Pueden extraerse tres conclusiones generales de las elecciones del domingo, a pesar de haber sido celebradas en distritos con distintas situaciones políticas.
La primera es que el kirchnerismo como marca política tiende a evaporarse. En el Norte tradicionalmente peronista, Cristina Kirchner es mala palabra. El desempeño de su tropa fue el peor que se recuerde: en Jujuy salió tercera y en Salta, como señaló el gobernador, “no metieron ni un legislador”.
La excepción fue el Chaco donde el peronismo sacó 33% y de haber ido en una sola boleta podría haber ganado. El problema del peronismo es menos Milei que Cristina Kirchner y la falta de renovación. Perdió por paliza en 2023 y sigue la misma conducción. Un suicidio político.
En San Luis el “albertismo” salió segundo del oficialismo local, pero a 14 puntos de distancia. Allí la Casa Rosada está aliada con el mandatario provincial, Claudio Poggi. Los escrutinios ilustran con números la declinación del liderazgo de CFK y por qué Javier Milei controla razonablemente las dos cámaras del Congreso. Lo hace con el auxilio de los peronistas anti K, esto es, con legisladores con responsabilidades de gobierno en sus distritos.
Los intentos de voltear al gobierno quedan para los kirchneristas y los diputados o senadores “sin techo”, es decir sin ninguna conexión -o directamente enfrentados- con los oficialismos de sus provincias. En resumen, es un mal negocio político pelearse con Milei y un buen negocio ignorar a la presidenta del consejo nacional partidario, les mande la intervención o no.
Lo ocurrido el domingo es en ese sentido también una señal positiva para la gobernabilidad.
Una segunda conclusión respaldada por números es la del mileismo como fenómeno urbano. El domingo los candidatos de LLA ganaron en las capitales de Salta y Jujuy, aunque perdieron en el cómputo total en ambas provincias. Estos hechos tienen un antecedente elocuente: el triunfo libertario en Rosario aunque el gobernador radical ganó la provincia.
Deberán los sociólogos y politólogos explicar la causa de esa divergencia del voto, aunque está a la vista que el acceso de los votantes a las redes y una buena señal de internet favorecen al líder libertario, mientras los aparatos partidarios ejercen mayor influencia en lugares apartados.
Por último, los gobernadores tomaron una buena decisión con el desdoblamiento electoral que les permitió provincializar los comicios y desligarse de Cristina Kirchner y de su imagen negativa. Para probar la validez general de esa estrategia hay, sin embargo, que esperar dos pruebas fundamentales: CABA y la provincia de Buenos Aires.
En la primera Mauricio Macri decidió romper el frente anti-K pensando tal vez más en los negocios que en la política. En la segunda, Axel Kicillof antepuso la política a los negocios y desafió a su antigua mentora. Lo que parecía una temeridad, con el diario del lunes, el del martes y el del miércoles parece un rasgo de sensatez.