. Bastaba ver el comportamiento de los mercados cuando las encuestas la favorecían o la atmósfera mediática dominantes. "El mundo está distinto y nosotros también", reflexionó en su mensaje del sábado. Y planteó el tema de la gobernabilidad: "Está claro que la coalición que gobierne deberá ser mucho más amplia que la que haya ganado las elecciones".
LOS MERCADOS NO SE MOSQUEARON
Ya el año último, mientras sobrellevaba una polarización condimentada por duros avatares judiciales, CFK empezó a buscar aproximaciones a sectores y personas que estaban fuera de su zona de confort. Algunos políticos que habían sido críticos de sus últimos años de gobierno fueron convocados a conversar. Alberto Fernández fue uno de ellos. Otros, por caso, fueron Felipe Solá y Fernando Solanas. Ella buscaba construir puentes con el electorado independiente con los materiales que tenía a su alcance.
Por cierto, Fernández no cuenta con capital electoral propio. Si ella lo hubiera nominado sin su propio acompañamiento, el conjunto del aparato político kirchnerista se hubiera alzado en rebelión o hubiera buscado otros destinos discretamente: ellos necesitan una boleta presidencial que atraiga unos puntos electorales más (que supone decisivos) pero que no deje de contener a la totalidad de sus fieles seguidores; la presencia de la señora en la boleta era, por lo tanto, indispensable. Que ella, segundo término del binomio, eligiera al candidato presidencial no debería extrañar: es obvio que ella es la que manda en su sector, aunque ese mando no le permita hacer cualquier cosa. Algo equivalente ocurre en Cambiemos y en el PRO: el que manda, elige candidatos y destinos principales. Nada nuevo.
En el caso de la señora de Kirchner, sin embargo, aquello que le asegura la contención del voto propio le estropea un poco el objetivo que guió la elección de Fernández: para muchos moderados que él podría ayudar a aproximar, la escolta de la señora resulta inhibitoria. Sus adversarios ya evocan intencionadamente el viejo slogan de los años '70: "Cámpora al gobierno, Perón al poder", que recuerda una situación crítica de doble comando.
La experiencia de sucesión conyugal Néstor-Cristina como recurso para gambetear en familia límites constitucionales a la reelección presidencial opera también como un lastre para la búsqueda de votantes independientes.
En términos políticos, el anuncio de la señora de Kirchner indica que registra el aislamiento en el que se encerró (particularmente, pero no exclusivamente, con la creación de Unidad Ciudadana y su divorcio temporario del aparato justicialista) y las persistentes consecuencias desatadas de los vientos que sus gobiernos sembraron.
Pero el terremoto que provocó su jugada del último sábado no sólo le ha empezado a dar rédito en las encuestas, sino que ha provocado un temblor político que afecta a propios y a adversarios.
GOLPE SOBRE DOS BLANCOS
El otro blanco tocado por la señora de Kirchner con su anuncio del sábado 18 ha sido Cambiemos. Aunque los estrategas electorales de la Casa Rosada procuran blindar la ya rígida línea polarizadora que orientan, la novedad del cristinismo ha golpeado sobre el creciente conjunto que reclama cambios en la coalición (o cambios de coalición), particularmente sobre el flanco radical de la coalición.
DE LA POLARIZACION AL TRIANGULO DE CUATRO
La intensidad que se desarrolla en las disputas internas de Cambiemos retroalimenta, si se quiere, la caída del oficialismo en las encuestas, que es uno de los argumentos que suelen instrumentarse para cuestionar la candidatura presidencial de Macri. A los ojos del radicalismo, el sedicente descenso de la señora de Kirchner al segundo término de la boleta kirchnerista la vuelve más competitiva que antes
Antes se pedía que el nombre de Macri fuera reemplazado por otro que midiera mejor (el de María Eugenia Vidal). Ahora, siguiendo el método cristinista, algunos empiezan a proponer que Macri se ubique como vice de Vidal (o de Rodríguez Larreta). Y hay otros que insisten en la necesidad de una coalición amplia, con el peronismo que sigue a Schiaretti o a Roberto Lavagna.
La convención radical que se desarrollará en Parque Norte la próxima semana puede concluir con un pliego de condiciones a presentar al Gobierno (PASO presidencial, conducción colectiva de Cambiemos, acuerdos sobre políticas de gobierno, ciertas posiciones en las listas y los ministerios) y, eventualmente, conceder la libertad de acción a aquellos radicales que quieran probar otras alianzas (es decir, no considerar esas pruebas como indisciplinas partidarias punibles.
Se daría así la paradoja de que, apartándose de las líneas peronistas (tanto de CFK como de Schiaretti y Massa) Lavagna podría cooperar con ellas al atraer votos disidentes del universo electoral de Cambiemos. A su vez, el peronismo alternativo, que ha reiterado su voluntad de marchar separado del cristinismo (algo que, para que esté garantizado, necesita la garantía de, al menos, los gobernadores y líderes provinciales más significativos), es visto como un alivio por la Casa Rosada, porque le resta votos a quien siguen viendo como la encarnación del polo a derrotar.
¿Subsistirá en las semanas próximas la partitura de la polarización? De aquí a agosto se dirimirá si en octubre se desarrolla un mano a mano, un truco gallo o un triángulo de cuatro.