El Club del Progreso fue fundado el 1º de mayo de 1852 a iniciativa de Diego de Alvear, a quien acompañaron un grupo de prestigiosas figuras como Felipe Llavallol, Delfín Huergo, Santiago Calzadilla, José Mármol, Norberto de la Riestra, Vicente Casares, Emilio Castro, Francisco Madero, y Manuel Cobo por citar sólo algunos de ese grupo inicial.
Inaugurado poco después, sus bailes se convirtieron en la cita obligada de la sociedad porteña, en la lujosa residencia de la calle Perú, cerca de la Plaza de la Victoria, con muebles, vajilla, cortinados, lámparas, bronces y cuadros, y en las que se fueron sucediendo en la zona.
En esas reuniones apareció una figura singular, Federico Espinosa un músico nacido en Buenos Aires el 6 de octubre de 1820, de raza negra, a quien su tío Tiburcio Silbarrios, un conocido profesor de piano le enseñó a ejecutar el instrumento. Discípulo aventajado, el maestro lo tuvo seguramente como ayudante y después lo fue recomendando y así se despegó de la tutela.
Su talento se manifestó además hacía 1845, al decir de Marcos de Estrada que rescató su nombre en Argentinos de origen africano; no sólo como pianista sino como brillante compositor, autor de numerosas piezas de baile: valses, minuetes, polcas, contradanzas, mazurcas, etc., que le valieron el apodo de "El Strauss argentino".
Además de ejecutar en los bailes en el Club del Progreso, fue propietario desde 1859 del Salón de Recreo, un ámbito en el que se pasaban proyecciones con una linterna mágica de documentales recreativos, acompañados en el piano por el maestro Espinosa. El Teatro Colón también lo contó entre sus primeros músicos al fundarse en 1858.
Como buen porteño, se enroló en 1852 en la Guardia Nacional durante el sitio de Buenos Aires apoyando al gobernador Alsina; participó en 1859 en la revolución del 11 de setiembre de ese año, estuvo en la batalla de Cepeda al mes siguiente. Participó en la campaña al Paraguay, y en aquellos campamentos supo organizar conciertos para levantar el ánimo a los combatientes, y al son de la música desaparecer el cansancio, el dolor y el aburrimiento; para ello utilizaba un armonio transportable.
Cuando terminó el conflicto volvió a Buenos Aires a ejercer su labor como profesor, a la vez que a componer. Entre sus obras se encuentran las polcas "La Pandilla y La Súplica", los valses "Matilde" y "Los Miriñaques", las marchas militares "La batalla de Cepeda” y "Recuerdos de Cepeda", la mazurka "La vuelta al Rosario”"y la polca militar "Las Amazonas".
BELDADES
Falleció en Buenos Aires el 31 de mayo de 1872. Su nombre lo rescató Santiago Calzadilla varias veces en "Las beldades de mi tiempo". Él solía concurrir a las tertulias, en donde describe hasta el piano, un Sttodart de origen inglés acompañado a veces de violín y flauta.; en esas reuniones “rompían con un minué las señoras y caballeros de más categoría acompañando a los dueños de casa. Después de esto y de cumplido los respetos y agasajos a la dueña de casa ya quedaba oficialmente inaugurada la tertulia para el minué liso, el montonero, llamado el año 40 minué federal; la contradanza con una especie de cielito al final, vals pausado, la gavota… Era tal la perfección con que tocaban e improvisaba, que si faltaba la fiesta era pálida y las parejas quedaban descontentas”.
Trae el recuerdo de la popularidad de Espinosa, un episodio ocurrido en octubre de 1865 cuando el pianista y compositor alemán Segismundo Thalberg, a instancias del coronel Silvino Olivieri el jefe de la Legión Cívica, a quien había conocido en Italia, lo invitó a visitar Buenos Aires; donde se quedó por espacio de cinco meses y fue la sensación del momento, y muy agasajado por nuestra sociedad. En esa oportunidad Carolina Senillosa con sus compañeras inventaron la "lluvia de flores deshojadas", que pronto parodiaron para las artistas en el Colón, con la cual festejaban, al final de la noche, al noble y aristocrático pianista en admiración a su inmenso talento.
A pesar de ello prosigue nuestro cronista que una noche cierta señora “que salía del concierto, acompañada de sus hijas, que llenas de noble entusiasmo, por la ejecución tranquila, aunque portentosa del pianista, que no había podido conquistar a los rebeldes oídos, le rebatían diciéndole: ‘¿Pero mamá?, esto es un encanto; si este hombre es un mágico... mamá...’ Pero la señora firme en sus trece, y al verse ya casi vencida contestó: ‘Es cierto que este señor toca muy bien, pero ¡cuándo ha de tener el compás de Espinosa’”.
Tan cierto es que el visitante alabó los méritos de nuestro pianista y trató infructuosamente de llevarlo a Europa; como se puede apreciar merecía el título de "El Strauss Argentino", lo que nos da una prueba de la popularidad que tenía el compositor vienés entre nosotros.
EN LA EMBAJADA
Este año se celebra justamente el bicentenario del nacimiento de Johann Strauss hijo, motivo por el cual la Embajada de Austria en Buenos Aires realizó una magnífica velada la desapacible noche del jueves en la residencia del embajador Gherard Mayer, quien abrió la reunión dando la bienvenida, recordando cuanto se los recuerda a los Strauss en su país y como seguirá conmemorando este aniversario.
Para ello dio la bienvenida al conjunto "Quartett Antigua Viena" fundado a iniciativa del violinista vienés Johannes Mantler, que pasa anualmente varios meses en Buenos Aires, y que integran Carlos Golluscio, segundo violín, Mercedes Sánchez, en viola y Martín Devoto en violonchelo, quienes deleitaron con valses, polkas y con la célebre marcha Radetzky, siendo el último un magnífico comentarista de las diferentes obras con gran sentido del humor en algún caso, como cuando se ejecutó la polca "Tritsch Trasch" que es acompañada por golpes de un martillo sobre un yunque y que fue originalmente un recurso publicitario para una empresa de cajas fuertes.
Finalizado el concierto, donde con generosidad el excelente cuarteto no ahorró sus bieses, incluyendo algunos tangos. El embajador Mayer que hace poco está entre nosotros ofreció una recepción, en la que los presentes lo felicitaron por la feliz iniciativa y su gentil hospitalidad y los intérpretes por su arte, como lo habían demostrado hace una semanas en la Legislatura porteña.
