LA EXIGENTE MIRADA DE UN CURADOR DE MUESTRAS INTERNACIONALES

¿Es posible un arte sacro hoy?

El danés Steen Heidemann lamenta que las obras de los artistas contemporáneos ya no reflejen la belleza sino una ideología. Y dice que esos trabajos circulan en un sistema financiado por nuevos ricos. Pero hay una esperanza.

Steen Heidemann es un curador de exposiciones de arte internacionales fuera de lo común. A pesar de los años que lleva organizando muestras y supervisando sus catálogos, es capaz de ver con honestidad las imposturas y engaños que abundan en su oficio. No es frecuente encontrar, por ejemplo, una crítica al arte contemporáneo tan ácida como la suya, y bien puede sospecharse que no es usual, entre otras muchas razones, porque ese género artístico mueve cifras millonarias.

Heidemann, de origen danés, se licenció en Arquitectura e Historia del Arte en Oxford y obtuvo un máster en gestión en Reading. Casado y con cuatro hijos, se convirtió al catolicismo en 1986, cuando -según confesó- pasó cierto día por la catedral de Westminster y quedó impactado por su belleza. Esa belleza que hoy -lamenta- el arte contemporáneo ya no transmite.

“Habiendo recibido la fe con profunda gratitud quise hacer algo a cambio, lo que se tradujo primero en un libro titulado El sacerdote católico: La imagen de Cristo a través de veinte siglos de arte, con más de 500 obras de todas las épocas, y más tarde una muestra de arte, Faces of Christ (Rostros de Cristo), que será exhibida en la Catedral de Toledo, en España, en una exposición semipermanente a partir del año próximo”, cuenta.

CIRCULO CERRADO

La Prensa entrevistó a Heidemann por correo electrónico sobre el arte sacro contemporáneo, una denominación que llevó alguna vez al especialista a preguntarse si aquello es en realidad arte y si es posible considerarlo sacro.

-El arte contemporáneo parece a menudo una burla, una broma descarada, apoyada por especialistas que ofrecen sesudos análisis con cara seria, como si tuvieran algo importante delante. Frente a esto, usted es de los que sostienen que a menudo ni siquiera es arte. ¿Cómo lo explica?

-Estando en el mundo del arte percibí muy pronto que nos encontramos ante un movimiento que es conceptual, que se autodenomina "contemporáneo". No se trata de una forma de arte en el sentido tradicional de la palabra, sino de una ideología con nombre propio basada en la afirmación del propio artista de que "esto es arte", todo ello confirmado y aprobado por los medios de comunicación y el establishment, que circulan en un pequeño círculo cerrado. Un sistema totalitario dogmático vinculado a las galerías de arte y casas de subastas mundialistas de moda, principalmente anglosajonas, que colabora con un minúsculo grupo de nuevos ricos, en su mayoría artísticamente ignorantes. ¡Otro producto financiero con el que especular! No hay transmisión de conocimientos, ni reconocimiento del pasado.

La crítica de arte francesa Christine Sourgins explica en su libro Les mirages de l’Art contemporain (Le Table ronde, Paris, 2005) que "el arte contemporáneo" no tolera ningún obstáculo y menos los que puedan provenir del patrimonio cultural. Es una manera de romper con el pasado. De hecho, sólo es "contemporáneo" por el hecho de que niega totalmente lo que le precedió. El "arte contemporáneo" es, en la mayoría de los casos, un intento de pasar página como si nada hubiera existido antes; hay un rechazo a construir. Vivimos en una época que sólo se puede calificar de "hiperindividualismo". La Iglesia no puede abrazar este movimiento: no puede utilizar obras que se centran en el artista, que no tienen raíces con el pasado y que, en general, como mucho, pueden aceptar la crucifixión de Cristo, pero no su Resurrección.

-¿Por qué dice que, a pesar de todo, el arte contemporáneo parece ser la única forma de expresión válida para un artista hoy en día?

