El análisis del día

Estados alterados y muchos elefantes

En la semana que conduce a la elección bonaerense el Gobierno se esforzó por introducir en la conversación pública un menú de temas que desplazaran la creciente atención pública en el affaire Spagnuolo y sus ominosas reverberaciones sobre el centro del poder. Puede decirse que en este objetivo tuvo bastante éxito, porque la agenda se pobló de otros asuntos que compitieron con el audiogate por espacio mediático.

MUCHOS ELEFANTES
Por ejemplo, el Gobierno denunció ante la Justicia una operación destinada a desestabilizar su gobierno a través de la difusión de grabaciones de sus funcionarios realizadas en sedes oficiales, pidió que se prohibiera la reproducción de esos registros y sostuvo (o conjeturó) que en la conspiración estaban involucrados espías formados en Rusia y Venezuela además del secretario de finanzas de la Asociación del Fútbol Argentino, el cónyuge de una reciente exafiliada de La Libertad Avanza y varios periodistas, de cuyos domicilios pidió el allanamiento.
Algunos otros de los temas emergentes se convirtieron también en problemas. El salto del dólar combinado con el alza de las tasas, la intervención oficial sobre los encajes bancarios y, en los hechos, el abandono de la flotación cambiaria que hace unas semanas se esgrimía despertaron desconcierto y preocupación en los mercados y cuestionamientos de prestigiosos economistas. Que la intervención oficial incluyera repetidas ventas de reservas del Tesoro agravó los diagnósticos sobre la gestión oficial.
El acto de cierre de la campaña bonaerense de La Libertad Avanza, el miércoles 3, en un estadio de Moreno, en el conurbano profundo, fue quizás pensado como una muestra de la voluntad oficialista de desafiar al kirchnerismo (presentado como si se tratara de un campeón a destronar) jugando en campo ajeno.
El resultado de esa aventura es dudoso: las dimensiones del lugar elegido resultaron demasiado holgadas para una concurrencia que, pese a la comodidad de los medios de transporte gratuitos facilitados, a simple vista estuvo lejos de colmar ese espacio y, probablemente, también las expectativas de los organizadores.
El Presidente desagravió a su hermana Karina pero no gastó tiempo en presentar a los candidatos de la tercera sección electoral bonaerense (a la que pertenece el partido de Moreno), se rodeó de candidatos de otras secciones que vienen bien calificados en las encuestas y empleó su discurso principalmente en atacar al kirchnerismo y en reclamar el presentismo electoral de sus propios seguidores. Como para motivarlos, aseguró que la elección “está en empate técnico”, una manera de decir que cada voto es decisivo.
Ayer el Senado anuló el veto presidencial a la ley de discapacidad ya aprobada por el Congreso y volvió a ponerla en vigencia. Es un hecho histórico: Milei es el primer Presidente al que el Poder Legislativo le anula un veto. La Cámara Alta discutía asimismo la modificación del régimen vigente de decretos de necesidad y urgencia que, al permitir la llamada “aprobación ficta” (el Congreso no los trata) y al permitir que se los considere válidos si no son rechazados por ambas Cámaras del Congreso, facilita que el Ejecutivo gobierno sin el auxilio y el control del Poder Legislativo, algo que el gobierno de Milei hace para sustituir su escaso respaldo parlamentario. De aprobarse la reforma, el Presidente perdería un instrumento vital para su estilo de decisión.
En fin, el último domingo de agosto se había consumado la elección correntina, que había concitado menos interés de los medios que la que ocurrirá el domingo próximo en la provincia de Buenos Aires. La de Corrientes exhibió dos rasgos muy interesantes: el ausentismo tuvo una incidencia mucho menor marcado que la de otros comicios de este año. Votaron 7 de cada 10 correntinos. Probablemente ese presentismo se explica porque se dirimía el nombre del próximo gobernador de la provincia: los cargos ejecutivos consiguen más interés de los ciudadanos que elecciones menores.
Segundo dato interesante: una fuerza local -el radicalismo provincialista de “Vamos Corrientes”- arrasó al eje polarizador La Libertad Avanza/Kirchnerismo que, si se suman sus votos, queda veinte puntos atrás del ganador.

