El economista Alejandro Werner, autor del libro ‘La Argentina en el Fondo’, repasa el vínculo entre el país y el organismo

FMI: una relación de amor y de odio

El crédito gestionado por Mauricio Macri en 2018 fue precipitado, considera el otrora director del Departamento del Hemisferio Occidental del Fondo y encargado de negociar el acuerdo. Enfatiza que la gestión Fernández es “pésima” y que “no se puede dolarizar”. Urgen las reformas estructurales.

Desde el ingreso de la Argentina al Fondo Monetario Internacional en 1956 se construyó entre ambos un vínculo signado por el amor y el odio. A lo largo de todo este tiempo la Nación recurrió a 22 programas de financiamiento del organismo e incurrió en 9 cesaciones de pago.

Golpear las puertas de la entidad para pedir un salvavidas es sinónimo de haber hecho las cosas mal en términos económicos. Salvo alguna línea especial de crédito al que recurren algunos países prósperos, casi todos los que van tras el financiamiento del FMI están en una situación desesperada.

Con el devenir de los años los gobiernos argentinos han incurrido en el ejercicio de demonizar al Fondo, culpándolo de casi todos nuestros males, omitiendo practicar el mea culpa. Queda clara la diferencia entre emitir deuda en el mercado financiero y pedirle plata al FMI: el organismo presta pero marca la cancha. Sugiere políticas públicas, presiona y condiciona apadrinado por los Estados Unidos, máximo accionista del organismo.

Son contados los economistas que han tenido la experiencia de trajinar los pasillos del Fondo Monetario Internacional en Washington. Alejandro Werner fue director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI y uno de los responsables en la negociación por el crédito de u$s 45.000 millones que tomó el gobierno de Mauricio Macri en 2018. En su último libro, La Argentina en el Fondo -escrito junto al periodista Martín Kanenguiser- repasa el atormentado vínculo entre ambas partes y proyecta un futuro donde deberían imponerse las tan mentadas reformas estructurales.

-¿Qué es la Argentina para el Fondo?

-Al ser Argentina un país del G-20, cuando requiere de programas y financiamiento siempre es uno de los programas más grandes en los que está involucrado el FMI. Y en segundo lugar, puesto que no ha logrado romper con las crisis recurrentes de balanzas de pago, inflacionarias y financieras, su pedido de apoyo financiero al Fondo es relativamente frecuente.

-Los números son contundentes: Argentina ha firmado 22 programas con el Fondo Monetario e incurrió en 9 cesaciones de pago.

-Exacto. Y siempre son programas importantes, como los que se hicieron durante la época de la Convertibilidad luego de las crisis asiáticas. El programa actual es el desembolso más importante en términos nominales que ha hecho el Fondo, si bien no es el más grande en términos de cuota -lo son Grecia y Portugal-. México tiene un programa más grande, del tipo contingente, que nunca se ha desembolsado. Entonces claro que representa un tema muy importante. Cuando llega Kristalina Georgieva, ella piensa que el país va a ser uno de los temas más importantes de su período. Sin embargo, luego viene la pandemia y claramente el rol que debía jugar el Fondo en esa ocasión era mucho más importante que el programa argentino. Entonces, si bien sigue siendo un tema importante el argentino, tal vez ahora también sea menos importante que las iniciativas que se están poniendo en acción para contribuir a la agenda para combatir el cambio climático en el mundo. Está el programa argentino, hay programas en Ucrania, también con Pakistán y Egipto. Todos esos son países geopolíticamente importantes.

-Existen algunas frases ya folkloricas como aquella que dice que cuando la deuda es muy grande, el problema no es del deudor sino del acreedor. ¿Es correcta esa línea de pensamiento?

