Falsos modelos

Señor director:

Alertaba el Padre Alberto Ezcurra, en una conferencia brindada hace décadas sobre los  arquetipos, acerca de la tendencia imperante entonces y vigente hoy, de reemplazar la  veneración de genuinos paradigmas (héroes o santos) por ‘santones’ encumbrados por el clima de ideas en vigor. Ilustraba lo dicho con personajes como Ghandi, Martin Luther King o Camilo Torres; hombres de opciones políticas e ideológicas muy cuestionables presentados  como modelos de vida. Pues bien, en estos días asistimos a una nueva ‘canonización’ en tal dirección, con motivo de las cuatro décadas de las elecciones de 1983: la de Raúl Alfonsín.

Una figura histórica que es el nombre y el rostro de años muy turbulentos de nuestra historia. Porque, fuera de su innegable honradez, está asociado a un descalabro económico sólo comparable con el actual; al abandono y destrato de los veteranos de la guerra del Atlántico Sur (iniciado en el último tramo del gobierno de facto), ingrata actitud de graves consecuencias para los mismos; al impulso del progresismo cultural, devastador para nuestra sociedad como vemos hoy. Tampoco fue demasiado prolijo en el respeto garantías elementales consagradas en la Constitución (cuyo Preámbulo recitaba parcialmente, evitando la mención de Dios) pues en 1985 dispuso el arresto por 60 días de 12 ciudadanos a disposición del Poder ejecutivo sin regir el estado de sitio, situación que incluso alcanzó a un periodista de La Prensa. Concluyó su gestión con un precipitado abandono del cargo en medio de una verdadera  hecatombe para luego, ya fuera del poder, ser principal protagonista del Pacto de Olivos, origen de la reforma constitucional de 1994. La cual, a la vez que habilitó la reelección del presidente de aquel entonces, legitimó los decretos de necesidad y urgencia (una plaga desde entonces), recargó el texto constitucional con numerosas expresiones de deseos convertidas

en ‘derechos’ (el fetiche de la Constitución diría José María Rosa) y, faltaría más, creo numerosos nuevos cargos políticos totalmente innecesarios, como el tercer senador o el jefe de Gabinete.

Un dirigente honesto hoy es una mosca blanca en nuestro triste día a día; pero ello por sí sólo no resulta -ni mucho menos- suficiente para convertir a un alguien en un ejemplo a seguir.

ALEJO ANDRÉS LIENDO

wallech@hotmail.com