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¿Existen algunas familias?
"Somos criaturas amorosas y enfermamos cuando el amor se nos interfiere''. (Maturana)
Jorge fue abandonado y quemado en los brazos por uno de sus padres; nos encontró por una `abuela de la vida' que lo adoptó y que a sus 95 años nos pidió, con la ayuda de la justicia, que lo humanicemos. Llegó luego de fugas, violencias varias, drogas vorazmente consumidas en un estado de desintegración en sus apenas 17 años. Hoy trata de vivir rodeado del afecto de sus compañeros y equipo terapéutico. Son historias de miles en la Argentina que tienen la suerte de tener un carnet de obra social, una justicia responsable y una institución que los acoja como una verdadera `casa de vida'. Hoy más que clínicas de rehabilitación necesitamos escuelas para vivir y encontrar un plan de vida.
No bastan las bayonetas. Solo la cultura nos salva y esto luce ausente ante tanta muerte cercana. Nada de esto sucede en la Argentina desde hace 20 años. La sociedad argentina queda escoriada por la inundación de drogas desde los 2000 y esto aumenta, ya que hay en América Latina un poder formal que produce drogas (países).
Así, nos encontramos con pacientes de muchos años de consumo y con signos de deterioro con familias inexistentes o vencidas; enfermas ellas también ante tanto estrés después de tantos años de una toxicidad permanente.
Narraré situaciones críticas que se dan en estas circunstancias: daños orgánicos, deterioros cognitivos por defrontalización del cerebro, maltrato y abandono psicológico, familias enteras de consumidores, intentos de depositar al consumidor en una institución como forma sutil de ejecutar la eutanasia, familias multiproblemáticas en donde todos tienen variadas patologías, filicidios en marcha con muertes programadas de algún familiar al cual se abandona en un estado de riesgo por consumo, venganzas ancestrales que pueden llevar al parricidio de alguno de los padres (`matarlos en vida' con conductas agresivas y violentas).
Hoy nuestra tarea excluye la omnipotencia y nos llama a la humildad al haber tanta existencia de maltrato y abandono psicológico y maltrato físico. A las familias maltratadoras y violentas se agregan las familias resistentes, o sea rígidas en sus conductas y hasta imposibles de modificarse.
Perseveran en conductas destructivas, no tienen capacidad de autocrítica y de ser realmente victimarios de los hijos, se transforman por proyección hacia afuera de sus problemas en víctimas de ese mismo hijo expoliado. Juego mutuo de víctimas y victimarios en una tarea de demolición humana.
La meta parece ser el filicidio como respuesta patológica el parricidio, o sea la muerte de algunos de los padres en ataques de furia habitualmente en situación de drogas o alcoholización. Muchas familias ya parecen imposibles en su abordaje, y algunas sencillamente solo hay que acompañarlas a mitigar el daño.
La muerte no exige un acto brutal; solamente hace falta dejarlos drogarse, no limitar las conductas con compañeros de consumo, mirar para otro lado cuando roban, incluso a ellos mismos, alquilarles un departamento para ejercitar una libertad al servicio de la destrucción de sí y de otros, o sea facilitarles una libertad suicida. La eutanasia se ejecuta dulce y fríamente.
El ejercicio de la responsabilidad terapéutica excluye la simplicidad de una actuación fácil, ya que estamos tratando seres casi al borde de la muerte y la mejor experiencia para estas familias es la humildad del terapeuta. Años y años de drogas, malos tratos, denigraciones culminan en una norma a los que me piden ayuda: ``prometemos trabajo, pero no resultados''. Todo terapeuta es consciente de que existen límites a su saber y a su buen hacer.
En cuanto a la responsabilidad exigible a los miembros de la familia, es tan obvia como necesariamente matizable. Todos los personajes involucrados en un juego disfuncional deben responsabilizarse de las consecuencias de sus actos, pero de distinta manera.
Nosotros, como terapeutas, en esta larga cadena de maltratos, abusos, devaluación del otro, inquinas vengativas de añares debemos rescatar la tradición de nuestro sí mismo con una gran capacidad de amar a los pacientes y a las familias, incluyendo a los maltratadores que deben ser percibidos como víctimas, también ellos de una terrible cadena de maltrato. La subjetividad emocional nuestra lo siente rápidamente en el paciente, ya que quizás percibe por primera vez en su vida una nutrición emocional, amorosa y relacional.
Individualismo por doquier. Acogerlos como conjunto es nuestro problema y nuestra tarea. Deterioros seniles, adicciones, patologías de pánico, `doble vida' en algunos, hijos abandonados, algunos precoz, etc. Conjunto de seres sin destino y `acogotados' por la angustia y la falta de sendero.
Clonazepam por todos lados, alcoholes varios, marihuana, cocaína entre padres e hijos; todo es común en muchas familias. Familias en donde el amor escasea y es un conjunto de singularidades narcisistas en donde se tratan de calmar dolores varios sin encuentros y vivencias emocionales entre todos.
Rehabilitar a estas personas dolientes lleva tiempo y el encuentro con `casas de vida' en donde los actos terapéuticos sean validados por nutriciones relacionales y emocionales faltantes o escasas en su evolución; esto parece ser lo sustancial.