LA MIRADA GLOBAL

Estamos ante otro Irán

El año 2021 cerró sin que, lamentablemente, se haya podido avanzar en uno de los temas más delicados de la agenda de paz y seguridad internacionales: el que tiene que ver con el peligroso programa nuclear iraní, respecto del cual el acuerdo internacional del año 2015 no ha podido ser restablecido en vigor a pesar de las distintas reuniones que al efecto se celebraran en la ciudad de Viena.

La controvertida decisión unilateral del presidente norteamericano, Donald Trump, de abandonarlo y aplicar, en cambio, a Irán una política de “máxima presión”, que ha estado ya en curso desde el año 2018, aún no ha podido ser dejada de lado. Esencialmente por la absoluta desconfianza y total falta de credibilidad que Irán y los EEUU se tiene entre sí.

Mientras tanto, lo cierto es que Irán sigue arrogantemente violando su compromiso expreso asumido con la comunidad internacional de no enriquecer uranio a niveles que, de pronto, puedan facilitar la rápida producción de armas nucleares. Impertérrito. Desafiante.
 
Hoy, el altivo país de los persas está conducido administrativamente por el gobierno que encabeza Ebrahim Raisi, a quien se tiene como un 'duro', muy cercano al poderoso Ayatollah Khmenei, el líder máximo todopoderoso y muy poco afecto a hacer concesiones que debiliten a Irán.

Pero, si no se consigue avanzar, el riesgo es que, en el próximo marzo, Irán sea censurado por la Agencia Internacional de Energía Atómica y que el tema sea enseguida elevado para la consideración del Consejo de Seguridad, que (en función de los vetos de algunos de sus miembros) pareciera no poder tampoco actuar decisivamente en este tema en particular. Pese a lo cual, las sanciones (hoy suspendidas) podrían de pronto ser restablecidas, casi automáticamente. Con la consiguiente generación de un intenso y peligroso clima de nerviosismo.

SABOTAJES

Irán, por lo demás, no se ha quedado inactivo durante el 'impasse' en las negociaciones sobre su programa nuclear. Por el contrario, ha seguido desafiando abiertamente a Occidente. Prueba de ello son los atentados ocurridos en Irak; los misiles y drones con los que se ha atacado con reiteración a Arabia Saudita; y el reiterado sabotaje a los enormes “buques-tanques” que transportan crudo y derivados a través del Golfo Pérsico.

Lo cierto es que Irán hoy podría producir armas atómicas en un plazo que se estima como no mucho más largo que un mes. Rápidamente, por cierto. Pero aún no parece estar en condiciones de tener misiles capaces de transportarlos eficazmente.

Por lo demás, Israel, como era de suponer, desde que el tema es claramente existencial para ese país, sigue muy de cerca todo esto preparada, cada vez más, para lanzar quirúrgicos ataques aéreos, si de pronto llega a la convicción de que ellos se han vuelto imprescindibles.

Irán tiene ambiciones –que no oculta- de ser una potencia nuclear desde hace ya un buen rato. En rigor, desde la década de los 70, cuando era gobernada por el Shah.  Cuando, en 1979. los ayathollas se apoderaron del país de 85 millones de habitantes, esas ambiciones se mantuvieron, sin mayores cambios, alegando, como hoy, que se trataba de un programa nuclear cuyos fines eran exclusivamente civiles, lo que los principales países de Occidente no aceptaron nunca, con buenas razones.

Irán, por su parte no acepta ya que no pueda enriquecer uranio por encima del 3,67%. Lo que supone tener sobre la mesa un escollo de gran magnitud, muy difícil de superar. Y exige, además, que los EEUU se comprometan a no volver a dejar de lado, en el futuro, unilateralmente cualquier posible nuevo acuerdo, lo que es prácticamente imposible.

Mientras tanto, Irán ha diseñado y construido centrífugas de enriquecimiento de uranio que están entre las más modernas del mundo, lo que es otra señal peligrosa, que obviamente no puede ignorarse.  Y reconvertido a su economía de modo de poder reducir al mínimo el posible impacto real de eventuales sanciones internacionales.

Estamos frente a otro Irán, muy distinto al de 2015. Y el liderazgo religioso, que se ha adueñado férreamente del país, parecería saberlo muy bien, actuando en consecuencia.