¿Es posible saltar al vacío desde el fondo del mar?

Por Diego Barceló Larran *

Se ha hecho usual que quienes apoyan la candidatura de Sergio Massa repitan machaconamente que votar por Javier Milei equivale a “un salto al vacío”. Con eso pretenden asustar a los votantes, dando a entender que un eventual gobierno de Milei sería un viaje a lo desconocido, durante el cual todo tipo de amenazas podrían materializarse. Algo así como internarse en una selva inexplorada. ¿Sería realmente así?
Las ideas que defiende Milei no son para nada desconocidas. Son las mismas que inspiran nuestra Constitución de 1853. Ideas que consiguieron, desde la Batalla de Pavón (1861) hasta el golpe de estado fascista de 1930, poner a la Argentina entre los países más avanzados del mundo. Cambiando malones por inmigrantes laboriosos, caminos de tierra por vías férreas, analfabetismo por escuelas. La Argentina pudo absorber millones de inmigrantes europeos sin que hubiera desempleo, gracias a algo que hoy parece imposible: una economía libre, abierta al mundo, sin un banco central (leyó bien: la época dorada de la historia nacional fue posible sin la existencia de un banco central) y con cuentas públicas en orden. Un país sin “estado presente” ni “justicia social” (entiéndase la ironía), pero con trabajo para todos, sin inflación, con impuestos razonables, sin ñoquis y respeto internacional.
Las ideas no pierden su efectividad con el paso de los años. Esas mismas ideas fueron las que permitieron, por ejemplo, el desarrollo de Estados Unidos o la reconstrucción alemana de posguerra. Ninguno de esos casos de éxito fue un milagro; fueron el resultado de aplicar las ideas correctas. Milei quiere repetir esas historias de éxito, con las mismas ideas ya probadas. Nada más diferente de un “salto al vacío”.
Más allá del apoyo electoral inmediato, el respaldo de Mauricio Macri y Patricia Bullrich implica que un gobierno de Milei contará con muchos equipos técnicos de Juntos por el Cambio que aportarán su experiencia. Además, no lo olvidemos: JxC tendrá el triple de senadores y más del doble de diputados que La Libertad Avanza. Por lo tanto, no habrá lugar para maximalismo alguno. Lejos de llegar a la situación ideal soñada por Milei o Macri, lo que cabe esperar es, simplemente, un cambio de rumbo: en lugar de seguir avanzando en el estatismo asfixiante, hacerlo en la dirección contraria.
De ahí que, para votar a Milei, no haga falta compartir el 100% de sus ideas. Basta querer castigar la ineptitud y la corrupción. Basta compartir la idea de que el gobierno, sus gastos, sus impuestos y su intervención han ido demasiado lejos. Basta querer evitar que el kirchnerismo, bajo cualquier apariencia, se eternice en el poder. Basta compartir los valores constitucionales y el respeto a la ley.

CONTROL REMOTO
El “salto al vacío” se produjo con la elección de Alberto Fernández en 2019. Un candidato destinado de antemano a ser manejado por control remoto por su vicepresidenta, para seguir aplicando ideas fracasadas, en alianza, además, con Sergio Massa, el mismo hipócrita que pocos años antes prometía encarcelar a Cristina Kirchner. Los resultados están a la vista: más inflación, más pobreza, más intervencionismo, más recesión, más fuga de cerebros, más inseguridad.
De la mano de Massa, Cristina y Alberto, la Argentina se hundió hasta el fondo del mar. Desde ahí es imposible “saltar al vacío”. El riesgo es no salir a flote pronto y provocar el mayor ahogamiento colectivo de la historia. Confiar en Massa para “salir a flote” es como renovarle el contrato a un director técnico cuyo equipo acaba de descender.
En el balotaje venezolano de 1998, las opciones eran Hugo Chávez o Salas Romer. A muchos no les gustaban ninguno de los dos. Hubo 4,5 millones de abstenciones y votos en blanco. Chávez obtuvo 3,7 millones de votos y Salar Romer 2,9 millones. Los que creyeron “abstenerse”, terminaron apoyando a Chávez y, con él, la historia de autodestrucción de su propio país.
La realidad argentina es la que es: Massa o Milei. La lección venezolana es clara: hay que elegir; no cabe abstenerse, ni votar nulo o en blanco.

* Politólogo