-Debe de haber un malentendido. El "arte contemporáneo", tal como se ha mencionado anteriormente, se refiere más a menudo a lo que podríamos denominar un "instrumento financiero" que al arte. Refiriéndose al arte de los siglos pasados, el Papa Benedicto XVI afirmó hace unos años "que la escultura y la pintura estaban destinadas a incitar fuertes impresiones en el alma, sentimientos que podían llevar a poner fin a una existencia de depravación, de maldad, e invitar al espectador a una vida de virtud y de búsqueda del bien". De estas exigencias que afronta el artista han nacido durante siglos maravillosas obras de arte, pero hay que señalar que no se habla aquí de una belleza estéril, sino de una puerta que se abre a un camino que conduce al Cielo. Obras que acompañan a los fieles en un tiempo y un espacio, diferentes a la vida corriente. Cabe preguntarse si la mayor parte del arte cristiano actual cumple estos objetivos y si, por utilizar una frase del Papa anterior, existe una "continuidad" con el pasado.

La colección Rostros de Cristo pretende empezar a responder a esta pregunta y encontrar vías alternativas más adecuadas para expresar el mensaje de Cristo que lo que hoy se denomina "arte contemporáneo" o "arte de inversión". Esta cuestión es especialmente vital en una época en la que la imagen se ha convertido en el rey de la comunicación para la generación joven. La mayoría de la gente sigue creyendo que está en la continuación de las " vanguardias" del arte moderno y no ha percibido la realidad de la situación. Es necesario un debate intelectual, filosófico o teológico sobre la cuestión, especialmente en el seno de la Iglesia. Las obras de los artistas recientes ofrecen a menudo poca referencia a la belleza, la verdad o el bien; por tanto, no existe la idea de una estética moral. No puede tener cabida en la Iglesia, no por una diferencia estética, sino porque fue concebida con la intención de servir nada más que al ego caído.

‘NON SERVIAM’

-Usted ha dicho que el lema del arte contemporáneo bien podría ser el "non serviam". ¿Por qué? ¿Cuándo empezó esto?

-Es así. Al igual que los ángeles corruptos, su lema podría ser fácilmente ego non serviam. Esta tensión ya es claramente visible en el siglo XIX, cuando algunos de los artistas más hábiles de Francia, en particular, apartaron su talento del arte sacro. Aquí lo secular tomó el control y no lo ha soltado desde entonces. El impresionismo dio paso no sólo a un estilo de pintura, sino también a una filosofía de vida. En décadas anteriores organicé 26 exposiciones de arte impresionista por toda Europa, muchas de ellas en museos nacionales. Este hecho se fue imponiendo en mí con el paso de los años. El artista estadounidense James Langley lo ve así: "El punto de referencia último para el artista cristiano no es ni la cultura contemporánea ni uno mismo, sino el descubrimiento de la belleza en el encuentro con Cristo”. Partiendo de la experiencia del Dios-hombre radiante vestido en la Divina Liturgia, el enfoque católico de la creación de arte religioso se basa en la experiencia común de una tradición recibida a la que se añade “humildemente” la propia contribución.

Aceptar esa tradición implica estudiar y apreciar cómo otros artistas han visto la imagen de Dios. Como tales, corren el riesgo de producir obras, como se ha visto en las últimas décadas, que distorsionan y son literalmente irrelevantes para la experiencia cristiana. Esto, por supuesto, no significa que deba suprimirse la individualidad del artista, pero tampoco debe dominar y apoderarse del tema del cuadro. Sin que mucha gente se dé cuenta, dos mil años de arte cristiano han sido silenciosa, pero firmemente, dejados de lado. Una especie de apostasía silenciosa. Se podría ver de manera metafísica en el destrozo de la Piedad de Miguel Ángel de hace algunas décadas, un emblema de un mundo empeñado en suplantar el verdadero arte. El escritor inglés David Clayton de New Hampshire (EE.UU.) lo expresa así: "El artista cristiano que pretende retratar a la persona humana debe procurar que su representación sea un equilibrio entre el naturalismo y la abstracción. El naturalismo revela los aspectos materiales de la persona, es decir, su cuerpo; mientras que la abstracción parcial es el elemento estilístico que revela lo invisible, es decir, los aspectos de su alma. El arte cristiano no debe ser ni tan naturalista que ignore lo espiritual; ni tan abstracto que la forma distorsione el cuerpo más allá de los límites de la verdad o incluso que no sea reconocible como humano en absoluto. Se podría acusar al arte del siglo XIX de estar demasiado centrado en el naturalismo y descuidar así lo espiritual, mientras que el arte del siglo XX está demasiado centrado en la abstracción y descuida lo material".