-Es la típica frase de que cuando uno le debe poco al banco es problema de uno, y que cuando le debe mucho es problema del banco. Sin embargo, cuando los bancos están bien regulados, eso no es cierto. Los bancos no deberían otorgar un crédito tan grande como para que si no les pagan, entren en problemas. Si Argentina no paga, financieramente no es un problema para el Fondo. Sin embargo, políticamente claro que es un problema para el Fondo. Por ejemplo, si Estados Unidos, el principal accionista del organismo tiene que ir al Congreso de su país para pedir más recursos para el FMI, y el FMI acaba de llevar a quebranto 44 billones de dólares, claro que los cuestionamientos van a ser muy importantes. Entonces, sí es un tema importante el impacto sobre el balance del Fondo y las implicaciones que esto puede tener desde el punto de vista político para varios de los accionistas. En ese sentido puede generar ciertos incentivos negativos para negociar desde una posición menos fuerte.

-¿Donde estamos parados hoy con el Fondo?

-Llevando este argumento al caso del gobierno actual argentino, de la gestión de Alberto Fernández, si bien las reglas del Fondo obligan que para refinanciar un programa hay que hacer uno nuevo bajo las mismas reglas que uno que desembolsa, claramente desde el punto de vista pragmático lo que plantea el Directorio del Fondo es: si Argentina no quiere hacer un programa estricto con nosotros tenemos dos alternativas: o que Argentina no pague y esté en atrasos con el Fondo; o negociar un programa que sea el menos malo que podamos negociar, y así damos el rollover. En ninguno de los dos escenarios nos va a pagar, entonces ¿qué nombre le ponemos al impago argentino? ¿Lo llamamos default o lo llamamos un nuevo programa débil? Creo que desde el punto de vista de ver qué era lo mejor para la sociedad argentina, el Fondo creyó que lo más viable era firmar el programa menos malo posible y de esa manera minimizar el perjuicio de una mala política pública que iba a implementar este gobierno. Y creo que tenían razón. También desde el punto de vista político al Fondo le conviene seguir enganchado a la Argentina en lugar de separarse y que Argentina busque otros aliados financieros en algunas otras geografías del mundo.

-Las metas no se han cumplido. En este contexto electoral, ¿decir que el acuerdo está caído sería un golpe de alto impacto político?

-Creo que el tomar la decisión contraria de no hacer el desembolso y que Argentina empiece a tener atrasos con el Fondo durante un período electoral involucra demasiado al Fondo en el proceso electoral argentino. Y en ese sentido, el Fondo una vez que decidió hacer el programa muy probablemente sabía que en agosto del 2023 iba a estar en una situación de tener que realizar un desembolso aunque no le gustara. Un año y medio atrás, cuando tomó la decisión de firmar un programa con un gobierno que no creía en estas políticas, sabía que básicamente era un maquillaje para llegar a un próximo gobierno que ojalá quiera implementar políticas que logren corregir los desequilibrios de la Argentina.

HACHAZO

-En su libro califica al gobierno de Alberto Fernández como mediocre.

-Creo que la gestión de este gobierno no fue mediocre, fue pésima. Cuando nos reunimos con él durante su campaña electoral, lo que decimos en el libro es que yo no creía que la presidencia de Alberto Fernández iba a ser tan mala. Mi impresión era que tenía un diagnóstico muy malo de la Argentina. Creo que él pensó y probablemente el ministro Guzmán alentó esa percepción de que el problema era la deuda y no que la deuda era más bien la consecuencia de los principales problemas económicos del país. Entonces, resolviendo el tema de la deuda pero no resolviendo las causas originales como son los desequilibrios fiscales, los pocos incentivos para los que el sector privado invierte y genera empleo, iban a volver al mismo lugar. Y eso fue lo que pasó. Al final del día Argentina tuvo un arreglo bueno de la deuda con los acreedores privados, tuvo una reestructuración de su deuda con el Fondo Monetario Internacional, y ni los precios de la deuda externa ni la inversión privada reflejaron mejores perspectivas para la economía porque no había un marco de políticas públicas que dieran garantía, ni en lo macro ni en lo micro, de que Argentina era un buen lugar para hacer negocios.

-Usted destaca que en las reuniones durante la campaña de 2019 Alberto Fernández parecía tener un manual adonde la emisión monetaria no era un problema, y que poco le importaba la independencia del Banco Central.

