Evita y Perón vistos por Gabriel García Márquez

Ante un nuevo aniversario del fallecimiento de Eva Perón, acaecido el 26 de julio de 1952, se puede repasar las múltiples repercusiones de ese año en la prensa nacional e internacional. Uno de ellos sería un joven periodista de 25 años que desde su Colombia natal escribiría sobre el hecho de una forma más que original: Gabriel García Márquez. El año que viene se cumplirá una década de su partida. Artículos periodísticos, cuentos y novelas dan cuenta del genio de “Gabo” y su gran aporte a las letras del continente. Al sublime escritor y periodista colombiano no se le escapó analizar ningún aspecto de nuestra realidad latinoamericana, incluidos la famosa pareja presidencial argentina más famosa del siglo XX.

En sus años de juventud trabajó en su Colombia natal para los periódicos “El Universal” de Cartagena (1948 – 1949) y “El Heraldo” de Barranquilla (1950 – 1952). Mientras se apagaban los fuegos del Bogotazo, intercala sus estudios de Derecho con su primer trabajo en “El Universal”, que duró dos años, donde en un artículo hace una mención al pasar sobre Evita y Perón.

Ya con la decisión de abandonar su carrera de abogado y dedicarse de lleno al periodismo recaló en “El Heraldo”. Allí apareció “Indiscreciones de modistería”, una nota de inicios de abril de 1951, donde se detuvo en la curiosidad de la calificación negativa de famosos modistos británicos sobre el vestuario de varias famosas, entre ellas Rita Hayworth, la princesa Isabel de Inglaterra (aún no había subido al trono inglés) y Evita Perón. Al respecto satirizó: “A los numerosísimos admiradores de la Hayworth, a ella misma y, sobre todo, a su fabuloso marido el príncipe Ali Khan, seguramente le importará muy poco que un grupo de costureros haya resuelto considerar a Rita como una mujer recargada en el vestir. El presidente Perón, en cambio, por razones conocidas, no vacilará en tomar medidas para que los modistos cambien de opinión con respecto a la primera dama. Al presidente argentino le quedan dos caminos: o se pone de acuerdo con los modistos y renueva el ajuar de su esposa, o se pone en desacuerdo con ellos y rompe relaciones con el mundo de las tijeras profesionales.”

Ironías al margen, no tengo el dato si a Evita les llegaron a sus oídos tanto las críticas de los modistos británicos como de la reproducción realiza por el novel periodista colombiano. Aunque la primera dama tuvo juicio propio y carácter suficiente para opinar sin necesitar a su marido en cuestiones estéticas, es seguro que Eva Perón estuvo más

preocupada por la recepción y repercusiones de dos visitas internacionales a nuestro país: el Príncipe Bernardo de Holanda, y la ministra de trabajo de Israel Golda Meir.

Gabo le prestó más atención a Perón. Al punto de escribir un punzante artículo, a fines de julio de 1952, titulado “El Viudo”. Original en cuanto a ver la circunstancia de la muerte de Evita desde el punto de vista del deudo:

“En medio de la gran catástrofe nacional, de la tromba humana que irrumpió desde hace cuatro días en la Casa Rosada y de los episodios de dolor y locura que se registran en las calles y en los hogares de Buenos Aires, nadie parece acordarse de la tragedia doméstica del ciudadano Juan Domingo Perón, un señor que tal vez haya hecho cosas más importantes que otro cualquiera de sus compatriotas contemporáneos, pero que en cambio ha tenido que padecer la dura experiencia de que el dolor público ignore, arrincone y descalifique su dolor privado. Casi una semana después de muerta su esposa, es un viudo a quien nadie ha dado la oportunidad de parecerlo.”

Aportó su análisis sobre el carácter del presidente argentino: “Demostró ser un hombre más sensato y modesto – escribió Gabo - que Rossellini, que se casó con Ingrid Bergman, y mucho más que Ali Khan, desde luego; y se casó con una actriz de tercer orden cuando a un ministro más espectacular y más tonto se le habría ocurrido casarse al menos con Libertad Lamarque. El señor Perón tenía muchos proyectos, pero le hacía falta la colaboración eficaz, discreta y anónima de una esposa. Él tenía razones para conocer la eficacia de esa colaboración, porque venía de regreso de su primer matrimonio, y seguramente se había acostumbrado a esa sensación de seguridad que se tiene dentro de los sueños que ocurren cerca de una mujer.”