-Siguiendo esta línea de razonamiento, ¿podemos esperar que exista algo así como un arte sacro contemporáneo en la actualidad? ¿No sería algo así como una expresión que encierra una contradicción en sus términos?

- Puede haber un "arte sacro de nuestra época", pero un "arte sacro contemporáneo" en el sentido de la definición de "arte contemporáneo" es una contradicción de términos.

-¿Qué puede encontrar hoy quien asista a una exposición de “arte sacro de nuestra época”?

-Es interesante observar que los cuadros de la colección Rostros de Cristo tienen un gran poder de comunicación y evangelización. Estos cuadros, que no son de "arte contemporáneo", se expusieron en Coutances (Francia) durante la beatificación del mártir Padre Toulorge en 2012. Según una encuesta, acudieron 2.000 jóvenes (una asistencia grande, para un lugar tan remoto) y permanecieron una media de 30 minutos, ¡más tiempo que sus mayores! Además, varios de ellos lloraron viendo algunas de las obras. La nueva y joven generación no está, como sus coetáneos, interesada en una agenda política/ideológica; están desacomplejados y desean al Cristo auténtico y divino.

-¿Cuáles serían las obras y los artistas más grandes del arte sacro a lo largo de la historia? ¿Dónde se puede ir para apreciar el esplendor de este género?

-Cada época tiene sus obras maestras, desde Giotto, Fra Angélico o Zurbarán en adelante. Uno puede tener preferencia por las sobrias expresiones monásticas de la Edad Media o por el exuberante Barroco, pero un católico acoge todas estas formas de expresión como parte de una misma unidad centrada en Cristo. El problema surge al contemplar obras recientes de "arte contemporáneo", en las que se ha destruido el espíritu subyacente con el efecto, por ejemplo, de que se ha oscurecido el carácter sagrado de la liturgia. Es interesante observar la enorme popularidad de la Última Cena y la Crucifixión de Salvador Dalí. Se trata de dos cuadros del siglo XX que no se ajustan en absoluto a la tendencia actual y que, sin embargo (a juzgar por el volumen de ventas de carteles en todo el mundo), son apreciados desde hace ya muchas décadas como cualquier imagen que represente temas cristianos que se haya pintado. Esperemos que se vuelva a encender la antorcha del verdadero arte cristiano y entren en escena nuevos "iconos".

-¿Qué importancia tiene la fe del artista en el arte sacro?

-Christine Sourgins afirma: "Lo visible se hace digno de Dios por la razón de que Dios se hizo visible”. Dicho esto, el pintor necesita Fe y conocimiento de la Verdad para poder expresarla. Todos los cuadros de la colección Rostros de Cristo han sido creados por artistas de una fuerte convicción cristiana personal y con conocimiento de las doctrinas de la Iglesia. Esto contrasta con las obras expuestas, por ejemplo, en una de las mayores exposiciones celebradas en las últimas décadas (National Gallery of Victoria de Australia, 1998) sobre temas principalmente cristianos, una especie de diálogo con el "arte contemporáneo" que incluía a una mujer representada como Cristo crucificado. Tales pinturas no orientarán a los fieles hacia la oración, la devoción o un auténtico sentido del cristianismo en línea con la enseñanza de la Iglesia. Como ya se ha dicho, hay artistas ilustrados en la colección Rostros de Cristo, que han tenido el valor de destacar y crear obras de arte en las que el mensaje de Cristo se presenta de forma clara y profunda, ¡sin necesidad, como ocurre tan a menudo hoy en día, de un "suplemento escrito" de diez páginas para entenderlas! No sólo son sensibles a las grandes cuestiones de la vida, sino que han dado el paso de mostrar abiertamente su cristianismo. Todavía es posible un acercamiento directo que, a pesar de los gritos de propaganda de los grandes medios de comunicación, suele ser muy bien acogido por los fieles de a pie. Los cuadros de la colección Rostros de Cristo son lo que Aude de Kerros denomina "el arte oculto", ya que están excluidos de la cobertura mediática.