-Diría que en la parte fiscal nos dio la impresión de que iba a ser un presidente más serio de lo que fue en lo monetario. Nos dijo que él estaba convencido de que había que lograr los equilibrios fiscales, que cuando trabajó con Néstor Kirchner se lograron superávits primarios. En la parte monetaria me pareció que tenía un marco de referencia anticuado, obsoleto y que hoy en algunos pocos lugares del mundo, aún en aquellos gobiernos denominados de izquierda en América Latina, la oigo. Gustavo Petro, López Obrador, Lula, Gabriel Boric, nadie maneja la política monetaria con unos principios donde básicamente creen que la inflación no está relacionada de manera importante ni con la emisión monetaria ni con las tasas de interés y que es producto del poder de mercado de ciertas empresas y del conflicto distributivo. Y que se puede combatir con controles a las exportaciones para bajar los precios domésticos en productos clave como la carne. Una confusión muy extraña en un presidente que probablemente cree que los controles de capitales no sólo son buenos para manejar la crisis por la que atraviesa Argentina, pero que también son buenos instrumentos de mediano plazo para asignar recursos externos a los sectores que el Gobierno cree que tienen un mayor impacto en el desarrollo. Por lo mismo, tampoco creen en la independencia del Banco Central porque lo ven como una institución que no sólo se encarga de equilibrar la demanda y la oferta agregada para que no haya presiones inflacionaria sino que también es una institución que lleva a cabo políticas de desarrollo a través de la asignación de divisas a sectores que consideran clave en la economía. Esa es una visión muy difícil de encontrar en la economía en el mundo. En la parte estructural tampoco vimos un convencimiento de que la economía argentina necesita un sector público más chico. El tamaño del sector público actual hace que los impuestos sean tan altos en una economía que es productiva, pero que no es tremendamente productiva, y que por lo tanto con estos impuestos ningún proyecto es rentable. Argentina necesita bajar la carga del gasto público en la economía, flexibilizar las restricciones que limitan las inversiones en sectores clave. Se debe privatizar lo poco que no se ha privatizado pero que es un anacronismo, como una aerolínea que pierde u$s 700 millones al año en un mundo donde casi no existen aerolíneas públicas.

GASTO PUBLICO

-Usted afirma en el libro que el Estado ha tomado compromisos sociales que evidentemente no se pueden financiar. ¿Estamos viviendo por encima de nuestras posibilidades?

-Por ejemplo, las amnistías en el área de pensiones. Probablemente desde el punto de vista social son muy loables, independientemente de cuáles hayan sido las causas por las cuales cierta proporción de la ciudadanía no contribuyó al sistema de pensiones. A uno le gustaría vivir en una sociedad en la cual todos los individuos tengan una pensión. Primero toda la sociedad tiene que hacer un esfuerzo para que todos los individuos contribuyan a esas pensiones, cosa que también fue de la mano de estas amnistías. Luego además no tenemos la base tributaria para financiar esas pensiones. Entonces terminamos cobrándole el impuesto inflacionario al resto de la sociedad. Que Argentina gaste 11% del PIB en pago de pensiones es un monto más parecido a países avanzados con poblaciones más viejas que la argentina. Lo mismo ocurre con los subsidios energéticos, que son tremendamente regresivos. No tienen ningún sentido. Argentina necesita un Estado más chico, una cobertura social más focalizada y eventualmente un equilibrio fiscal con impuestos más bajos.

-Suele remarcarse la alta presión impositiva en la Argentina. ¿Hacen falta menos impuestos, más bajos o mejorar la eficiencia en el cobro de los tributos?

-Creo que obviamente hay una ineficiencia importante en el cobro de los impuestos. Hay impuestos altos y mucha evasión y hay una elección de los impuestos que se cobran que es ineficiente. Argentina debería bajar el gasto para tener una carga menor.

CANDIDATOS

-¿Qué evaluación hace de las propuestas electorales de la oposición?

