Estoy con ellos
Señor director:
Porque los llevo en lo más profundo del alma. Porque cuando los gerentes del odio decidieron que perseguirlos era una política de Estado, ellos- con su entereza y su silencio- demostraron que eran dueños de principios simples pero innegociables: lealtad, honor y patriotismo.
Estoy con ellos, porque los considero mis hermanos, aunque jamás osaría compararme con ellos. En más de dos décadas de infamante acoso, ningún verdugo togado logró lo que tanto ansiaban: que uno solo entregara a un camarada para comprar un poco de libertad. No pudieron. No pueden. No podrán. Y cuando el último de estos héroes muera, no habrá juez ni fiscal que pueda decir que uno de ellos vendió a sus camaradas.
Estoy con ellos, porque tenían entre veintitrés y cuarenta y cinco años cuando la Argentina fue atacada por la subversión marxista. Sin vacilar, fueron a pelear una guerra para la cual no estaba preparados. Sabían que, por eso, se jugaban la vida y también el alma. Pero la Patria los llamó, y ellos fueron.
Estoy con ellos, porque la mayoría no eran jefes, sino oficiales y suboficiales de las Fuerzas Armadas y de Seguridad. Sabían que la ingratitud sería el pago final, pero ese amor de locos por esta tierra no les permitió calcular riesgos ni buscar excusas. Los que hoy- por cobardía, ideología o treinta denarios- los juzgan jamás hubieran tenido su coraje.
Estoy con ellos, porque nunca presumieron de nada. Cumplieron su deber en silencio, sin discursos ni propaganda. Hicieron lo que la Patria pedía y lo que nosotros- miedosos pero exigentes- reclamábamos desde nuestras casas. Al terminar la guerra, con el alma marcada para siempre, volvieron a sus bases, sus cuarteles, sus naves, sus escuadrones, sus comisarías… llevando consigo dolores que jamás conoceremos, porque los hombres verdaderos guardan sus heridas en el corazón.
Estoy con ellos, porque cada día que pasa se confirma que la venganza no se agotó en la condena. La humillación es permanente y siempre hay un juez, o un fiscal servil de turno, dispuestos a firmar cualquier incomodidad adicional o condicional que la revancha exige.
Estoy con ellos, porque nunca levantaron la voz cuando el resentimiento los golpeó. Nunca reprocharon la ingratitud nacional. Pero tampoco bajaron la cabeza cuando muchos de los que los habían aplaudido se sumaron al coro infame de políticos, periodistas y ciudadanos que hoy los insultan para purificarse de sus antiguas admiraciones.
Estoy con ellos, porque son los presos políticos de la Argentina, sepultados en mazmorras pestilentes desde 2003 por la revancha de los indecorosos enanos que nos gobiernan desde 1983. Ya han muerto novecientos cincuenta y siete de ellos en condiciones de abandono. Ellos han llenado las cárceles comunes mientras nosotros- los beneficiarios de su sacrificio, los que no somos Cuba gracias a ellos- miramos hacia otro lado.
Estoy con ellos, porque si tuviéramos una mínima fracción de la decencia que ellos encarnan, admitiríamos que están presos por todos nosotros. Estoy con ellos, porque si tuviéramos una mínima brizna del coraje que ellos tuvieron, estaríamos gritando por su libertad: ¡Estoy con ellos! ¡Estoy con ellos! ¡Estoy con ellos!
JOSE LUIS MILIA
