Excelsa música de cámara con el Fauré Quartett en el Colón

Schubert: Adagio y Rondó concertante, en fa mayor, D 487; Brahms: Cuarteto N° 3, para piano y cuerdas, en do menor, opus 60; Schumann: Cuarteto para piano y cuerdas, en mi bemol mayor, opus 47. Por: Fauré Quartett. El lunes 30 en el teatro Colón

Reeditando su presentación del año pasado en el mismo ciclo, el Cuarteto Fauré volvió a actuar el lunes en el Colón, en la clausura de la temporada del Mozarteum Argentino. Grupo de reconocido nivel internacional, su labor volvió a proyectarse con encumbrado rango a lo largo de un programa clásico consagrado por entero al repertorio camarístico alemán (Schubert, Brahms y Schumann).
Cabe señalar de manera inicial que a diferencia del cuarteto de cuerdas tradicional (primer y segundo violín, viola y violoncello), el Fauré Quartett se integra con un solo violín, una viola y un cello, instrumentos a los cuales se agrega un piano. Esta formación no demasiado transitada resulta especialmente seductora porque el teclado complementa y otorga al mensaje de los arcos una iluminación diferente, esmaltadamente colorida y seductora. La calidad del conjunto de Hannover se pudo apreciar ya desde el mismo comienzo de la velada. Las sutilezas y refinadas cadencias del piano (Dirk Mommertz) se aunaron a los delicados trazos del violín (Erika Geldsetzer) en el Adagio y Rondó concertante de Schubert, en cuya ejecución, de toques por momentos mozartianos, el Cuarteto exhibió perfección de ajuste e impecable equilibrio de planos.
Luego, en el Tercer Cuarteto escrito para este mismo orgánico por Brahms, el allegro fue traducido con contagiosa vibración, y el scherzo lució sólidas acentuaciones, por momentos vertiginosas. En el andante, y sobre el cálido discurso del cello (Konstantin Heidrich) y el arco melodioso del violín, el piano fue derramando sus notas como si fueran perlas, al tiempo que en el finale, y siempre dentro de un marco estilístico del mejor cuño y un lenguaje de notable fluidez, la viola (Sascha Frömbling) completó con seguridad un ripieno elocuente y envolvente.

SCHUMANN, SUPERIOR
Fundado en 1995, es verdaderamente llamativa la sincronización del Fauré Quartett. Su compenetración estética y sonora, la milimétrica exactitud de ataques, gradaciones, cierres de período, diminuendi revela, en efecto, una respiración musical absolutamente compartida. Todo en el contexto de un alma colectiva de modelada belleza.
El plato fuerte de la jornada fue sin duda el magistral, misterioso Cuarteto opus 47, de Schumann. A partir de sus suaves, reconcentrados acordes iniciales, bien puede decirse que la versión resultó decididamente ejemplar. Cargada de palpitante comunicatividad, hubo preciosas articulaciones (sostenuto), entrecruzamientos polifónicos y modulaciones de nítida textura (scherzo) y un discurso juguetón, inclasificable y colorido (finale-vivace). Pero lo que deparó momentos que quedarán en la memoria fue el exquisito andante-cantabile. Diseños de hermosa línea, refinados matices, toques de lirismo y un violoncello dominante y sedoso en su etérea homogeneidad, fueron claves de la traducción de esta página maestra, si se quiere de trasfondo ensoñador en sus variaciones y austeros cánones.
En carácter de bises, nuestros visitantes hicieron oír una transcripción de ‘La gran puerta de Kiev’, de Moussorgsky (apreciado homenaje al país agredido), y otra de las ‘Canciones que mi madre me enseñó’, de Dvorák-Kreisler.

Calificación: Excelente