“Esto parece un plan de licuación del peso para dolarizar”

La destrucción de la moneda local facilitaría la conver-sión. Si no se clausura la indexación, será imposible detener la inflación, asegura Eduardo Crespo. Es alto el riesgo de una espiralización. El mito de la emisión monetaria y el déficit fiscal.

El primer mes de gestión de La Libertad Avanza dejó en claro que una cosa es la arenga de la campaña electoral y otra muy distinta ejercer el poder. Por lo pronto, algunas promesas como la dolarización y el cierre del Banco Central no han podido ser concretadas. Hubo, en cambio, una fuerte devaluación y la lógica estampida de los precios.

El gobierno del presidente Javier Milei le soltó las ataduras al mercado. Los actores principales, las petroleras, las empresas de medicina prepaga, las alimenticias y próximamente las compañías de servicios como gas y electricidad, no tardaron en ponerse al día en el aumento de las facturas.

¿Hay algo más detrás de este furioso movimiento de precios? En la evaluación del economista Eduardo Crespo, especialista en desarrollo económico, la salvaje devaluación del peso no tendría otro motivo más que avanzar en el proceso de dolarización. No existen, asegura, los ingredientes propios de un programa de estabilización destinado a contener la inflación, como lo fueron la Convertibilidad o el Plan Austral.

BALANCE

- ¿Qué balance hace del primer mes de la gestión Milei?

- En el plano económico a mí no me queda claro, soy sincero, si hay realmente un plan. En el sentido de si hay algo programado por ejemplo para estabilizar. Lo que hay es una gran devaluación que en buena medida era inevitable. No voy a decir que se podía continuar como estábamos. Y también hay suba de tarifas. Pero no hay ninguna política de ingresos como para pensar que esto no se espiralice. Entonces, salvo que el objetivo sea, y podría ser, simplemente licuar pasivos en pesos para dolarizar a mí no me da la impresión en el plano económico de que haya un plan claro. No me parece que tenga el semblante de un plan de estabilización como los que uno ya ha visto. Por ejemplo la Convertibilidad, el Plan Austral, que eran programas con un equipo de gente que conocía cuáles eran los problemas fundamentales y que tomaba un conjunto coordinado de medidas más o menos coherentes que buscaban bajar la inflación. Estos son dos casos más o menos exitosos que terminaron mal. Por lo menos tuvieron éxito en bajar la inflación. Esto parece más un plan de licuación.

- Durante la campaña electoral quedó claro que para ensayar la dolarización había dos caminos: se tenían los dólares, que no es el caso, o bien se licuaban los pesos. ¿Vamos por este camino?

- Claro, o se tienen los dólares o se eliminan los pesos. Desvalorizan tanto el peso que con unos pocos dólares se puede dolarizar. Bueno, dólares no hay. Juntaron algo de reservas pero parece que en los últimos días se les vuelve a subir la brecha, que era lo esperable. Nadie entendía muy bien porqué estaban tan parados los dólares paralelos. Hay tasas de interés bajísimas, no están haciendo nada para apoyar el peso. Tasas bajas y altísima inflación. La apreciación cambiaria también es alta porque nos estamos encareciendo de manera aceleradísima en dólares. Obviamente el poder de negociación de los trabajadores no es el de la década del ‘80, creo que va a haber una espiralización. Hay serios riesgos de que esto se espiralice. Pasamos ya a un nivel de inflación mucho más alto. Si no hay un plan de licuación, no veo cuál es el objetivo. Esto ligado a otros elementos del gobierno que uno tampoco comprende muy bien. Por ejemplo, esto de acercarse a Taiwan, lo de los Brics. Se están peleando con los principales socios comerciales como Brasil, que nos impulsó para entrar al Brics, y con China. Esto en un contexto de mucha fragilidad externa y cuando ellos tampoco es que nos dieron un mango. No es que el Gobierno se acercó a una política pro norteamericana y le han dado u$s 30.000 millones para estabilizar. Eso no pasó. Más bien son migajas, un fondo qatarí y cosas por el estilo. También puede haber algo de ideologización extrema. Simplemente que por ideología se toman una serie de decisiones que no tienen pie ni cabeza. La situación es muy grave como para estar ensayando mucho. O se acomodan o la situación se va a complicar dramáticamente.

