Félix Luna: un auténtico humanista

El legado del reconocido historiador a un siglo de su nacimiento.

El centenario de Félix Luna nos impone recordarlo como lo que fue, un auténtico humanista, hombre multuifacético de espíritu inquieto que recorrió brillantemente todas las disciplinas de la cultura, las letras, la música, el periodismo, la historia, el derecho, y dejó una obra que aún hoy sigue siendo una guía y un modelo: la revista “Todo es Historia”.
Nació el 30 de septiembre de 1925 en el seno de una familia riojana de vasta trayectoria y prestigio local tempranamente se identificó con el radicalismo, estudió derecho en la Universidad de Buenos Aires y militó en los ámbitos reformistas universitarios.

ACTIVIDAD POLITICA
Ya graduado acompañó a su padre Carlos Luna Valdéz candidato a gobernador por la UCR en la campaña para los comicios del 24 de febrero de 1946 en que triunfaría por primera vez Juan Perón y significaría un cambio copernicano de la tradición política argentina.
Luna siguió con su actividad política en el radicalismo, ligado a lo que se conocía como la intransigencia, espacio donde descollaban líderes como Moisés Lebensohn y Arturo Frondizi, a quien con el tiempo seguirá en la división radical y acompañará como funcionario cuando resulte electo presidente de la República.
Independientemente de aquello, desarrollará en paralelo una obra poética musical digna de reconocimiento y prestigio nacional y mundial La Misa Criolla, Navidad Nuestra, Alfonsina y el Mar, Zamba de Usted, interpretadas en todo el orbe por las mejores y más selectas voces y conjuntos musicales.

HERRAMIENTA DE DIFUSION
Debido a su profundo amor e identificación con su país y la política, encontrará en la historia una herramienta de difusión, promoción y multiplicación de valores democráticos y populares. Lo hará como biógrafo de las grandes figuras políticas argentinas: “Hipólito Yrigoyen”, “Marcelo T. de Alvear”, “Los Caudillos federales”, “Sarmiento”, “Roberto Ortiz” y también el peronismo, ese movimiento al que nunca adhirió pero que reconocía por su profundo enraizamiento en los sectores populares del país y que produjo cambios significativos en nuestra cultura política.
Lo abordará a través de “El 45” (fundamental y primera aproximación al fenómeno), “De Perón a Lanusse” y finalmente en una obra ciclópea: “Perón y su Tiempo” (tres tomos). En su madurez de escritor y hombre público nos regalará “Soy Roca”, biografía novelada de Julio Argentina Roca.

UN CLASICO
Sin embargo otro de los méritos superlativos del inefable Falucho fue la creación de la revista “Todo Es Historia” en 1967, como una válvula de escape en tiempos de clausura de la vida política y constitucional argentina durante el Onganiato.
La publicación mensual, que ya superó el medio siglo de existencia, hizo de la divulgación histórica uno de los grandes éxitos editoriales y de público, al tiempo que favoreció la participación de historiadores y académicos profesionales así como de aficionados a la historia y estudiantes que hacían sus primeras armas en la historiografía.
Alejado de la política militante activa luego de las sucesivas divisiones radicales así como de la intransigencia frondicista, en tiempos de los coletazos finales de la dictadura militar luego de la guerra de las Malvinas, llevó “Todo Es Historia” a la televisión y además apoyó como ciudadano independiente la candidatura presidencial de Raúl Alfonsín y luego de su triunfo volvió a ocupar funciones públicas convocado por la renacida democracia se le encomendó la Secretaría de Cultura de la Municipalidad porteña desde la que desarrolló una original, inteligente y eficaz política cultural participativa, abierta y pluralista.

MI EXPERIENCIA
No sería honesto si no dijera que en lo personal mi trato y cercanía con Félix Luna fue providencial para acercarme a la historia, a su estudio y a su difusión. Lo conocí casi casualmente e la vieja Feria del Libro en el Centro de Exposiciones ubicado junto a la Facultad de Derecho. Mi padre me había obsequiado la ineludible biografía "Yrigoyen" y lo crucé en uno de esos pasillos con olor a choripan, me acerqué a saludarlo y le pedí que me lo autografiara. "A Diego cordialmente", escribió y nos saludamos despidiéndonos.
No sabíamos que con el paso del tiempo mi admiración por él y por su labor crecería exponencialmente hasta encontrar ocasión de conocerlo y visitarlo en estudio de la calle Reconquista o en su despacho en la revista que me abriría -como a otros cientos de jóvenes y no tan jóvenes- las puertas para explorar el mundo de la historia y gozar la especial satisfacción que experimentamos la primera vez que vimos nuestros artículos y nuestro nombre en letras de molde. Murió el 5 de noviembre de 2009.