¿QUE FALTA?

-¿Qué haría falta para que el verdadero arte sacro volviera a florecer?

-Dos años antes de morir, Andy Warhol creó una obra titulada Arrepentíos y no pequéis más. Según Aude de Kerros, en su libro L’art caché, (Les dissidents de l’art contemporain, Eyrolles, Paris, 2007), hay indicios de que, en América, el "arte contemporáneo" ha sido aceptado en gran medida como lo que es, una especie de mercancía, y lo que uno llamaría verdadero arte, conserva su propio lugar. Sin embargo, como concluye, habrá que esperar a que se establezca una distinción semántica que separe el "arte contemporáneo" del arte real. Entonces se podría empezar a evaluar el arte no conceptual y a cada artista individual. Si esto es importante en general, para la Iglesia es vital marcar claramente los límites. Si se lograra este hito, ¿qué significaría todo esto en la práctica para el arte cristiano? ¿cuál sería la siguiente consideración?

Lo primero y más importante es darse cuenta de que el arte no puede producirse del mismo modo que se encarga un coche o una obra de "arte de inversión". Es una especie de don que no puede obtenerse a través del materialismo. Requiere el don de la fe. Para transmitir el mensaje que Cristo ha revelado, la Iglesia necesita el arte, una de las formas más eficaces de entrar en relación con lo divino, especialmente en una época en la que los jóvenes ya casi no leen. No bastan las instalaciones banales, las vidrieras abstractas o la "mística de la pared desnuda", ni siquiera el icono ruso, ahora muy utilizado en Occidente, a pesar de su valor; lo que hace falta para progresar es un análisis real y honesto de la situación actual. Sin esta base, el diálogo no será posible. Es triste ver que las iglesias se prestan a formar marcos prestigiosos para el "arte contemporáneo", que utiliza los santuarios como parásito para promover la industria financiera del arte y con supuestos artistas egocéntricos de moda sobre quienes el francés Chateaubriand habría dicho: "¡La ambición sin talento es un crimen!"

A menudo, estas exposiciones de moda conducen a una lenta transformación del santuario en una especie de salón comunitario sin ningún interés pastoral. Algunos católicos se consideran "valientes" cuando empiezan a abrazar el "arte contemporáneo", pero por muy buenas intenciones que tengan, sus esfuerzos nunca podrán dar fruto real, ya que las raíces del árbol para empezar están podridas. Argumentan además que las obras de "arte contemporáneo" fomentarán una nueva búsqueda espiritual y, por tanto, una comprensión más profunda de la Verdad. Para ellos, la gente debería ser aventurera e intentar comprender lo nuevo y lo no convencional. Los numerosos intelectuales ateos pueden hacer su agosto argumentando esto, pero habría que preguntarse si los fieles de a pie apreciarán este enfoque. Algunos católicos continuarán el debate diciendo que muchos artistas, como Giotto, fueron revolucionarios en su época, por lo que ¿por qué no debería aceptarse el "arte contemporáneo" en la Iglesia? Evidentemente, por todas las razones expuestas en este artículo, no es necesario responder a esta cuestión. No se trata de luchar contra el "arte contemporáneo", sino de no dejar entrar al lobo en el redil. Que esto conduzca también a que la Iglesia promueva una enseñanza adecuada del arte no sólo en las escuelas destinadas a este fin, sino también en los seminarios que albergan a los futuros sacerdotes y constructores de Iglesias. Sí, el diálogo es posible, pero sin la voluntad de aprender de los errores del pasado y de estudiar y apreciar las obras de los grandes maestros de antaño, los responsables de encargar o crear el nuevo arte cristiano no harán sino perpetuar las crisis actuales.