INFLACION

- Hace unos días usted hizo mención a la inercia inflacionaria. Es decir, por más medidas drásticas que se tomen el envión de la suba de precios se mantiene.

- Claro. Cuando era candidato, Milei decía que lo de la inercia era todo fantasía. Que era sólo un tema de inflación monetaria. Que si se dejaba de emitir, devaluaban y se metía un tarifazo no subía la inflación porque unos precios suben y otros bajan. Eso cuando se es candidato está todo bien. Ya Sturzenegger lo había dicho siendo presidente del Banco Central, lo cual da una imagen de que esto no va a funcionar. Pero si venimos con una inflación del 200% anual, a cualquier actor de la economía que le suben las cosas, repasa y proyecta para el mes siguiente. Lamentablemente parte de la inflación pasada se va para el mes siguiente. Esto es así. Si suben los costos, se pasan a precios. Lo grave es que se acortan los períodos de contratación. En Japón deben revisar los precios de un alquiler cada diez años; en Suiza, cada cinco años; en Argentina se revisaba cada año. Ahora tal vez lo estén haciendo cada mes. Algunos sindicatos estaban negociando cláusulas de ajustes mensuales de los salarios. Si se acorta el período de contratación la inercia es muchísimo mayor porque se acelera la inflación que viene del período pasado.

 Eduardo Crespo, especialista en desarrollo económico.

- De todos los precios de la economía que se actualizan, no se habla mucho de los salarios. Están pisados. ¿Qué puede ocurrir?

- Supongamos que están pisados, pero si hay ajustes mensuales, aunque corran por detrás de la inflación terminan por acelerarla. Justamente un plan de estabilización tiene que cortar todo eso. La gente que sabe de todo eso, como Cavallo, porque puede o no gustar el personaje pero sabía de inflación; o Sourrouille, que también entendía, trazaban planes de estabilización con una serie de medidas para cortar la indexación. Si no se corta la indexación, la inflación no se frena rápido ni por asomo. Con niveles de inflación del 200% anual y acortamiento de contratos, la inercia es endógena.

- ¿Ahí entra a jugar el componente ideológico, esto de liberar todos los precios y que las partes acuerden su vínculo comercial?

- Es ideológico también el capítulo de negar todo lo que ya se sabe en materia de inflación. En la Argentina cualquiera que se pone a estudiar se transforma en un experto. Va a entender mucho más lo que es un fenómeno inflacionario que un economista en Suiza. Hay mucha experiencia de cuáles son los factores que están motorizando eso. Si no se corta la inercia, la inflación no para, sobre todo cuando se parte de niveles muy altos. La Convertibilidad acabó con la indexación por ley. Hubo elementos de ajuste fiscal, acomodaron los precios relativos, hicieron una ortodoxia que hay que hacer, pero también tenían políticas de ingresos y de desindexación.

- ¿Esta política de shock es parte del aprendizaje extraído del frustrado gradualismo de Macri?

- Que había que hacer un ajuste, eso era inevitable. El gradualismo de Macri fue un ajuste leve, moderado el primer año y al siguiente volvieron a aumentar el gasto público porque era un año electoral. No hicieron nada en materia de indexación y básicamente lo que hicieron fue tomar deuda. El gasto público lo financiaron vía endeudamiento externo. Cuando eso se les cortó, también coincidió con una baja en la tasa de interés, hubo una corrida contra el peso y se produjo una devaluación enorme. Ahí se acabó el plan Macri. Creo que eso no se puede hacer ahora porque ya no se puede tomar deuda para sostener un esquema. Hay que hacer un ajuste pero tiene que ir acompañado por un conjunto de políticas mucho más amplio. No es simplemente devaluar y acomodar precios relativos, porque los precios relativos se van al cuerno. Si la inflación se acelera tanto el tipo de cambio se comienza a apreciar nuevamente y de acá a marzo estamos frente a una nueva devaluación.