-La plataforma fiscal de Javier Milei y Patricia Bullrich son bastante parecidas. La de Milei con mayores fuegos artificiales y más espectáculo pero al fin de cuentas los dos buscan una reducción del gasto público, una simplificación de impuestos y una apertura para el sector privado. Donde se diferencian de manera importante es en la parte monetaria.

-¿Es viable la dolarización?

-Patricia Bullrich estaría buscando un esquema de reducción de la inflación más tradicional manteniendo los controles de capitales, porque hoy no se puede hablar de quitarlos. Pero sí ordenándolos y haciéndolos más racionales, teniendo dos tipos de cambio y no 17. También con algún elemento de coordinación de precios y salarios para bajar la inflación más rápido. Por otro lado, en lo personal creo que lo principal es arreglar lo fiscal y lo estructural de la economía. Si no se corrige eso va a ser muy difícil que se pueda anclar la parte nominal de la economía con cualquier régimen cambiario. Si dolarizan, en cinco años van a crear una moneda digital y van a empezar a pagar sueldos públicos con esa moneda porque no van a conseguir financiamiento en el resto del mundo. Es lo que pasó en Argentina cuando la situación económica ahorcó la Convertibilidad. Creo que sería mejor volver a intentarlo anclando los fundamentos y recuperar un tipo de cambio propio y una moneda propia en un contexto de baja inflación. Pero entiendo perfectamente a la gente que piensa que Argentina esto ya lo ha intentado muchas veces y que al final del día lo mejor sería dolarizar. Ahora, también creo que dolarizar sin dólares es una propuesta bastante mágica. Pensar que vas a conseguir los dólares haciendo un fideicomiso y teniendo como garantía títulos públicos que hoy se comercian a 25 centavos en el mundo, no es algo viable. Argentina hoy no tiene dólares, Argentina hoy no puede dolarizar. Para poder dolarizar hay que hacer lo mismo que se debe hacer para bajar la inflación: arreglar lo fiscal y lo estructural, manejar las tasas de interés y coordinar precios y salarios.

“HUBO FALTA DE CONOCIMIENTO, INEXPERIENCIA Y ARROGANCIA”

Claves de un crédito millonario

-¿Fue precipitado el accionar del gobierno de Macri al pedir el crédito al FMI?

-Me sorprendió porque por lo general es muy atípico que sin ningún trabajo previo el presidente de un país le hable al director gerente del Fondo y le pida un programa. En general hay conversaciones previas muy intensas. Yo hubiera esperado que el ministro Dujovne hubiese venido a Washington un fin de semana, hubiésemos trabajado, él hubiese regresado a la Argentina y le hubiese dicho al presidente cuáles eran los principales elementos de un programa con el Fondo, y después de eso el presidente hubiera tomado la decisión. Fue impulsivo.

-¿Había confusión en cuánto a qué tipo de programa se podía aplicar?

-Entendíamos de este lado que se creía que se podía tener un programa preventivo como el de México y el que tenía Colombia en ese momento. En segundo lugar creo que predominó una lógica tremendamente financiera diciendo ‘el dinero del Fondo está ahí disponible, la tasa es baja, tomémoslo’.

Sin pensar en todas las implicaciones políticas que vienen de la mano de un programa con el Fondo. Tal vez se sobredimensionó la relevancia geopolítica de Argentina, creyendo que con la relación que tenía Macri con el presidente Trump y esta supuesta relevancia, podían obtener cualquier tipo de programa. Ahí hubo falta de conocimiento, falta de experiencia y un poco de arrogancia.

-En el libro remarca que el Fondo fue crítico con el gradualismo en la revisión del artículo IV. ¿Por qué?

-En el segundo artículo IV que se hizo para Argentina fuimos bastante críticos, en la manera diplomática en la que el Fondo toca estos temas. Se criticó el gradualismo fiscal, lo ambicioso de las metas de inflación y también se mencionó lo prematuro de la eliminación de los controles de capitales. Sin embargo, la orientación de las políticas públicas eran correctas para la mirada del Fondo.