LA MADRE DE LAS BATALLAS
En el comicio del próximo domingo en la provincia de Buenos Aires no se elige ni un presidente ni un gobernador, se renuevan bancas de legisladores provinciales, algunas secciones electorales votan nuevos representantes ante el Senado bonaerense y hay un recambio de concejales en las intendencias.
Se trata, claramente, de una variedad de pugnas locales cuyos resultados no pueden, por su naturaleza, leerse como un duelo único entre dos fuerzas opuestas. Y que, además, al no concentrarse en figuras dominantes, sino en representantes legislativos de distinta jerarquía, permiten o estimulan evadirse de las consignas polarizadoras. Los resultados admitirán distintas interpretaciones: algunas pondrán el acento en la cantidad de bancas o sillas municipales conquistadas, otras en la cantidad total de votos obtenidos en la provincia, otros, en la cantidad de secciones ganadas.
Sin embargo, inevitablemente habrá lecturas nacionalizadoras porque, si bien se mira, la provincia de Buenos Aires es el único distrito donde la famosa “grieta” sobrevive.
Si el kirchnerismo existe en una provincia, esa es Buenos Aires, particularmente en sus conurbanos. Se trata del único distrito donde la consigna del oficialismo nacional (“Kirchnerismo nunca más”) puede sostenerse sin que parezca un sinsentido, como ocurriría en Córdoba, Tucumán o Salta, por ejemplo.
La elección correntina demostró que en esa provincia la opción polarizadora centralista no hace pie: como dijimos, sumados, los votos del kirchnerismo (que salió segundo) y La libertad Avanza (que terminó cuarto) apenas llegan al 30 por ciento. El provincialismo radical, obtuvo más del 50 por ciento.
El oficialismo nacional propone en Buenos Aires la polarización con tono de cruzada, para “clavar el último clavo” en el simbólico féretro del kirchnerismo. Es que el gobierno de Milei siente que no puede perder en Buenos Aires porque los mercados interpretarían una derrota casi como un final de juego.
Maliciando que el domingo las cosas pueden no andar bien, el Gobierno busca presentar el duelo bonaerense como una disputa en dos tiempos: una leve caída el próximo domingo no sería definitiva si el oficialismo gana bien el segundo tiempo del distrito, el 26 de octubre, siete semanas después.
Hay dos condicionales: que si hay caída este domingo, ella sea “leve” (digamos, propia del empate técnico que Milei presumió en Moreno, dos o tres puntos). Si la suerte fuera más negativa, es probable que los mercados incrementen su nerviosismo y teman por los resultados bonaerenses del 26 de octubre.
La cercanía temporal acentúa el dramatismo de la puja bonaerense. La Casa Rosada sugiere creer que una victoria en la provincia más poblada del país, donde el kirchnerismo se ha atrincherado, sería el aperitivo de un triunfo nacional en octubre. Y, con él, un reflujo de las malas noticias políticas y económicas que lo vienen complicando.
Para el domingo que viene el Gobierno teme al ausentismo, cree que ese fenómeno favorece a sus adversarios. No es improbable que la cifra de votantes sea algo mayor en la elección de octubre porque el comicio provincial es considerado inconducente por gran número de bonaerenses que tampoco están complacidos con la duplicación de fechas electorales.
Para empeorar el cuadro, la organización administrariva del comicio ha cambiado el diagrama de mesas de votación, de modo que muchísimos ciudadanos deberán concurrir a centros de votación más lejanos que los acostumbrados, un estímulo adicional para quedarse en casa. Sin embargo, hay que tomar en consideración un factor que diferenciará un comicio del otro: la participación de los aparatos municipales.
Mientras en septiembre, cuando se disputan puestos comunales, esos aparatos tienen alicientes propios para movilizarse, en octubre, con ese asunto ya zanjado, es improbable que los aparatos se apliquen con el mismo empuje, con las mismas ganas.
Si las elecciones provinciales bonaerenses parecen menos convocantes se debe, quizás, a que, a diferencia de otras provincias que tienden a construir con mayor autonomía un perfil político propio y a agruparse con otras para defender mejor los intereses provinciales ante excesos centralistas, la provincia de Buenos Aires no termina de estructurar una alternativa de esa naturaleza y todavía se mantiene amarrada a las opciones que se diseñan desde otras ópticas. Inclusive sus gobernadores suelen ser más porteños que bonaerenses.