SUPERAVIT

- ¿Hay una fijación de llegar al superávit fiscal en un año?

- Si el discurso es que la inflación tiene origen fiscal… La inflación en la Argentina hoy no es sólo fiscal. Diría que lo fiscal es casi nada. Básicamente el tema fiscal pega porque parte de esos pesos que se generan en exceso a su recaudación va al dólar. Si eso fuera a bienes, a comprar cosas en el supermercado, el impacto inflacionario sería mínimo. El tema es que esto presiona sobre el tipo de cambio. Si tuvieran equilibrio fiscal o superávit y siguen devaluando, la inflación no va a parar de ninguna manera. Hay una confusión grande, una cantidad de ideas económicas pifiadas. Uno a veces cree que son nada más que artilugios ideológicos para la población pero en realidad me parece que se lo creen. Tienen esta idea de que si se para de emitir y se baja el déficit fiscal la inflación para. Y que nada más hay que esperar unos cuantos meses porque hay un lag -retraso-. Eso es completamente disparatado. Van a fracasar inevitablmente con eso.

- ¿Qué deberían hacer entonces?

- Hay que implementar un plan de estabilidad que incorpore todas las variables de la economía porque la situación es grave, no es corregir una variable u otra nada más. Hay una inflación del 200% y se necesita un conjunto coordinado de medidas negociados con muchos sectores. La desindexación es clave. El Gobierno tendría que decirles a algunos sectores a los que los costos les subieron 50%, que podrán ajustar un 35%. En esa política deberían hacer que algunos sectores pierdan hasta que se estabilice. Reducir la inflación a partir de estos niveles es bastante complejo. La experiencia latinoamericana muestra que son procesos difíciles y que si no hay algún tipo de ayuda externa, se vuelve muchísimo más difícil aún. No tengo la impresión de que Caputo (Luis, ministro de Economía) sea un estudioso de la economía argentina. Es un trader, un hombre de las finanzas que sabe mucho de eso. No hay un plan de gente que viene trabajando el tema hace un tiempo, como era el caso de la Fundación Mediterránea. Hay mucha improvisación mezclada con la ideología del presidente, que es un creyente pero acá se necesita algo un poco más consistente.

- Los datos de noviembre mostraron números en rojo para la Industria y la Construcción. ¿Esa es la tendencia para el resto del año?

- Yo creo que sí. Vamos hacia una recesión importante. Eso iba a ocurrir con cualquier gobierno, ganara quien ganase. Creo que el año iba a ser complicado. Se necesita ajustar y estabilizar. Hay una situación externa muy frágil, no hay reservas y la tendencia es hacia la dolarización, por lo cual necesitaban reducir la demanda de dólares. Ahí la recesión es hasta una buena noticia, aunque parezca extraño. Si hoy estuviéramos creciendo, diría que esto explota. En el Gobierno de Alberto Fernández, con una situación externa tan frágil, hubo un crecimiento de más del 10% en 2021; se creció un 5% en 2022 y no sé cómo cierra el 2023. Eso es insostenible. Esto que se estaba discutiendo del bono que le iban a presentar a los importadores a los que se les prometieron dólares, ¿por qué les prometieron dólares? Porque no tenían para dárselos. Pero no querían parar la actividad económica porque estaban en un año electoral, entonces prometieron dólares que no tenían. Y ahora hay una deuda. Entonces, o hay una recesión o esto explota porque no hay cómo sostener esa demanda de dólares en una economía expandiéndose. Por un tiempo se necesitaba una cierta recesión, un ajuste.

- En el debate económico se está poniendo encima de la mesa el factor tiempo. ¿Cuánto puede prolongarse semejante ajuste?

- Recién se cumplió un mes y el Gobierno no tuvo primavera. En este país el ajuste fiscal es difícil. Por algún motivo nadie lo hizo antes. Tiene consecuencias políticas bastante rápidas. Por eso se trató de evitar. Argentina tiene una dinámica política muy compleja, se ordena después de que explota. Pero políticamente esto los puede llevar puestos. Seis meses o un año más así y no sé si no volvemos a tener un diciembre de 2001.