Están guardados en la Argentina más del 10% del total de dólares circulantes
Por Fernando Miguel Salon
Según la Reserva Federal de Estados Unidos el total de moneda en circulación al 31/12/2023 fue de u$s 2.297.400 millones. Según el Indec, en Argentina hay u$s 260.000 millones fuera del sistema financiero, productivo y fiscal argentino. Relacionando, el 11% de los dólares billete están en Argentina.
Hay que mencionar que los dólares billete que menciona la Reserva Federal están, mayormente, fuera de Estados Unidos pues dentro del país los billetes casi no se usan, excepto por turistas y otras actividades de extranjeros. Transacciones de importación, exportación, transferencias y pagos son electrónicas.
La inversión directa de argentinos en negocios fuera del país fue de u$s 49.079 millones; la inversión de portafolio (cuentas de inversión en otros países) fue de u$S 93.989 millones; y en otras inversiones fue de u$s 257.857 millones (estos son principalmente moneda extranjera guardada oculta en cajas de seguridad, y “colchones”). En total, u$s 400.925 millones, mucho más que toda la deuda externa, que a marzo 2024 fue de u$s 289.969 millones.
Este es un ejemplo claro de que el llamado socialismo argentino no ha servido ni una pizca para redistribuir el ingreso nacional, sino todo lo contrario. Sólo la economía de mercado redistribuye de acuerdo con el esfuerzo de cada uno.
Para entenderlo mejor, Argentina contrajo deudas para que ese mismo dinero haya sido sacado de visibilidad y este escondido, y además sobra plata. Con este dato, cada entidad que ha prestado dinero a Argentina ha sido más que generosa, o bien no han gerenciado bien los riesgos de repago e incobrabilidad, tarea típica de entidad financiera.
INCREMENTO
El mismo informe oficial dice que los argentinos incrementaron sus posiciones financieras en dólares en el primer trimestre de 2024 en u$s 5.544 millones de dólares. Nótese que el monto es igual al incremento de depósitos en el BCRA. O sea, por cada dólar que se depositó en Argentina, se escondió otro fuera del sistema. Eso sucedió al mismo tiempo en que hay pobres, reclamos, desinversión en infraestructura y salud, deuda a jubilados y demás.
Para saber de dónde salen esos u$s 5.544 millones, la metodología está descripta por el Indec y es simple y correcta: “Para la estimación del flujo de billetes y monedas extranjeras se utiliza la información de importaciones netas de billetes y monedas provenientes de Aduana. A este flujo se le descuenta: i) la variación neta de las tenencias de divisas por parte del BCRA; ii) la variación neta de las tenencias de divisas por parte de los bancos comerciales y iii) un porcentaje de los ingresos y egresos por gastos de turistas extranjeros en el país y argentinos en el exterior respectivamente”.
El resto se asume que está en cajas de seguridad y colchones, oculto, escondido. No produce, no crea empresas, no crea empleo, no crea riqueza, no genera impuestos, no genera préstamos bancarios. Es dinero estéril, muerto, que es afectado por la inflación, la humedad y la polilla.
Esta forma de fuga de divisas ya lleva muchos años, más allá del gobierno de cada época. Claro que un gobierno liberal debe predicar la no intervención estatal, pero en la práctica todos los países necesitan de algún tipo de intervención cuando las circunstancias lo requieren.
Argentina es un caso especial en el análisis económico mundial (junto con Japón), pues no encaja en las definiciones y estadísticas de los países que se agrupan internacionalmente en los diferentes grados de inversión y crédito, desde “AAA” en el máximo, hasta ‘Frontier” en el mínimo.
Las características especulativas del mercado argentino hacen que el país este rotulado como “standalone”, fuera de las otras categorías. Esa calificación es más baja que la de Colombia y Perú. El ítem definitorio es la credibilidad. Y de la credibilidad participan tanto gobiernos como la idiosincrasia o comportamiento económico de las personas físicas y jurídicas. La credibilidad se refiere al grado de compromiso real para mejorar las cosas y las cuentas.
La cifra de divisas que los argentinos guardan es escalofriante. Todos dirán que prefieren esconder antes de que sean confiscados nuevamente en algún manotazo repetitivo de la historia nacional. Pero entonces es la historia del huevo y la gallina. Decimos que no tenemos divisas porque las ocultamos y queremos que todo lo pague otro (i.e.: Banco Mundial, FMI, países, proveedores). Así no funcionan las economías de los países, ni de las empresas ni las familias.
Hay que convencerse que mientras el ocultamiento de dólares continúe como lo ha sido durante años y gobiernos, nada será posible. Todo esfuerzo gubernamental será en vano, y en la próxima crisis económica caeremos sin red de contención. Los blanqueos tienen poco éxito pues esconder dólares está muy arraigado en la cultura nacional, desde la humilde Doña Rosa hasta los exponentes más sofisticados, cada uno en su medida. Me refiero a esconder en forma voluminosa y continuada, sin incluir a algunos dólares que como reserva pueden servir para cubrir emergencias de cualquier persona.
Sin sacar esos dólares a la luz, ponerlos a trabajar, crear emprendimientos, crear empleos, pagar los impuestos con lo que se construirán hospitales, escuelas y rutas y mover la rueda de la economía, nada será posible. Es simple, y así está en los libros y en la práctica concreta de política económica desde los inicios. La prueba es que en los países desarrollados el dinero físico (billetes) casi no existe. Gráficamente, es sólo para pagar el café.
La política de shock para minimizar y regularizar esto es no vender dólares billete hasta que las cuentas nacionales se hayan normalizado y el país también. A nadie. ¿Por qué? Porque las operaciones de importación y exportación se pagan electrónicamente y las transferencias y pagos regulares también. No hacen falta billetes.
Entonces, ¿Para qué los importa y vende el BCRA dentro de Argentina? ¿Para que sean comprados e inmediatamente escondidos? No tiene sentido y solamente alimenta la fuga de divisas de la que estamos hablando. Quien quiera operar en dólares, si los tiene, que los utilice. Y si no los tiene que opere en pesos.
No vender dólares reduciría enormemente la fuente de fuga, y las reservas se recompondrían a paso firme y rápido. Revolucionario, pero es el remedio. A gran problema, gran remedio.