Continuó el periodista colombiano: “La circunstancia de que el señor Perón se hubiera casado con Eva Duarte, una actriz sin porvenir –al menos en el teatro y en el cine– demuestra que él no andaba buscando nada extraordinario, sino sencillamente una buena esposa para un ministro con aspiraciones, y que se propuso encontrarla, así fuera en los camerinos. Debió ser él mismo el más perplejo de todos, pocos años después de casado, al descubrir que el matrimonio le salió premiado como los bombones de lotería, o como esas maravillosas cajas de sorpresas que fabricaban en el Japón.”

Y siguió con su razonamiento: “De allí en adelante el problema fue para el presidente y su dama. Y para la Argentina. Pero para el señor Perón y su esposa fue una prolongada y embriagante luna de miel que como todas las situaciones amables de la vida merecía un final diferente de este que ha tenido. Fue un matrimonio de gente ocupada. Tal vez en ninguna casa se ha trabajado tanto como en ésa, ni han concurrido a las íntimas conversaciones del hogar tantas preocupaciones, tantas alegrías y sobresaltos.”

Concluyó el colombiano con su reflexión: “Al pueblo peronista se le murió un gran juguete de leyenda. Al señor Perón se le murió la mujer que entendía cierto matiz de sus chistes, que conocía y cuidaba la temperatura de su ropa y sabía abotonar con mano maestra el cuello de su camisa de descamisado

Años después, en su artículo “Señora Presidenta” de 1955 sobre la primera dama de Panamá ponderó, a su estilo, la figura de Evita: “Es difícil saber hasta donde es presidenta de la República la primera dama de una nación. Evita Perón hizo todo lo posible por serlo, tratando de parecerlo, y a fuerza de empeño, de inteligencia y también de un poco de maternal demagogia, terminó por ser la hermosa presidenta de la Argentina, si no elegida por el voto al menos por el aplauso popular”.

Sus encuentros y amistad con Leopoldo Marechal quizás le hayan brindado nuevas perspectivas al fenómeno peronista. Uno nunca sabe, pero lo cierto fue que sus referencias periodísticas a Juan Perón y Evita mermaron, aunque uno estaría tentado de verla en “El otoño del patriarca” en cuanto al pedido de santificación de la madre del dictador.

Se retomaron indirectamente, vía los integrantes de la guerrilla “peronista” en los años setenta, cuando reporteó para “Alternativa” de Bogotá, a Alberto Camps, sobreviviente de la masacre de Trelew e integrante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), luego fusionadas en Montoneros, posteriormente asesinado en un enfrentamiento el 16 de agosto de 1977, en Lomas de Zamora; y a Mario Eduardo Firmenich, comandante de Montoneros, ambos entre 1975 y 1976; en una nota sobre la revolución Cubana y el comandante Fidel Castro, en la revista “Casa de las Américas”, de La Habana, por enero de 1977; y en su artículo “Portugal, territorio libre de Europa”, dividido en tres partes, sobre la Revolución de los Claveles, donde analizó que en un teatro de Lisboa “… se montó una sátira irreverente y feroz sobre el cadáver errante de Eva Perón, y el gobierno argentino (de Isabel Perón) amenazó con suspender los envíos de carne si la presentación continuaba. Era una amenaza grave, porque Argentina manda el sesenta por ciento de la carne que se consume en Portugal. Sin embargo, el gobierno no prohibió la obra…”

Finalmente, y con respecto al cadáver de Evita, fue más que conocida su relación con el escritor argentino Tomás Eloy Martínez, y su admiración por sus obras “La novela de Perón” y “Santa Evita”, así como su señalamiento sobre la cuestión de la necrofilia local.

Valen estos apuntes que resaltan la mirada de García Márquez, mordaz, punzante y de gran estilo literario, sobre personajes, estilos y cultura de una Latinoamérica que, esperemos, deje algún día de ser “Macondo”.

 

*Politólogo; Docente de la UCES; Secretario del Instituto Nacional Juan Manuel de Rosas.