ESCUCHAS Y CONSPIRACIONES
En cualquier caso, tanto en septiembre como en octubre tendrá incidencia sobre el voto cómo se sigan desplegando algunas cuestiones políticas que embarullan al gobierno.
Aunque haya conseguido asordinarlo, el affaire Spagnuolo estalla como una bomba de racimo. La pesquisa sobre los autores de las filtraciones ha sido priorizada sobre el esclarecimiento público de los hechos aludidos, que por combinar la temática de la corrupción con un campo sensible como es de la discapacidad, tiene una marcada incidencia inmediata en la opinión pública.
La explicación esgrimida de una responsabilidad kirchnerista en las escuchas clandestinas -funcional con la propaganda polarizadora del oficialismo- quedó muy relativizada el último viernes cuando empezaron a difundirse grabaciones igualmente subrepticias de la secretaria general de la Presidencia.
Se trata como denunció o admitió el gobierno “de un escándalo sin precedentes”. ¿Quién puede acceder al despacho de la hermana del Presidente en la Casa Rosada? Más allá de las denuncias judiciales, es una intrigante pregunta para la inteligencia oficial.
El asunto del llamado audiogate golpeó en el corazón del oficialismo, cuyas estructuras políticas son frágiles y heterogéneas: sin cuadros intermedios probados, las crisis alcanzan rápidamente a su centro conductor. Milei ha impulsado reformas impensadas hace apenas veinte meses. Su estilo disruptivo, acompañado de una autoridad central sólida, le ha permitido Lo consiguió sobre la base de un ejercicio agudo de hiperpresidencialismo. Su logro más notable ha sido el combate contra la inflación y el déficit fiscal, dos metas que el Presidente sostiene férreamente y que ha conseguido convertir en denominador común de buena parte de las fuerzas políticas y de la mayoría de las provincias, que comparten ese objetivo aunque difieran en los métodos para alcanzarlo.
Sin embargo, esos avances trastabillan y además conviven con deudas pendientes: la producción, el empleo y el equilibrio social permanecen frágiles; la prolongación de los ajustes genera resistencias y las reformas de mayor alcance que esperan los mercados demandarán respuestas más complejas que las meramente técnicas o que el ejercicio hiperpresidencialista asentado en la combinación DNU-veto. La paradoja del mileísmo está a la vista: su liderazgo personal es fuerte pero su fuerza política es débil y desarticulada. Esa asimetría constituye tanto su activo como su mayor vulnerabilidad.
Las reformas mayores que esperan los mercados necesitan fundarse en leyes y los mejores resultados electorales que Milei pueda alcanzar en octubre no le darán fuerza parlamentaria suficiente para aprobar esas leyes sin acuerdos.
La sustitución paulatina de un modelo sostenido en subsidios y en la administración de la pobreza por otro basado en inversión y competitividad constituye, en sí misma, un cambio trascendente. Pero ese tránsito no es lineal: genera tensiones sociales y políticas que requieren conducción y acuerdos de mediano plazo.
Más allá de la elección del próximo domingo, la Argentina atraviesa una encrucijada histórica. La política nacional, desgastada por décadas de crisis de representación genera la percepción de un sistema incapaz de dar respuestas. Se enfrenta el desafío de pilotear una transformación estructural empujada tanto por factores internos como por la dinámica de un escenario internacional en mutación. La pregunta de fondo es si el sistema, puede reordenarse para acompañar este proceso o si, por el contrario, quedará atrapado en sus propias impotencias.